El fogón de Yupanqui: "El arpa dormida"
El fogón de Yupanqui: "El arpa dormida"
Sábado, 05 de Junio de 2010 15:30
¡Acunando un sueño, se nos va la vida, y el viajero parte para no
volver, hoy el arpa india se quedo dormida como una guarania, que no
pudo ser¡
En la mitad de junio desgrano su último arpegio aquel
muchacho guaraní, por todos conocidos, que se llamo Félix Pérez
Cardozo. Se fue de la vida, de repente, como alguien que esta leyendo y
de pronto lo llaman desde un lado, y da vuelta apenas la cabeza y ahí se
queda, mirando otro planeta, otro mundo, otra nada, mas allá del
conciente universo del hombre. Se fue, sin siquiera saber o empezar a
comprender que se iba. Su muerte, dos veces dolorosa, por la ausencia
del hombre y el artista, ha producido un desgarrón en la cultura popular
argentina. El golpe lo acusa el pueblo por haber sido herido en su mas
sensible comarca,: su sensibilidad. Veintidós años vago por nuestras
pampas esa arpa inquieta y hermana, diciendo las cosas del mensú y la
cuña, del río y la selva, de la burrerita.
Proletaria y del
cerro heroico, escenario de la gesta patria. Es que Félix Pérez Cardozo,
mozo fuerte y corazón grande, dejo lejos la academia, el orden de la
buena vida burguesa, y vivió “su vida”. Juntó, en este Buenos Aires de
sorpresivos amaneceres, la media noche con la aurora, y con un “hasta
luego” ayudó a crecer al mediodía. Cardozo, el gran arpista paraguayo,
había heredado las resonancias noctiveras de un Brindis de Salas, con
diferente escenario y época. Pero su bohemia no hizo palidecer a su
estrella constructiva, a su buena luz creadora. Siempre en cada noche,
en cada madrugada de las suyas, el arpa de Pérez Cardozo enriquecía
sus cuerdas con un nuevo reclamo en guarania alada, en polca de épico
ritmo, en zamba de quieto evocar, o en canción de revuelta y enojo
contra los aspectos negativos de la vida.
El arpa de Cardozo nunca
estuvo ociosa. Vibró, alisó las cuentas de su llanto o rió abiertamente
la creciente pujanza de la danza hombruna, machaza, olorosa de yerba y
hoja fuerte. Jamás una polca estuvo ejecutada de la misma manera. Cada
vez era nueva, era otra, como era el espíritu del artista: cambiante,
inquieto, siempre en alto, presto al vuelo, dispuesto a esa pequeña
muerte cotidiana que significa el hacer nacer cada día la luz de la
belleza.
Difícil será oír en adelante un arpa como la suya.
El poeta Atahualpa Yupanqui, se enteró de la muerte de su amigo Félix.
Le escribió su Canción Del Arpa Dormida. Mirá gauchito, le dijo al
maestro Giménez, me salieron estos versos, quiero que lo musicalicé.
Herminio Giménez al día siguiente entraba al hospital Argerich, lo
operaban de vesícula, allí en la antesala de su operación compuso la
música, (temía no poder volver) y no quería fallarle a Don Ata. Se
estrenó en un festival cuyos fondos se utilizaron para repatriar los
restos de Félix Pérez Cardozo…
20/ 11/1908 * 9/6/1956
Que nos vaya bien a todos, paisanos
Por Alfredo Mateo
(Kusiya Producciones)
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