El Fogón de Yupanqui: ¡Con aires indios y sentir de paisano!
Lunes, 01 de Marzo de 2010 19:33
"¡Me ven de poncho e ushutas,muchos se burlan de mí,
por fuera nada parezco, por dentro tal vez que si!"
La baguala olvidada:
He conocido a un hombre, bajo de los cerros montado en un zaino flaco,
en cuyos ojos sin fuego se reflejaban la sequía larga, el potrero sin
flor, el árbol mudo. El hombre ostentaba
una blusa gastada de trajines, en su barba se habían eternizado las
nieblas cumbreñas y era tanta la humildad de sus ushutas que se
arrastraban sobre la tierra, sin eco ni rastro traía unos pesitos para
su diversión abajeña. Cuando sonó una zamba en el patio del boliche, un
par de viejas lo esquivaron para no bailar con él. Se quedó mirando a
los demás, sus manos inquietas seguían el giro de la danza, en un
incumplido revuelo de gracia, la música le entraba fuerte, por la
ventana más alegre de la tarde, se quedó como un árbol, sintiendo sobre
el la fuerza de un canto y la vibración de unas alas…
Se puso a
beber y poco a poco, sin moverse, se fue yendo de la fiesta. Todas las
soledades convergieron en el prisma ordinario de su vaso. Cuando la
noche se hizo verdad, algo se quebró en el corazón del hombre, y se puso
a cantar para él, para todos lo que vivían en él. “Por fuera nada
parezco, por dentro, tal vez que si". Callaba un instante y luego
proseguía con su media copla, a veces sin cantarla, la estaba repitiendo
para su solo mundo, rezaba dentro de el ese pedazo de baguala, no tenia
más verso, la melodía buscaba el poema y la noche la arrojaba hacia los
montes de abajo, para que el misterio de las quebradas creara las
palabras que el hombre había olvidado, o que nunca supo. Y el canto
deshilachado lento, sangrando soledades, buscaba en el espacio el
tamboril errante de la luna. Cuando terminó la fiesta, los caminos se
poblaron de trajines, andares y galopes, el romance andaba travieso en
las sombras y más de una estrella se desmayó asustada por el fuerte
alarido de un gaucho. Al hombre le dijeron que se fuera, miró al
bolichero como si recién se hubiera despertado, como regresando de un
infinito viaje, pagó sus gastos y buscó su zaino, lo halló quieto bajo
un tala, callado como el destino cincho adelante, antes de montar se
quedo un rato, pensando y terminando de fumar su chala, cuyo fueguito ya
se estaba hermanando con la niebla de su barba, desde el alero lo
salude, ¡adiós amigo!
Levanto la cabeza, mirando hacia la sombra, tal vez creyó que un árbol le había hablado, y contesto con voz lejana
- buenas noches pues señor… Se fue.
No sé que rara sensación se apoderó de mi, algo como un extraño
bochorno de mi salud, de mi gran esperanza, de mi confianza en la vida.
Por mis venas gritaba su oscuro grito el río de mi sangre, y hubiera
querido convertirme en sombra total de la noche joven para volver el
aliento del solitario.
Allá desde la sombra abajeña, llegaban
relinchos que el viento sublimaba, la casa “de los patrones” estaba
iluminada sobre la loma del sur, y el verano despertaba una magia de
tucu tucu entre los sunchos, la retama y el tuscal. Yo también me fui
yendo, camino de mi rancho, pero no me fui solo, llevaba en el corazón,
el regalo de ese hombre, la canción olvidada, la media copla, temblaba
dentro de mi como una verdad profundamente humana, había conocido a un
hombre que andaba por la vida, igual que una baguala trunca, pero esa
media copla, no precisaba mas versos, estaba perfecta así. El hombre se
había expresado totalmente. Cuando mi caballo me pidió rienda, inquieto
al reconocer el chacral y el cerco viejo que rodea mi choza de la
cumbre, me di cuenta de que yo también estaba cantando bajo las
estrellas, ese pedazo de baguala olvidada.
Hasta la proxima,y que nos vaya bien a todos, paisanos.
Por Alfredo Mateo
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