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sábado, 6 de julio de 2013
jueves, 31 de enero de 2013
¿Qué piensa Atahualpa Yupanqui de los nuevos valores de la canción?
Daniel Rojelio Albornoz Artículo extraído de la revista "Folklore" Nº 89 (9 de marzo de 1965).
"¿Qué piensa Atahualpa Yupanqui de los nuevos valores de la canción?
Hay dos caminos: la verdad y la mentira. Cada uno es libre de elegir lo que quiera, pero quien elige la mentira, que no la disfrace con el rostro de la verdad.
Los jóvenes que hoy cantan canciones folklóricas o de proyección folklórica, en su mayoría cantan sin responsabilidad. No se puede tolerar que se deforme el rostro moral y espiritual del país. Son dueños de hacer lo que quieran, pero si esa tendencia significa una deformación de la fisonomía espiritual de nuestro pueblo, estoy contra esa tendencia.
Yo prefiero reconocerme con mis compatriotas a través de la "Zamba de Vargas", por ejemplo, sin que eso signifique que me haya detenido, artísticamente, en el siglo pasado.
Por ahí saben decir que hay que entrar en lo moderno. No deben identificarse modernidad con decadencia. Ellos llaman moderno a lo que está sumado a la decadencia, a lo que es decadente aquí, en Chile, en México o en el Perú.
Así como el Renacimiento tuvo sus artistas, la decadencia también los tiene. En este momento, la decadencia se está acusando en sus formas más públicas.
No niego que haya artistas jóvenes de buena fe. Los hay, también honestos y que están en el buen camino, como Carlos Santa María (*), por ejemplo. Pero la mayoría, en vez de tener anhelos coincidentes con sus promotores, tienen ambiciones coincidentes. Con un ponchito al hombro y cuatro versitos tienen ganado su día y cubierta su cuota de vanidad.Después, que estudien los viejos...
Muchos de ellos están en la línea del menor esfuerzo para el arte o para ganarse
la vida. Ahora se acostumbra mucho, también, buscar novedosos arreglos de voces. Los arreglos de voces me parecen bien, siempre que se respete la melodía. Los chicos están jugando a la originalidad...Casi no vale la pena hablar de esto.
Pero el hilo de la melodía no debe desvirtuarse... Detrás de todos o casi todos estos jóvenes que cantan con pretendido sentido de modernidad, hay, en la
mayoría de las veces, una intención utilitaria. Da la impresión de que la juventud, desde el punto de vista criollo, ha tomado como objetivo los consejos del Viejo Vizcacha -"hacéte amigo del juez"- y no los de Martín Fierro. Están viendo la medalla por el reverso.
Hay, sin embargo, jóvenes incontaminados, que no han entrado conscientemente en la mentira...He escuchado, algunas veces, armonizaciones que recuerdan algún lied alemán. No es necesario limpiarse las orejas con las espuelas para ser gaucho. Pero ya que, por ejemplo, les gusta a muchos jóvenes tocar el bombo, deberían saber que el bombo era usado por los indios con un sentido casi sagrado, ritual, y que su sonido simboliza la tierra cansada de dar cosechas... El joven que tenga en sus manos éste u otro instrumento debe saber, ante todo, qué es lo que tiene con él, antes de largarse a hacer folklore, a cantar una canción folklórica. De otro modo, hará -como es corriente- una cosa amanerada y de dudoso sexo...La canción folklórica habrá perdido su carácter...
El gran pecado, en este aspecto, es el de los empresarios y promotores que aprovechan financieramente estas cosas. Así como hay leyes que impiden el ejercicio ilegal de la medicina, habrá que pensar en un modo de policía espiritual que impida esos atentados contra la salud espiritual de las masas populares. ¿Qué pasaría con la salud del público si en vez de médicos el ambiente estuviera plagado de curanderos? No veo remedio inmediato a esta situación. Los decadentes no tienen remedio.
A los jóvenes, les diría que sepan elegir. Ellos se sitúan como testigos de un viejo pleito: la verdad y la mentira. Si eligen la mentira, que lo digan, que no se disfracen...Antes de presentarse en radio o en TV -cosa hoy de tan extraordinaria facilidad- deberían leer una montaña de libros y caminar doscientas legüas tras el objetivo artístico. Hecho eso, tendrían que decidir: la verdad o la mentira.
Por ahí dicen también que con el sentido actual que se le da a la canción nativista se gana en universalidad. Yo diría queconfunden lo internacional con lo universal. Pero, antes que nada, debe partirse de una verdad: sólo la verdad puede universalizarse...
Hay una cosa a la que los jóvenes de hoy suelen temer: la soledad. Una cosa es quedarse solo y otra conquistar la soledad... La baguala, como el estilo y la milonga sureña, son expresiones del hombre en soledad. Por eso, los jóvenes de hoy no cantan, por general, estilos, milongas ni bagualas. Hay mucha soledad en ello. La baguala que se canta suele venir con una aureola de leyenda y pintoresquismo. No está aprendida en el lugar, sino a través de discos de conjuntos de éxito. De ahí que muchos de estos jóvenes canten sin información. Si hubieran oído, por ejemplo, una baguala cantada en Tafí del Valle, pero no en tiempos de turismo ni con ánimo de veraneo, entenderían la enorme dignidad que ella tiene, la soledad que hay en una baguala, como la tienen un estilo o una milonga.
Hay, pues, que madurar, estudiar, andar....Después elegir. Elegir entre dos caminos: la verdad o la mentira..."
"¿Qué piensa Atahualpa Yupanqui de los nuevos valores de la canción?
Hay dos caminos: la verdad y la mentira. Cada uno es libre de elegir lo que quiera, pero quien elige la mentira, que no la disfrace con el rostro de la verdad.
Los jóvenes que hoy cantan canciones folklóricas o de proyección folklórica, en su mayoría cantan sin responsabilidad. No se puede tolerar que se deforme el rostro moral y espiritual del país. Son dueños de hacer lo que quieran, pero si esa tendencia significa una deformación de la fisonomía espiritual de nuestro pueblo, estoy contra esa tendencia.
Yo prefiero reconocerme con mis compatriotas a través de la "Zamba de Vargas", por ejemplo, sin que eso signifique que me haya detenido, artísticamente, en el siglo pasado.
Por ahí saben decir que hay que entrar en lo moderno. No deben identificarse modernidad con decadencia. Ellos llaman moderno a lo que está sumado a la decadencia, a lo que es decadente aquí, en Chile, en México o en el Perú.
Así como el Renacimiento tuvo sus artistas, la decadencia también los tiene. En este momento, la decadencia se está acusando en sus formas más públicas.
No niego que haya artistas jóvenes de buena fe. Los hay, también honestos y que están en el buen camino, como Carlos Santa María (*), por ejemplo. Pero la mayoría, en vez de tener anhelos coincidentes con sus promotores, tienen ambiciones coincidentes. Con un ponchito al hombro y cuatro versitos tienen ganado su día y cubierta su cuota de vanidad.Después, que estudien los viejos...
Muchos de ellos están en la línea del menor esfuerzo para el arte o para ganarse
la vida. Ahora se acostumbra mucho, también, buscar novedosos arreglos de voces. Los arreglos de voces me parecen bien, siempre que se respete la melodía. Los chicos están jugando a la originalidad...Casi no vale la pena hablar de esto.
Pero el hilo de la melodía no debe desvirtuarse... Detrás de todos o casi todos estos jóvenes que cantan con pretendido sentido de modernidad, hay, en la
mayoría de las veces, una intención utilitaria. Da la impresión de que la juventud, desde el punto de vista criollo, ha tomado como objetivo los consejos del Viejo Vizcacha -"hacéte amigo del juez"- y no los de Martín Fierro. Están viendo la medalla por el reverso.
Hay, sin embargo, jóvenes incontaminados, que no han entrado conscientemente en la mentira...He escuchado, algunas veces, armonizaciones que recuerdan algún lied alemán. No es necesario limpiarse las orejas con las espuelas para ser gaucho. Pero ya que, por ejemplo, les gusta a muchos jóvenes tocar el bombo, deberían saber que el bombo era usado por los indios con un sentido casi sagrado, ritual, y que su sonido simboliza la tierra cansada de dar cosechas... El joven que tenga en sus manos éste u otro instrumento debe saber, ante todo, qué es lo que tiene con él, antes de largarse a hacer folklore, a cantar una canción folklórica. De otro modo, hará -como es corriente- una cosa amanerada y de dudoso sexo...La canción folklórica habrá perdido su carácter...
El gran pecado, en este aspecto, es el de los empresarios y promotores que aprovechan financieramente estas cosas. Así como hay leyes que impiden el ejercicio ilegal de la medicina, habrá que pensar en un modo de policía espiritual que impida esos atentados contra la salud espiritual de las masas populares. ¿Qué pasaría con la salud del público si en vez de médicos el ambiente estuviera plagado de curanderos? No veo remedio inmediato a esta situación. Los decadentes no tienen remedio.
A los jóvenes, les diría que sepan elegir. Ellos se sitúan como testigos de un viejo pleito: la verdad y la mentira. Si eligen la mentira, que lo digan, que no se disfracen...Antes de presentarse en radio o en TV -cosa hoy de tan extraordinaria facilidad- deberían leer una montaña de libros y caminar doscientas legüas tras el objetivo artístico. Hecho eso, tendrían que decidir: la verdad o la mentira.
Por ahí dicen también que con el sentido actual que se le da a la canción nativista se gana en universalidad. Yo diría queconfunden lo internacional con lo universal. Pero, antes que nada, debe partirse de una verdad: sólo la verdad puede universalizarse...
Hay una cosa a la que los jóvenes de hoy suelen temer: la soledad. Una cosa es quedarse solo y otra conquistar la soledad... La baguala, como el estilo y la milonga sureña, son expresiones del hombre en soledad. Por eso, los jóvenes de hoy no cantan, por general, estilos, milongas ni bagualas. Hay mucha soledad en ello. La baguala que se canta suele venir con una aureola de leyenda y pintoresquismo. No está aprendida en el lugar, sino a través de discos de conjuntos de éxito. De ahí que muchos de estos jóvenes canten sin información. Si hubieran oído, por ejemplo, una baguala cantada en Tafí del Valle, pero no en tiempos de turismo ni con ánimo de veraneo, entenderían la enorme dignidad que ella tiene, la soledad que hay en una baguala, como la tienen un estilo o una milonga.
Hay, pues, que madurar, estudiar, andar....Después elegir. Elegir entre dos caminos: la verdad o la mentira..."
Libellés :
atahualpa yupanqui,
Daniel Rojelio Albornoz
miércoles, 30 de enero de 2013
25 de enero
Del muro de Arturo Zeballos :
Pasaron los años desde que mi Tata aceptó el homenaje de poner su nombre al escenario del Festival de Cosquín. Puso una única condición: la de no usar el escenario para adular a ningún dictador. Eran tiempos duros y lo que pidió tenía que ver con las circunstancias por las que atravesaba el país, no tan lejanas de otras épocas que había conocido y sufrido de más joven.
Pero no sé si solo se refería a los dictadores de uniforme. También podemos sumarle otras formas que ha sumado la dictadura: la del dinero, la exigencia de éxito.
Contaré que, a pesar de haberse convertido en un artista del mundo jamás permitió que esta circunstancia hiciera mella en su conducta personal y artística.
Crecí escuchando discos de sus compañeros de desvelo: aquellos que en los años 40 trajeron de sus provincias el canto de su pago. A ellos se sumaron algunos porteños también. Así el canto nativo fue creciendo en consideración porque, además, la gran ciudad se había poblado de provincianos.
Estos intérpretes no solo compartían los pequeños escenarios que se les ofrecía en peñas y confiterías; compartían tenidas entre ellos. Eran serios en su labor porque sabían lo que estaban haciendo. Tenían una herencia folklórica que no podían desmentir aunque quisieran, pues les venía en la sangre desde la panza de su madre, de sus abuelas, de su tierra.
El orgullo era representar bien al pago y cuando uno dice pago habla de siglos y de gentes, de territorio, de historia, de leyendas y de costumbres afirmadas en ese transcurrir de los tiempos en un determinado paisaje.
Crecí con ellos. Escuchando zambas, gatos, chacareras, escondidos, cielitos y vidalas. Mis padres no me obligaban a escuchar determinado tipo de música. Pedía permiso y el gramófono era mío junto a los discos de “piedra”.
Claro que todo esto se afirmaba con mis estadías en Cerro Colorado, ensillando mi petizo, acompañando a don Roque a buscar las vacas, compartir un pedazo de pan con picadillo y unos tragos de agua en las serranías, llevarlas al bañadero, traerlas de vuelta, hacer los mandados al almacén y conocer un mundo de criollos, que no se llamaban a sí mismos gauchos, comentando sus “afanes” y alguna que otra anécdota o noticia de importancia para ellos.
Casi no había radios. La televisión no existía. El diario del pueblo era la reunión en el boliche como se le llamaba al almacén. Qué podía sorprenderme de aquellos hombres y sus comentarios? Nada y todo. Pues era estar viviendo historias que otros niños solo llegaban a conocer si se ponían a leer alguna novela.
Como podía resultarme ajena la música que escuchaba en casa si toda la música, la buena música se entrelaza profundamente con la sensibilidad de cualquier persona en cualquier lugar del mundo en la medida que conserve autenticidad y amor por lo bello.
Recuerdo algo de León Felipe en relación con la poesía que decía así:
Quítale los caireles de la rima, las palabras también y si algo queda eso es poesía.
De modo que Bach, Vivaldi, Bizet también tenían que ver con un universo de algarrobos y talas, con caminos de arena y piedra y con esa gente callada, de hablar lento y casi murmurando.
Aquellos cantores, algunos de los cuales fueron homenajeados por mi padre, no esperaban otra cosa más que respeto, reconocimiento de su arte por parte del público. A veces alguna discográfica ponía su interés en ellos y lograban grabar algunas obras.
Porqué cuento todo esto? Porque estos músicos, tenían un profundo respeto por la canción nativa. Esa canción eran ellos: su historia, su paisaje, su dignidad, su pena y su alegría, sus padres y sus abuelos, sus árboles o su desierto.
Cuidando el buen decir en los textos, cuidando que sus intervenciones de adentro-se va la primera- a la vuelta- fueran en el tono en que se estaba cantando para no romper la armonía establecida por la canción y por la interpretación. Ellos me enseñaron no a ser artista, si a cantar, a entender el nexo profundo entre ritmo y región, entre entonación y letra.
Ellos me hicieron comprender que para cantar un canto nativo hay que saber, no de compases, de tempos, de armonías; hay que saber de paisajes, de acentos comarcanos, de fablas regionales; no ser un experto; sí, por músico, tener la oreja preparada para reconocer el origen de determinada persona o canción. No necesariamente convertirse en un experto o un erudito pero sí en un conocedor, como un baqueano que no es geólogo, ni ingeniero hidráulico, ni ingeniero agrónomo, pero que sin saber el porqué de ciertas cosas, sabe como son y donde el hombre puede hacerse su lugar o al menos un lugar que le sea apto para permanecer un rato o toda la vida.
Aquellos cantores no perseguían ningún objetivo especial: eran. No los empujaba el afán de fama, de dinero o de romper records.
Sabían que la dignidad de su canto los sostenía en la vida y sostenía a los suyos: los que fueron y los que vendrían.
Algo cambió y su resultado es lo que vemos hoy. Exitosos, grandes vendedores de discos, multitudinarios eventos donde reciben aclamaciones que nunca sabrán hasta donde ese crédito sea genuino y suyo.
Para obtenerlo cualquier recurso parece legítimo: desde el discurso demagógico hasta la vestimenta más osada o descuidada. Lo que no debe estar ausente es lo estruendoso. Canciones escritas con un nivel apenas primario porque, además, son incapaces de reconocer sus limitaciones a la hora de escribir, melodías amorfas, repetitivas hasta el hartazgo que solo buscan un final “allá arriba” para procurarse la seguridad del aplauso final estrepitoso.
Casi todos vienen con la misma formulita bajo el brazo y la aplican a rajatablas a ver si algún productor o discográfica se interesa en ellos.
El resultado: nuestros pueblos, nuestras regiones se van quedando mudos porque no hay quien cante por ellos, no hay quien diga su vida con belleza, con buen decir o escribir, con una melodía atinada, que se corresponda con el texto y con la intención.
A veces me parece que el público aplaude u ovaciona por aburrimiento. Lo triste es que gran parte se hace con dineros públicos aplicados a objetivos sin ninguna intención de mejorar nuestras limitadas aptitudes culturales o artísticas.
La Nación se empobrece de la peor de las pobrezas: el desconocimiento de si misma.
Por suerte hay muchos cantores, autores (que no es lo mismo que poeta pero que es un noble oficio cuando se lo ejerce bien), que siguen su camino sabiendo bien cual es la verdad y cuales son las mentiras. Les cuesta mucho la marginación, el “silencio de radio” al que se los somete, y en esto no hay diferencias entre las emisoras oficiales y privadas (son sordas por igual), van por una pequeña senda de tierra que va al costado de las grandes autopistas de la difusión, no buscan padrinos políticos porque a la corta o la larga estos imponen sus condiciones.
A ellos “chapeau” diría mi madre, me quito el sombrero, diría mi padre. Qué responsabilidad han asumido! Ser depositarios, casi involuntarios, de una estirpe, de una etnia diría un amigo, que anhelo puedan conservar para las generaciones futuras: la estirpe criolla y su canto nativo.
Roberto "Coya" Chavero
Del muro de Arturo Zeballos :
Pasaron los años desde que mi Tata aceptó el homenaje de poner su nombre al escenario del Festival de Cosquín. Puso una única condición: la de no usar el escenario para adular a ningún dictador. Eran tiempos duros y lo que pidió tenía que ver con las circunstancias por las que atravesaba el país, no tan lejanas de otras épocas que había conocido y sufrido de más joven.
Pero no sé si solo se refería a los dictadores de uniforme. También podemos sumarle otras formas que ha sumado la dictadura: la del dinero, la exigencia de éxito.
Contaré que, a pesar de haberse convertido en un artista del mundo jamás permitió que esta circunstancia hiciera mella en su conducta personal y artística.
Crecí escuchando discos de sus compañeros de desvelo: aquellos que en los años 40 trajeron de sus provincias el canto de su pago. A ellos se sumaron algunos porteños también. Así el canto nativo fue creciendo en consideración porque, además, la gran ciudad se había poblado de provincianos.
Estos intérpretes no solo compartían los pequeños escenarios que se les ofrecía en peñas y confiterías; compartían tenidas entre ellos. Eran serios en su labor porque sabían lo que estaban haciendo. Tenían una herencia folklórica que no podían desmentir aunque quisieran, pues les venía en la sangre desde la panza de su madre, de sus abuelas, de su tierra.
El orgullo era representar bien al pago y cuando uno dice pago habla de siglos y de gentes, de territorio, de historia, de leyendas y de costumbres afirmadas en ese transcurrir de los tiempos en un determinado paisaje.
Crecí con ellos. Escuchando zambas, gatos, chacareras, escondidos, cielitos y vidalas. Mis padres no me obligaban a escuchar determinado tipo de música. Pedía permiso y el gramófono era mío junto a los discos de “piedra”.
Claro que todo esto se afirmaba con mis estadías en Cerro Colorado, ensillando mi petizo, acompañando a don Roque a buscar las vacas, compartir un pedazo de pan con picadillo y unos tragos de agua en las serranías, llevarlas al bañadero, traerlas de vuelta, hacer los mandados al almacén y conocer un mundo de criollos, que no se llamaban a sí mismos gauchos, comentando sus “afanes” y alguna que otra anécdota o noticia de importancia para ellos.
Casi no había radios. La televisión no existía. El diario del pueblo era la reunión en el boliche como se le llamaba al almacén. Qué podía sorprenderme de aquellos hombres y sus comentarios? Nada y todo. Pues era estar viviendo historias que otros niños solo llegaban a conocer si se ponían a leer alguna novela.
Como podía resultarme ajena la música que escuchaba en casa si toda la música, la buena música se entrelaza profundamente con la sensibilidad de cualquier persona en cualquier lugar del mundo en la medida que conserve autenticidad y amor por lo bello.
Recuerdo algo de León Felipe en relación con la poesía que decía así:
Quítale los caireles de la rima, las palabras también y si algo queda eso es poesía.
De modo que Bach, Vivaldi, Bizet también tenían que ver con un universo de algarrobos y talas, con caminos de arena y piedra y con esa gente callada, de hablar lento y casi murmurando.
Aquellos cantores, algunos de los cuales fueron homenajeados por mi padre, no esperaban otra cosa más que respeto, reconocimiento de su arte por parte del público. A veces alguna discográfica ponía su interés en ellos y lograban grabar algunas obras.
Porqué cuento todo esto? Porque estos músicos, tenían un profundo respeto por la canción nativa. Esa canción eran ellos: su historia, su paisaje, su dignidad, su pena y su alegría, sus padres y sus abuelos, sus árboles o su desierto.
Cuidando el buen decir en los textos, cuidando que sus intervenciones de adentro-se va la primera- a la vuelta- fueran en el tono en que se estaba cantando para no romper la armonía establecida por la canción y por la interpretación. Ellos me enseñaron no a ser artista, si a cantar, a entender el nexo profundo entre ritmo y región, entre entonación y letra.
Ellos me hicieron comprender que para cantar un canto nativo hay que saber, no de compases, de tempos, de armonías; hay que saber de paisajes, de acentos comarcanos, de fablas regionales; no ser un experto; sí, por músico, tener la oreja preparada para reconocer el origen de determinada persona o canción. No necesariamente convertirse en un experto o un erudito pero sí en un conocedor, como un baqueano que no es geólogo, ni ingeniero hidráulico, ni ingeniero agrónomo, pero que sin saber el porqué de ciertas cosas, sabe como son y donde el hombre puede hacerse su lugar o al menos un lugar que le sea apto para permanecer un rato o toda la vida.
Aquellos cantores no perseguían ningún objetivo especial: eran. No los empujaba el afán de fama, de dinero o de romper records.
Sabían que la dignidad de su canto los sostenía en la vida y sostenía a los suyos: los que fueron y los que vendrían.
Algo cambió y su resultado es lo que vemos hoy. Exitosos, grandes vendedores de discos, multitudinarios eventos donde reciben aclamaciones que nunca sabrán hasta donde ese crédito sea genuino y suyo.
Para obtenerlo cualquier recurso parece legítimo: desde el discurso demagógico hasta la vestimenta más osada o descuidada. Lo que no debe estar ausente es lo estruendoso. Canciones escritas con un nivel apenas primario porque, además, son incapaces de reconocer sus limitaciones a la hora de escribir, melodías amorfas, repetitivas hasta el hartazgo que solo buscan un final “allá arriba” para procurarse la seguridad del aplauso final estrepitoso.
Casi todos vienen con la misma formulita bajo el brazo y la aplican a rajatablas a ver si algún productor o discográfica se interesa en ellos.
El resultado: nuestros pueblos, nuestras regiones se van quedando mudos porque no hay quien cante por ellos, no hay quien diga su vida con belleza, con buen decir o escribir, con una melodía atinada, que se corresponda con el texto y con la intención.
A veces me parece que el público aplaude u ovaciona por aburrimiento. Lo triste es que gran parte se hace con dineros públicos aplicados a objetivos sin ninguna intención de mejorar nuestras limitadas aptitudes culturales o artísticas.
La Nación se empobrece de la peor de las pobrezas: el desconocimiento de si misma.
Por suerte hay muchos cantores, autores (que no es lo mismo que poeta pero que es un noble oficio cuando se lo ejerce bien), que siguen su camino sabiendo bien cual es la verdad y cuales son las mentiras. Les cuesta mucho la marginación, el “silencio de radio” al que se los somete, y en esto no hay diferencias entre las emisoras oficiales y privadas (son sordas por igual), van por una pequeña senda de tierra que va al costado de las grandes autopistas de la difusión, no buscan padrinos políticos porque a la corta o la larga estos imponen sus condiciones.
A ellos “chapeau” diría mi madre, me quito el sombrero, diría mi padre. Qué responsabilidad han asumido! Ser depositarios, casi involuntarios, de una estirpe, de una etnia diría un amigo, que anhelo puedan conservar para las generaciones futuras: la estirpe criolla y su canto nativo.
Roberto "Coya" Chavero
domingo, 30 de diciembre de 2012
El Fogón de Yupanqui: ¡Con aires indios y sentir de paisano!
El Fogón de Yupanqui: ¡Con aires indios y sentir de paisano!
Lunes, 01 de Marzo de 2010 19:33
"¡Me ven de poncho e ushutas,muchos se burlan de mí,
por fuera nada parezco, por dentro tal vez que si!"
La baguala olvidada:
He conocido a un hombre, bajo de los cerros montado en un zaino flaco, en cuyos ojos sin fuego se reflejaban la sequía larga, el potrero sin flor, el árbol mudo. El hombre ostentaba una blusa gastada de trajines, en su barba se habían eternizado las nieblas cumbreñas y era tanta la humildad de sus ushutas que se arrastraban sobre la tierra, sin eco ni rastro traía unos pesitos para su diversión abajeña. Cuando sonó una zamba en el patio del boliche, un par de viejas lo esquivaron para no bailar con él. Se quedó mirando a los demás, sus manos inquietas seguían el giro de la danza, en un incumplido revuelo de gracia, la música le entraba fuerte, por la ventana más alegre de la tarde, se quedó como un árbol, sintiendo sobre el la fuerza de un canto y la vibración de unas alas…
Se puso a beber y poco a poco, sin moverse, se fue yendo de la fiesta. Todas las soledades convergieron en el prisma ordinario de su vaso. Cuando la noche se hizo verdad, algo se quebró en el corazón del hombre, y se puso a cantar para él, para todos lo que vivían en él. “Por fuera nada parezco, por dentro, tal vez que si". Callaba un instante y luego proseguía con su media copla, a veces sin cantarla, la estaba repitiendo para su solo mundo, rezaba dentro de el ese pedazo de baguala, no tenia más verso, la melodía buscaba el poema y la noche la arrojaba hacia los montes de abajo, para que el misterio de las quebradas creara las palabras que el hombre había olvidado, o que nunca supo. Y el canto deshilachado lento, sangrando soledades, buscaba en el espacio el tamboril errante de la luna. Cuando terminó la fiesta, los caminos se poblaron de trajines, andares y galopes, el romance andaba travieso en las sombras y más de una estrella se desmayó asustada por el fuerte alarido de un gaucho. Al hombre le dijeron que se fuera, miró al bolichero como si recién se hubiera despertado, como regresando de un infinito viaje, pagó sus gastos y buscó su zaino, lo halló quieto bajo un tala, callado como el destino cincho adelante, antes de montar se quedo un rato, pensando y terminando de fumar su chala, cuyo fueguito ya se estaba hermanando con la niebla de su barba, desde el alero lo salude, ¡adiós amigo!
Levanto la cabeza, mirando hacia la sombra, tal vez creyó que un árbol le había hablado, y contesto con voz lejana
- buenas noches pues señor… Se fue.
No sé que rara sensación se apoderó de mi, algo como un extraño bochorno de mi salud, de mi gran esperanza, de mi confianza en la vida. Por mis venas gritaba su oscuro grito el río de mi sangre, y hubiera querido convertirme en sombra total de la noche joven para volver el aliento del solitario.
Allá desde la sombra abajeña, llegaban relinchos que el viento sublimaba, la casa “de los patrones” estaba iluminada sobre la loma del sur, y el verano despertaba una magia de tucu tucu entre los sunchos, la retama y el tuscal. Yo también me fui yendo, camino de mi rancho, pero no me fui solo, llevaba en el corazón, el regalo de ese hombre, la canción olvidada, la media copla, temblaba dentro de mi como una verdad profundamente humana, había conocido a un hombre que andaba por la vida, igual que una baguala trunca, pero esa media copla, no precisaba mas versos, estaba perfecta así. El hombre se había expresado totalmente. Cuando mi caballo me pidió rienda, inquieto al reconocer el chacral y el cerco viejo que rodea mi choza de la cumbre, me di cuenta de que yo también estaba cantando bajo las estrellas, ese pedazo de baguala olvidada.
Hasta la proxima,y que nos vaya bien a todos, paisanos.
Por Alfredo Mateo
Lunes, 01 de Marzo de 2010 19:33
"¡Me ven de poncho e ushutas,muchos se burlan de mí,
por fuera nada parezco, por dentro tal vez que si!"
La baguala olvidada:
He conocido a un hombre, bajo de los cerros montado en un zaino flaco, en cuyos ojos sin fuego se reflejaban la sequía larga, el potrero sin flor, el árbol mudo. El hombre ostentaba una blusa gastada de trajines, en su barba se habían eternizado las nieblas cumbreñas y era tanta la humildad de sus ushutas que se arrastraban sobre la tierra, sin eco ni rastro traía unos pesitos para su diversión abajeña. Cuando sonó una zamba en el patio del boliche, un par de viejas lo esquivaron para no bailar con él. Se quedó mirando a los demás, sus manos inquietas seguían el giro de la danza, en un incumplido revuelo de gracia, la música le entraba fuerte, por la ventana más alegre de la tarde, se quedó como un árbol, sintiendo sobre el la fuerza de un canto y la vibración de unas alas…
Se puso a beber y poco a poco, sin moverse, se fue yendo de la fiesta. Todas las soledades convergieron en el prisma ordinario de su vaso. Cuando la noche se hizo verdad, algo se quebró en el corazón del hombre, y se puso a cantar para él, para todos lo que vivían en él. “Por fuera nada parezco, por dentro, tal vez que si". Callaba un instante y luego proseguía con su media copla, a veces sin cantarla, la estaba repitiendo para su solo mundo, rezaba dentro de el ese pedazo de baguala, no tenia más verso, la melodía buscaba el poema y la noche la arrojaba hacia los montes de abajo, para que el misterio de las quebradas creara las palabras que el hombre había olvidado, o que nunca supo. Y el canto deshilachado lento, sangrando soledades, buscaba en el espacio el tamboril errante de la luna. Cuando terminó la fiesta, los caminos se poblaron de trajines, andares y galopes, el romance andaba travieso en las sombras y más de una estrella se desmayó asustada por el fuerte alarido de un gaucho. Al hombre le dijeron que se fuera, miró al bolichero como si recién se hubiera despertado, como regresando de un infinito viaje, pagó sus gastos y buscó su zaino, lo halló quieto bajo un tala, callado como el destino cincho adelante, antes de montar se quedo un rato, pensando y terminando de fumar su chala, cuyo fueguito ya se estaba hermanando con la niebla de su barba, desde el alero lo salude, ¡adiós amigo!
Levanto la cabeza, mirando hacia la sombra, tal vez creyó que un árbol le había hablado, y contesto con voz lejana
- buenas noches pues señor… Se fue.
No sé que rara sensación se apoderó de mi, algo como un extraño bochorno de mi salud, de mi gran esperanza, de mi confianza en la vida. Por mis venas gritaba su oscuro grito el río de mi sangre, y hubiera querido convertirme en sombra total de la noche joven para volver el aliento del solitario.
Allá desde la sombra abajeña, llegaban relinchos que el viento sublimaba, la casa “de los patrones” estaba iluminada sobre la loma del sur, y el verano despertaba una magia de tucu tucu entre los sunchos, la retama y el tuscal. Yo también me fui yendo, camino de mi rancho, pero no me fui solo, llevaba en el corazón, el regalo de ese hombre, la canción olvidada, la media copla, temblaba dentro de mi como una verdad profundamente humana, había conocido a un hombre que andaba por la vida, igual que una baguala trunca, pero esa media copla, no precisaba mas versos, estaba perfecta así. El hombre se había expresado totalmente. Cuando mi caballo me pidió rienda, inquieto al reconocer el chacral y el cerco viejo que rodea mi choza de la cumbre, me di cuenta de que yo también estaba cantando bajo las estrellas, ese pedazo de baguala olvidada.
Hasta la proxima,y que nos vaya bien a todos, paisanos.
Por Alfredo Mateo

viernes, 2 de noviembre de 2012
lunes, 20 de febrero de 2012
atahualpa yupanqui
Juan Carlos Candida compartió su propia foto.

http://www.mediafire.com/ ?aecy4se0mvgap
Se le considera el más importante músico argentino de folclore. Sus composiciones han sido cantadas por reconocidos intérpretes, como Mercedes Sosa, Alberto Cortez, Pedro Aznar, Los Chalchaleros, Horacio Guarany, Jorge Cafrune, Alfredo Zitarrosa, José Larralde, Víctor Jara, Ángel Parra, Jairo, Andrés Calamaro, Divididos, Marie Laforêt, Mikel Laboa y Enrique Bunbury entre muchos otros, y siguen formando parte del repertorio de innumerables artistas, en Argentina y en distintas partes del mundo. En 1986 Francia lo condecoró como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras.
En 1917 su familia se trasladó a Tucumán. La temprana muerte de su padre lo hizo prematuramente jefe de familia. Jugó tenis, boxeó y se hizo periodista. Fue improvisado maestro de escuela, luego tipógrafo, cronista, músico y fundamentalmente, agudo observador del paisaje y del ser humano. A los 19 años de edad, compuso su canción "Camino del Indio".2 Emprendió un viaje a Jujuy, Bolivia y los Valles Calchaquíes. En 1931 recorrió Entre Ríos, afincándose un tiempo en Tala. Participó en la fracasada sublevación de los hermanos Kennedy, en la cual estuvieron envueltos también el coronel Gregorio Pomar y Arturo Jauretche, que inmortalizó la patriada en su poema gauchesco El Paso de los Libres. Después de esta derrota debió exiliarse en Uruguay. Pasó por Montevideo, para luego dirigirse al interior oriental y el sur del Brasil.
En 1934 reingresó a la Argentina por Entre Ríos y se radicó en Rosario (Santa Fe). En 1935 se estableció en Raco, provincia de Tucumán. Pasó brevemente por la ciudad de Buenos Aires —donde diversos intérpretes comenzaban a popularizar sus canciones— para actuar en radio. Recorrió después Santiago del Estero, para retornar por unos meses a Raco en 1936. Realizó una incursión por Catamarca, Salta y Jujuy. Más tarde visitó nuevamente el Altiplano en busca de testimonios de las viejas culturas aborígenes. Retornó a los Valles Calchaquíes, recorrió a lomo de mula los senderos jujeños y residió por un tiempo en Cochangasta, provincia de La Rioja.
A causa de su afiliación al Partido Comunista su obra sufrió la censura durante la presidencia de Juan Perón, fue detenido y encarcelado varias veces. Al respecto ha dicho Yupanqui:
En 1952, Yupanqui regresó a Buenos Aires, donde rompió su relación con el Partido Comunista, lo que hizo más fácil para él concertar actuaciones en radio. Mientras que con su esposa Nenette construía su casa de Cerro Colorado (Córdoba), Yupanqui recorría el país.
El reconocimiento del trabajo etnográfico de Yupanqui se generalizó durante la década de 1960, y con artistas como Mercedes Sosa y Jorge Cafrune grabaron sus composiciones y lo hicieron popular entre los músicos más jóvenes, que se refieren a él como Don Ata.
Yupanqui alternaba entre sus casas en Buenos Aires y Cerro Colorado, provincia de Córdoba. Durante 1963 y 1964, realizó una gira por Colombia, Japón, Marruecos, Egipto, Israel e Italia. En 1967 realizó una gira por España estableciéndose finalmente en París. Volvió periódicamente a la Argentina y apareció en Argentinísima II en 1973, pero estas visitas se hicieron menos frecuentes cuando la dictadura militar de Jorge Videla llegó al poder en 1976.
En 1986 Francia lo condecoró como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras. En 1987 volvió al país para recibir el homenaje de la Universidad Nacional de Tucumán. Debió internarse en Buenos Aires en 1989 para superar una dolencia cardíaca, pese a lo cual en enero de 1990 participó en el Festival de Cosquín.
Sin embargo, a los pocos días Yupanqui cumplió un compromiso artístico en París. Volvió a Francia en 1992 para actuar en Nîmes, donde se indispuso y falleció el 23 de mayo. Por su expreso deseo, sus restos fueron repatriados y descansan en Cerro Colorado.
Entre sus canciones más conocidas podemos citar Viene clareando, El arriero, Zamba del grillo, La añera, La pobrecita, Milonga del peón de campo, Camino del indio, Chacarera de las piedras, Recuerdos del Portezuelo, El alazán, Indiecito dormido, El aromo, Le tengo rabia al silencio, Piedra y camino, Luna tucumana, Los ejes de mi carreta, Sin caballo y en Montiel, Cachilo dormido, Tú que puedes vuélvete, Duerme negrito, así como también el extenso relato por milonga El payador perseguido.
De cualquier manera, no hay que olvidar que esta selección es apenas una muestra de un cancionero de gran extensión y calidad, al que uno puede acercarse a través de cualquiera de sus obras. Para completar este breve panorama proponemos una segunda serie de canciones para quien esté interesado en conocer más profundamente la obra de Yupanqui: Milonga del solitario, Las coplas de baguala del Valle Calchaquí, El poeta, El promesante, Canción de los horneros, Guitarra dímelo tú, Tierra querida, La viajerita, Lloran las ramas del viento, Huajra, Cruz del sur, Adiós Tucumán, La estancia vieja, Caminito español, Las preguntitas, Los hermanos, La colorada, Pago viejo, Nostalgias tucumanas, etc., etc.
Atahualpa Yupanqui
Atahualpa Yupanqui | |
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![]() Atahualpa Yupanqui en Cosquín | |
Datos generales | |
Nombre real | Héctor Roberto Chavero Haram |
Nacimiento | 31 de enero de 1908 |
Origen | ![]() |
Muerte | 23 de mayo de 1992 (84 años)![]() |
Cónyuge | Nenette |
Ocupación | Cantautor |
Información artística | |
Género(s) | Folklore Canción de autor |
Instrumento(s) | Voz Guitarra |
Período de actividad | 1935–1992 |
Web | |
Sitio web | Atahualpa Yupanqui |
Para otros usos de este término, véase Yupanqui.
Atahualpa Yupanqui (en quechua, el que viene de lejanas tierras para decir algo), seudónimo de Héctor Roberto Chavero Haram (Pergamino, 31 de enero de 1908 – Nîmes, 23 de mayo de 1992) fue un cantautor, guitarrista, poeta y escritor argentino.Se le considera el más importante músico argentino de folclore. Sus composiciones han sido cantadas por reconocidos intérpretes, como Mercedes Sosa, Alberto Cortez, Pedro Aznar, Los Chalchaleros, Horacio Guarany, Jorge Cafrune, Alfredo Zitarrosa, José Larralde, Víctor Jara, Ángel Parra, Jairo, Andrés Calamaro, Divididos, Marie Laforêt, Mikel Laboa y Enrique Bunbury entre muchos otros, y siguen formando parte del repertorio de innumerables artistas, en Argentina y en distintas partes del mundo. En 1986 Francia lo condecoró como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras.
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[editar] Biografía
Nació en el Campo de la Cruz, en Juan A. de la Peña, partido de Pergamino (al norte de la provincia de Buenos Aires) el 31 de enero de 1908.1 Realizó sus primeros estudios musicales con el Padre Rosáenz. Más tarde, a partir de los 6 años aprendió guitarra con Bautista Almirón.En 1917 su familia se trasladó a Tucumán. La temprana muerte de su padre lo hizo prematuramente jefe de familia. Jugó tenis, boxeó y se hizo periodista. Fue improvisado maestro de escuela, luego tipógrafo, cronista, músico y fundamentalmente, agudo observador del paisaje y del ser humano. A los 19 años de edad, compuso su canción "Camino del Indio".2 Emprendió un viaje a Jujuy, Bolivia y los Valles Calchaquíes. En 1931 recorrió Entre Ríos, afincándose un tiempo en Tala. Participó en la fracasada sublevación de los hermanos Kennedy, en la cual estuvieron envueltos también el coronel Gregorio Pomar y Arturo Jauretche, que inmortalizó la patriada en su poema gauchesco El Paso de los Libres. Después de esta derrota debió exiliarse en Uruguay. Pasó por Montevideo, para luego dirigirse al interior oriental y el sur del Brasil.
En 1934 reingresó a la Argentina por Entre Ríos y se radicó en Rosario (Santa Fe). En 1935 se estableció en Raco, provincia de Tucumán. Pasó brevemente por la ciudad de Buenos Aires —donde diversos intérpretes comenzaban a popularizar sus canciones— para actuar en radio. Recorrió después Santiago del Estero, para retornar por unos meses a Raco en 1936. Realizó una incursión por Catamarca, Salta y Jujuy. Más tarde visitó nuevamente el Altiplano en busca de testimonios de las viejas culturas aborígenes. Retornó a los Valles Calchaquíes, recorrió a lomo de mula los senderos jujeños y residió por un tiempo en Cochangasta, provincia de La Rioja.
A causa de su afiliación al Partido Comunista su obra sufrió la censura durante la presidencia de Juan Perón, fue detenido y encarcelado varias veces. Al respecto ha dicho Yupanqui:
«En tiempos de Perón estuve varios años sin poder trabajar en la Argentina... Me acusaban de todo, hasta del crimen de la semana que viene. Desde esa olvidable época tengo el índice de la mano derecha quebrado. Una vez más pusieron sobre mi mano una máquina de escribir y luego se sentaban arriba, otros saltaban. Buscaban deshacerme la mano pero no se percataron de un detalle: me dañaron la mano derecha y yo, para tocar la guitarra, soy zurdo. Todavía hoy, a varios años de ese hecho, hay tonos como el Si menor que me cuesta hacerlos. Los puedo ejecutar porque uso el oficio, la maña; pero realmente me cuestan.»
Atahualpa se fue a Europa en 1949. Édith Piaf lo invitó a actuar en París el 7 de julio de 1950. Inmediatamente firmó contrato con "Chant du Monde", la compañía de grabación que publicó su primer LP en Europa, "Minero soy", que obtuvo el primer premio de Mejor Disco de la Academia Charles Cros, que incluía trescientos cincuenta participantes de todos los continentes en el Concurso Internacional de Folclore. Posteriormente, viajó extensamente por Europa.Atahualpa Yupanqui3
En 1952, Yupanqui regresó a Buenos Aires, donde rompió su relación con el Partido Comunista, lo que hizo más fácil para él concertar actuaciones en radio. Mientras que con su esposa Nenette construía su casa de Cerro Colorado (Córdoba), Yupanqui recorría el país.
El reconocimiento del trabajo etnográfico de Yupanqui se generalizó durante la década de 1960, y con artistas como Mercedes Sosa y Jorge Cafrune grabaron sus composiciones y lo hicieron popular entre los músicos más jóvenes, que se refieren a él como Don Ata.
Yupanqui alternaba entre sus casas en Buenos Aires y Cerro Colorado, provincia de Córdoba. Durante 1963 y 1964, realizó una gira por Colombia, Japón, Marruecos, Egipto, Israel e Italia. En 1967 realizó una gira por España estableciéndose finalmente en París. Volvió periódicamente a la Argentina y apareció en Argentinísima II en 1973, pero estas visitas se hicieron menos frecuentes cuando la dictadura militar de Jorge Videla llegó al poder en 1976.
En 1986 Francia lo condecoró como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras. En 1987 volvió al país para recibir el homenaje de la Universidad Nacional de Tucumán. Debió internarse en Buenos Aires en 1989 para superar una dolencia cardíaca, pese a lo cual en enero de 1990 participó en el Festival de Cosquín.
Sin embargo, a los pocos días Yupanqui cumplió un compromiso artístico en París. Volvió a Francia en 1992 para actuar en Nîmes, donde se indispuso y falleció el 23 de mayo. Por su expreso deseo, sus restos fueron repatriados y descansan en Cerro Colorado.
[editar] Canciones más conocidas
De las 325 canciones de su autoría registradas oficialmente,4 pueden citarse La alabanza, La añera, El arriero, Basta ya, Cachilo dormido, Camino del indio, Coplas del payador perseguido, Los ejes de mi carreta, Los hermanos, Indiecito dormido, Le tengo rabia al silencio, Luna tucumana, Milonga del solitario, Piedra y camino, El poeta, Las preguntitas, Sin caballo y en Montiel, Tú que puedes, vuélvete, Nada más, Viene clareando y Zamba del grillo, entre muchas otras.Entre sus canciones más conocidas podemos citar Viene clareando, El arriero, Zamba del grillo, La añera, La pobrecita, Milonga del peón de campo, Camino del indio, Chacarera de las piedras, Recuerdos del Portezuelo, El alazán, Indiecito dormido, El aromo, Le tengo rabia al silencio, Piedra y camino, Luna tucumana, Los ejes de mi carreta, Sin caballo y en Montiel, Cachilo dormido, Tú que puedes vuélvete, Duerme negrito, así como también el extenso relato por milonga El payador perseguido.
De cualquier manera, no hay que olvidar que esta selección es apenas una muestra de un cancionero de gran extensión y calidad, al que uno puede acercarse a través de cualquiera de sus obras. Para completar este breve panorama proponemos una segunda serie de canciones para quien esté interesado en conocer más profundamente la obra de Yupanqui: Milonga del solitario, Las coplas de baguala del Valle Calchaquí, El poeta, El promesante, Canción de los horneros, Guitarra dímelo tú, Tierra querida, La viajerita, Lloran las ramas del viento, Huajra, Cruz del sur, Adiós Tucumán, La estancia vieja, Caminito español, Las preguntitas, Los hermanos, La colorada, Pago viejo, Nostalgias tucumanas, etc., etc.
[editar] Libros
- Piedra sola (1939)
- Aires (1943)
- Cerro Bayo (1953)
- Guitarra (1960)
- El canto del viento (1965)
- El payador perseguido (1972)
- Del algarrobo al cerezo (1977)
- Confesiones de un payador (Ediciones Galerna) (1984)
- La palabra sagrada (1989)
- La capataza (1992)
- La canción triste
- Coplas del payador perseguido (Rama Lama Music España, 2007)
[editar] Discografía
[editar] Álbumes de estudio
- Canciones del solitario (Antar PLP 2006. 1957)
- Selecciones de folklore (Antar PLP 2008. 1957)
[editar] En vivo
- El último recital (con Ángel Parra. 1999)
[editar] Colectivos
- ¡El Che vive! (1997)
[editar] Referencias
- ↑ [1] Sitio web oficial de Atahualpa Yupanqui
- ↑ [2] Sitio web oficial de Atahualpa Yupanqui
- ↑ Espacio Latino. «Vida de Atahualpa Yupanqui». Consultado el 3 de noviembre de 2011.
- ↑ SADAIC-Búsqueda en la base de datos de obras registradas
[editar] Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Atahualpa Yupanqui.
Wikiquote alberga frases célebres de o sobre Atahualpa Yupanqui.
- Fundación Atahualpa Yupanqui Sitio web oficial de Atahualpa Yupanqui, administrado por la Fundación que él mismo creara en 1987, actualmente dirigida por su hijo.
lunes, 13 de diciembre de 2010
domingo, 8 de agosto de 2010
nostalgia tucumana
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miércoles, 21 de julio de 2010
ATAHUALPA YUPANQUI
ATAHUALPA YUPANQUI
Atahualpa Yupanqui es el mayor referente de la música folklórica argentina. Compositor, guitarrista, cantante y escritor, ha dejado una obra cuyo conocimiento es esencial para acercarse al paisaje musical argentino, así como a sus costumbres, su entonación y su memoria.
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Profundo conocedor del interior de la Argentina, así como también hombre de amplia cultura universal, supo abordar tanto los temas simples de la sufrida vida rural, como adentrarse en los enigmas e interrogantes que plantea el universo. Y sin salirse nunca de las sencillas formas de la copla y de la canción popular. Encontraremos así en su obra las preguntas que asaltan al pensador durante las noches de desvelo, la soledad, las quejas del pobre carente de trabajo, la dura vida del hombre de campo, los paisajes del Tucumán y de otras provincias argentinas, la evocación de diversos personajes camperos y algunos momentos autobiográficos, entre muchos otros temas.
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Las formas musicales a las que recurre con mayor frecuencia son la milonga, la zamba, la chacarera, la canción norteña y la vidala.
Entre sus canciones más conocidas podemos citar: Viene clareando, El arriero, Zamba del grillo, La añera, La pobrecita, Milonga del peón de campo, Camino del indio, Chacarera de las piedras, Recuerdos del Portezuelo, El alazán, Indiecito dormido, El aromo, Le tengo rabia al silencio, Piedra y camino, Luna Tucumana, Los ejes de mi carreta, Sin caballo y en Montiel, Cachilo dormido, Tú que puedes vuélvete, así como también el extenso relato por milonga El payador perseguido.
De cualquier manera, no hay que olvidar que esta selección es apenas una muestra de un cancionero de gran extensión y calidad, y al que uno puede acercarse a través de cualquiera de sus obras.
Para completar este breve panorama proponemos una segunda serie de canciones para quien esté interesado en conocer más profundamente la obra de Yupanqui: Milonga del solitario, Las coplas de baguala del Valle Calchaquí, El poeta, El promesante, Canción de los horneros, Guitarra dímelo tú, Tierra querida, La viajerita, Lloran las ramas del viento, Huajra, Cruz del sur, Adiós Tucumán, La estancia vieja, Caminito español, Las preguntitas, Los hermanos, La colorada, Pago viejo, Nostalgias tucumanas, etc., etc.
BIOGRAFÍA
Nació en 1908 en la Provincia de Buenos Aires, Partido de Pergamino. Su verdadero nombre fue Héctor Roberto Chavero. Durante la adolescencia adoptaría el seudónimo que lo acompañaría para siempre y por el cual todos lo hemos conocido: Atahualpa Yupanqui.
Entre sus antepasados se encuentran indios, criollos y vascos: "En aquellos pagos del Pergamino nací, para sumarme a la parentela de los Chavero del lejano Loreto santiagueño, de Villa Mercedes de San Luis, de la ruinosa capilla serrana de Alta Gracia. Me galopaban en la sangre trescientos años de América, desde que don Diego Abad Martín Chavero llegó para abatir quebrachos y algarrobos y hacer puertas y columnas para iglesias y capillas (...) Por el lado materno vengo de Regino Haram, de Guipúzcoa, quien se planta en medio de la pampa, levanta su casona, y acerca a su vida a los Guevaras, a los Collazo, gentes 'muy de antes' ..." ("El canto del viento", I ).
Los primeros años de su infancia transcurren en Roca, pueblo de la provincia de Buenos Aires donde su padre trabaja en el ferrocarril.
Allí sus días transcurren entre los asombros y revelaciones que le brinda la vida rural y el maravilloso descubrimiento del mundo de la música, al que se acerca a través del canto de los paisanos y el sonido de sus guitarras: "... mientras a lo largo de los campos se extendía la sombra del crepúsculo, las guitarras de la pampa comenzaban su antigua brujería, tejiendo una red de emociones y recuerdos con asuntos inolvidables. Eran estilos de serenos compases, de un claro y nostálgico discurso, en el que cabían todas las palabras que inspirara la llanura infinita, su trebolar, su monte, el solitario ombú, el galope de los potros, las cosas del amor ausente. Eran milongas pausadas, en el tono de do mayor o mi menor, modos utilizados por los paisanos para decir las cosas objetivas, para narrar con tono lírico los sucesos de la pampa. El canto era la única voz en la penumbra (...) Así, en infinitas tardes, fui penetrando en el canto de la llanura, gracias a esos paisanos. Ellos fueron mis maestros. Ellos, y luego multitud de paisanos que la vida me fue arrimando con el tiempo. Cada cual tenía 'su' estilo. Cada cual expresaba, tocando o cantando, los asuntos que la pampa le dictaba" ("El canto del viento", I).
Y la guitarra será un amor constante a lo largo de toda su vida. Luego de un breve y fracasado intento con el violín, comienza a tomar clases de guitarra con el maestro Bautista Almirón, y allí queda marcado a fuego su destino y su vocación. Descubre, además, la existencia de un vasto repertorio que excedía los temas gauchescos.
"Muchas mañanas, la guitarra de Bautista Almirón llenaba la casa y los rosales del patio con los preludios de Fernando Sor, de Costes, con las acuarelas prodigiosas de Albeniz, Granados, con Tárrega, maestro de maestros, con las transcripciones de Pujol, con Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann. Toda la literatura guitarrística pasaba por la oscura guitarra del maestro Almirón, como derramando bendiciones sobre el mundo nuevo de un muchacho del campo, que penetraba en un continente encantado, sintiendo que esa música, en su corazón, se tornaba tan sagrada que igualaba en virtud al cantar solitario de los gauchos" ("El canto del viento", II).
Sus estudios no pudieron ser constantes ni completos, por diversos motivos: falta de dinero, estudios de otra índole, traslados familiares o giras de concierto del maestro Almirón, pero como él mismo señala estaba el signo impreso en su alma, y ya no habría otro mundo que ése: ¡ La Guitarra !. "La guitarra con toda su luz, con todas las penas y los caminos, y las dudas. ¡ La guitarra con su llanto y su aurora, hermana de mi sangre y mi desvelo, para siempre !" ("El canto del viento", II).
Cuenta con 9 años cuando su familia viaja al Tucumán, provincia a la que volverá repetidas veces a lo largo de su vida, y a la cual lo une un profundo afecto. En el terreno musical, describe este lugar como "el reino de las zambas más lindas de la tierra". Muchas canciones suyas han sido dedicadas al Tucumán o han evocado su gente y sus parajes: la famosísima "Luna tucumana", "Nostalgias tucumanas", "Adiós Tucumán", "Zamba del grillo", "La tucumanita", "La pobrecita", "La raqueña", etc.
Durante su adolescencia regresa a la provincia de Buenos Aires, a Junín. A partir de los 18 años inicia un peregrinaje casi constante, que lo llevará por los más diversos lugares: la ciudad de Buenos Aires, Entre Ríos, el Uruguay, Santa fe, Rosario, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, La Puna, La Rioja, etc.
Como señala Felix Luna, durante mucho tiempo resulta imposible seguir en detalle su itinerario: "Son años y años de andar de aquí para allá, pasando a veces por un pueblo u otro, deteniéndose otras veces por años en cualquier lugar" ("Atahualpa Yupanqui", pág. 36).
En esos años de adolescencia y juventud, además de su trabajo como músico, se desempeña en distintos oficios para ganarse la vida. Fue así, entre otras cosas, hachero, arriero, cargador de carbón, entregador de telegramas, oficial de escribanía, corrector de pruebas y periodista.
También fue común, durante esos primeros años, que recorriera junto con un amigo distintos pueblos del interior proyectando películas en una sábana que utilizaban como pantalla. Terminada la película, venía el concierto de guitarra a cargo de Atahualpa.
Por esas vueltas que tiene la vida, encontrándose en la ciudad de Rosario, donde se desempeñaba como periodista en un diario dirigido por Manolo Rodriguez Araya, le llegó la noticia de la muerte de su maestro de guitarra, Bautista Almirón, y el encargo del director del diario de escribir una crónica sobre su fallecimiento. Escuchemos el doloroso relato de Yupanqui: "Sentado frente a una máquina de escribir, rodeado de muchachos que trabajaban cada cual su tema, que gritaban cosas y nombres y deportes, y telefoneaban afiebradamente, estaba mi corazón desolado. ¡ Y tan lejos de ahí !.
¡Qué selva de guitarras enlutadas contemplaban mis ojos en la noche!
El destino quiso que fuera yo, aquel chango lleno de pampa y timidez, quien escribiera una semblanza del maestro.
De un tirón, como si me hubiera abierto las venas, me desangré en la crónica. Hablé de su capa azul y su chambergo, de su guitarra y de su estampa de músico romántico, sólo comparable a Agustín Barrios en el sueño y el impulso.
(...) Y luego caminé, no sé por dónde, en la ciudad desconocida. Revivía uno a uno, los detalles de mi conocimiento del maestro Almirón. Tenía necesidad de nombrarlo para mí solo en la noche. Y no me animé a verlo muerto. Quiero creer que sigue por ahí, trajinando mundo con su capa y su guitarra y su arrogancia" ("El canto del viento", IV).
Hacia fines de la década del '30 comienza a efectuar sus primeras grabaciones difundiendo, también, su propio cancionero. Registra así, para el sello RCA Victor numerosos cantos y danzas, como "La zamba del cañaveral", "La andariega", La arribeña", "La churqueña", "Tierra Jujeña", "Kaluyo de Huascar", "Viento, viento", "Camino de los valles", "Cañada Honda", "La viajerita", "La raqueña", etc. (Fernando Boasso - "Tierra que anda ..." , pág. 42/43).
En la década del '40 suma a su actividad como compositor e intérprete la de escritor, publicando sus dos primeros libros: "Piedra Sola" (Jujuy) en 1941 y "Aires Indios" (Montevideo) en 1943. Más adelante publica la novela "Cerro Bayo", en la que luego se basaría el guión de la película "Horizontes de Piedra".
Continúan sus grabaciones: "Viene clareando", "Hui jo jo", "Ahí andamos señor", "El arriero", "Zamba del grillo", "Chilca Juliana", "La añera", "La pobrecita", "Camino del indio", entre otras, van cimentando su fama y su prestigio en todo el país.
En 1945 se afilia al Partido Comunista, vínculo que mantendrá hasta el año 1952, fecha en que renuncia al mismo retomando una posición política independiente. Esta afiliación y su actitud crítica ante el gobierno peronista le valdrán un silenciamiento forzoso durante todos esos años. Sus actuaciones fueron prohibidas, no participó en programas radiales, sus grabaciones se interrumpen desde 1947 hasta 1953. Tampoco se permitía la interpretación de sus temas por otros artistas.
Es detenido y encarcelado en ocho oportunidades.
Comienzan en estos años sus retiros en la localidad de Cerro Colorado, en la provincia de Córdoba, donde levanta su casa, y sus viajes por Europa donde obtendrá un reconocimiento excepcional. En 1949 actúa en distintos países de la órbita comunista: Hungría, Checoslovaquia, Rumania y Bulgaria. Recala luego en París, donde se vincula con distintos artistas e intelectuales del momento. Conoce a Edith Piaf quien queda impresionada con su arte y lo invita a participar en sus propios recitales ante el público parisino, en los que obtiene un resonante éxito. En 1950 obtiene el premio de la Academia Charles Cross de París al mejor disco folklórico del año.
A partir de 1953 se levanta su proscripción y vuelve a grabar en forma sostenida: "Tierra querida", "Chacarera de las piedras", "Recuerdos del Portezuelo", "La Tucumanita", "Indiecito dormido", "Lloran las ramas del viento", "La humilde", "Le tengo rabia al silencio", "Luna Tucumana", etc., etc.
Retoma, también, sus actuaciones en Buenos Aires y el interior del país.
En la década del '60 además de sus giras de concierto por Europa, comienza a actuar en el Japón, donde nuevamente obtiene un profundo reconocimiento. Continúa con sus grabaciones: "Los ejes de mi carreta", "Sin caballo y en Montiel", "La alabanza", "Cantor del sur", "El árbol que tu olvidaste", "El payador perseguido" entre muchos otros títulos. Edita, asimismo, uno de sus libros más importantes: "El canto del viento".
En 1967 obtiene el Premio del Festival de Cosquín y en 1968 y 1969 el Premio de la Academia Charles Cross de París al mejor disco extranjero.
De aquí en adelante el reconocimiento de su propio país, América y Europa se ve plasmado en una serie de premios y homenajes: El escenario del Festival Folklórico de Cosquín (el más importante de Argentina) es bautizado con su nombre (1972); es nombrado ciudadano ilustre en el estado de Vera Cruz, México (1973); es condecorado por el gobierno de Venezuela (1978); es nombrado Presidente Honorario de la Asociación de Trovadores de Medellín, Colombia (1979); recibe el Diploma de Honor del Consejo Interamericano de Música de la O.E.A. (1983); recibe el Premio Konex de Platino como autor de folklore (1985); Premio "Caballero de las Artes y Letras" del Ministerio de Cultura de Francia (1986); Doctor Honoris Causa en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina (1990); Ciudadano Ilustre de la ciudad de Buenos Aires (1991).
Recomiendo consultar el libro de Fernando Boasso quien incorpora una extensa lista de premios y distinciones recibidos por el artista. Aquí sólo se han citado algunos ("Tierra que anda ...", pag. 183/185).
Compone en París dos cantatas con música de compositores argentinos: "El sacrificio de Tupac-Amaru" (1971) con música de Enzo Gieco y Raúl Maldonado; y "La Palabra Sagrada" (1989) con música de Juan José Mosalini y Enzo Gieco.
Para completar esta sucinta enunciación de sus obras, cabe recordar aquí sus últimos libros: "Guitarra", "El payador perseguido", "Del algarrobo al cerezo" y "La capataza".
A fines de los '80 concreta la creación de la "Fundación Yupanqui". Cuenta Fernando Boasso: "Por 1987 Don Ata va ultimando los detalles para una fundación, que se concretará en 1989, como Fundación Yupanqui. Declara a 'Clarín' (17 de mayo de 1987): 'Por supuesto, será en Cerro Colorado. Aún no tiene un nombre definido. Será un sitio para los enamorados de la ecología, la naturaleza, la botánica, los idiomas antiguos. En definitiva un hecho cultural en una zona alejada de todo, y un canto de amor muy personal a la tradición. Tengo muchas expectativas de todo esto. Tal vez, cuando yo no esté en el mundo, ese modesto centro centro de ideas continuará de algún modo con mis ideas, con mis afectos'.
(...)'Lo pensamos con mi amigo, el investigador Rex González. Tenía cosas muy valiosas, iba a causar muchos problemas para el hijo tener que conservarlas. Y entonces dejé para la Fundación mi casa de Cerro Colorado. Tenía una casa grande; la regalé con mis libros, los puñales de mi abuelo, ponchos, aperos, regalos que me fue dando la gente en todos estos años de recorrer el mundo...' ". ("Tierra que anda ...", pág. 111).
Encontrará Ud., en más de una oportunidad, la firma de "Pablo del Cerro" en algunas de las canciones interpretadas por Yupanqui. Se trata del seudónimo artístico de quien fue su esposa: Antonieta Paula Pepin Fitzpatrick de Chavero, la que dejó un grupo de aproximadamente 40 composiciones.
Atahualpa Yupanqui falleció en Francia el 23 de mayo de 1992. Sus restos descansan ahora en el Cerro Colorado, Provincia de Córdoba, República Argentina.
Atahualpa Yupanqui es el mayor referente de la música folklórica argentina. Compositor, guitarrista, cantante y escritor, ha dejado una obra cuyo conocimiento es esencial para acercarse al paisaje musical argentino, así como a sus costumbres, su entonación y su memoria.
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Profundo conocedor del interior de la Argentina, así como también hombre de amplia cultura universal, supo abordar tanto los temas simples de la sufrida vida rural, como adentrarse en los enigmas e interrogantes que plantea el universo. Y sin salirse nunca de las sencillas formas de la copla y de la canción popular. Encontraremos así en su obra las preguntas que asaltan al pensador durante las noches de desvelo, la soledad, las quejas del pobre carente de trabajo, la dura vida del hombre de campo, los paisajes del Tucumán y de otras provincias argentinas, la evocación de diversos personajes camperos y algunos momentos autobiográficos, entre muchos otros temas.
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Las formas musicales a las que recurre con mayor frecuencia son la milonga, la zamba, la chacarera, la canción norteña y la vidala.
Entre sus canciones más conocidas podemos citar: Viene clareando, El arriero, Zamba del grillo, La añera, La pobrecita, Milonga del peón de campo, Camino del indio, Chacarera de las piedras, Recuerdos del Portezuelo, El alazán, Indiecito dormido, El aromo, Le tengo rabia al silencio, Piedra y camino, Luna Tucumana, Los ejes de mi carreta, Sin caballo y en Montiel, Cachilo dormido, Tú que puedes vuélvete, así como también el extenso relato por milonga El payador perseguido.
De cualquier manera, no hay que olvidar que esta selección es apenas una muestra de un cancionero de gran extensión y calidad, y al que uno puede acercarse a través de cualquiera de sus obras.
Para completar este breve panorama proponemos una segunda serie de canciones para quien esté interesado en conocer más profundamente la obra de Yupanqui: Milonga del solitario, Las coplas de baguala del Valle Calchaquí, El poeta, El promesante, Canción de los horneros, Guitarra dímelo tú, Tierra querida, La viajerita, Lloran las ramas del viento, Huajra, Cruz del sur, Adiós Tucumán, La estancia vieja, Caminito español, Las preguntitas, Los hermanos, La colorada, Pago viejo, Nostalgias tucumanas, etc., etc.
BIOGRAFÍA
Nació en 1908 en la Provincia de Buenos Aires, Partido de Pergamino. Su verdadero nombre fue Héctor Roberto Chavero. Durante la adolescencia adoptaría el seudónimo que lo acompañaría para siempre y por el cual todos lo hemos conocido: Atahualpa Yupanqui.
Entre sus antepasados se encuentran indios, criollos y vascos: "En aquellos pagos del Pergamino nací, para sumarme a la parentela de los Chavero del lejano Loreto santiagueño, de Villa Mercedes de San Luis, de la ruinosa capilla serrana de Alta Gracia. Me galopaban en la sangre trescientos años de América, desde que don Diego Abad Martín Chavero llegó para abatir quebrachos y algarrobos y hacer puertas y columnas para iglesias y capillas (...) Por el lado materno vengo de Regino Haram, de Guipúzcoa, quien se planta en medio de la pampa, levanta su casona, y acerca a su vida a los Guevaras, a los Collazo, gentes 'muy de antes' ..." ("El canto del viento", I ).
Los primeros años de su infancia transcurren en Roca, pueblo de la provincia de Buenos Aires donde su padre trabaja en el ferrocarril.
Allí sus días transcurren entre los asombros y revelaciones que le brinda la vida rural y el maravilloso descubrimiento del mundo de la música, al que se acerca a través del canto de los paisanos y el sonido de sus guitarras: "... mientras a lo largo de los campos se extendía la sombra del crepúsculo, las guitarras de la pampa comenzaban su antigua brujería, tejiendo una red de emociones y recuerdos con asuntos inolvidables. Eran estilos de serenos compases, de un claro y nostálgico discurso, en el que cabían todas las palabras que inspirara la llanura infinita, su trebolar, su monte, el solitario ombú, el galope de los potros, las cosas del amor ausente. Eran milongas pausadas, en el tono de do mayor o mi menor, modos utilizados por los paisanos para decir las cosas objetivas, para narrar con tono lírico los sucesos de la pampa. El canto era la única voz en la penumbra (...) Así, en infinitas tardes, fui penetrando en el canto de la llanura, gracias a esos paisanos. Ellos fueron mis maestros. Ellos, y luego multitud de paisanos que la vida me fue arrimando con el tiempo. Cada cual tenía 'su' estilo. Cada cual expresaba, tocando o cantando, los asuntos que la pampa le dictaba" ("El canto del viento", I).
Y la guitarra será un amor constante a lo largo de toda su vida. Luego de un breve y fracasado intento con el violín, comienza a tomar clases de guitarra con el maestro Bautista Almirón, y allí queda marcado a fuego su destino y su vocación. Descubre, además, la existencia de un vasto repertorio que excedía los temas gauchescos.
"Muchas mañanas, la guitarra de Bautista Almirón llenaba la casa y los rosales del patio con los preludios de Fernando Sor, de Costes, con las acuarelas prodigiosas de Albeniz, Granados, con Tárrega, maestro de maestros, con las transcripciones de Pujol, con Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann. Toda la literatura guitarrística pasaba por la oscura guitarra del maestro Almirón, como derramando bendiciones sobre el mundo nuevo de un muchacho del campo, que penetraba en un continente encantado, sintiendo que esa música, en su corazón, se tornaba tan sagrada que igualaba en virtud al cantar solitario de los gauchos" ("El canto del viento", II).
Sus estudios no pudieron ser constantes ni completos, por diversos motivos: falta de dinero, estudios de otra índole, traslados familiares o giras de concierto del maestro Almirón, pero como él mismo señala estaba el signo impreso en su alma, y ya no habría otro mundo que ése: ¡ La Guitarra !. "La guitarra con toda su luz, con todas las penas y los caminos, y las dudas. ¡ La guitarra con su llanto y su aurora, hermana de mi sangre y mi desvelo, para siempre !" ("El canto del viento", II).
Cuenta con 9 años cuando su familia viaja al Tucumán, provincia a la que volverá repetidas veces a lo largo de su vida, y a la cual lo une un profundo afecto. En el terreno musical, describe este lugar como "el reino de las zambas más lindas de la tierra". Muchas canciones suyas han sido dedicadas al Tucumán o han evocado su gente y sus parajes: la famosísima "Luna tucumana", "Nostalgias tucumanas", "Adiós Tucumán", "Zamba del grillo", "La tucumanita", "La pobrecita", "La raqueña", etc.
Durante su adolescencia regresa a la provincia de Buenos Aires, a Junín. A partir de los 18 años inicia un peregrinaje casi constante, que lo llevará por los más diversos lugares: la ciudad de Buenos Aires, Entre Ríos, el Uruguay, Santa fe, Rosario, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, La Puna, La Rioja, etc.
Como señala Felix Luna, durante mucho tiempo resulta imposible seguir en detalle su itinerario: "Son años y años de andar de aquí para allá, pasando a veces por un pueblo u otro, deteniéndose otras veces por años en cualquier lugar" ("Atahualpa Yupanqui", pág. 36).
En esos años de adolescencia y juventud, además de su trabajo como músico, se desempeña en distintos oficios para ganarse la vida. Fue así, entre otras cosas, hachero, arriero, cargador de carbón, entregador de telegramas, oficial de escribanía, corrector de pruebas y periodista.
También fue común, durante esos primeros años, que recorriera junto con un amigo distintos pueblos del interior proyectando películas en una sábana que utilizaban como pantalla. Terminada la película, venía el concierto de guitarra a cargo de Atahualpa.
Por esas vueltas que tiene la vida, encontrándose en la ciudad de Rosario, donde se desempeñaba como periodista en un diario dirigido por Manolo Rodriguez Araya, le llegó la noticia de la muerte de su maestro de guitarra, Bautista Almirón, y el encargo del director del diario de escribir una crónica sobre su fallecimiento. Escuchemos el doloroso relato de Yupanqui: "Sentado frente a una máquina de escribir, rodeado de muchachos que trabajaban cada cual su tema, que gritaban cosas y nombres y deportes, y telefoneaban afiebradamente, estaba mi corazón desolado. ¡ Y tan lejos de ahí !.
¡Qué selva de guitarras enlutadas contemplaban mis ojos en la noche!
El destino quiso que fuera yo, aquel chango lleno de pampa y timidez, quien escribiera una semblanza del maestro.
De un tirón, como si me hubiera abierto las venas, me desangré en la crónica. Hablé de su capa azul y su chambergo, de su guitarra y de su estampa de músico romántico, sólo comparable a Agustín Barrios en el sueño y el impulso.
(...) Y luego caminé, no sé por dónde, en la ciudad desconocida. Revivía uno a uno, los detalles de mi conocimiento del maestro Almirón. Tenía necesidad de nombrarlo para mí solo en la noche. Y no me animé a verlo muerto. Quiero creer que sigue por ahí, trajinando mundo con su capa y su guitarra y su arrogancia" ("El canto del viento", IV).
Hacia fines de la década del '30 comienza a efectuar sus primeras grabaciones difundiendo, también, su propio cancionero. Registra así, para el sello RCA Victor numerosos cantos y danzas, como "La zamba del cañaveral", "La andariega", La arribeña", "La churqueña", "Tierra Jujeña", "Kaluyo de Huascar", "Viento, viento", "Camino de los valles", "Cañada Honda", "La viajerita", "La raqueña", etc. (Fernando Boasso - "Tierra que anda ..." , pág. 42/43).
En la década del '40 suma a su actividad como compositor e intérprete la de escritor, publicando sus dos primeros libros: "Piedra Sola" (Jujuy) en 1941 y "Aires Indios" (Montevideo) en 1943. Más adelante publica la novela "Cerro Bayo", en la que luego se basaría el guión de la película "Horizontes de Piedra".
Continúan sus grabaciones: "Viene clareando", "Hui jo jo", "Ahí andamos señor", "El arriero", "Zamba del grillo", "Chilca Juliana", "La añera", "La pobrecita", "Camino del indio", entre otras, van cimentando su fama y su prestigio en todo el país.
En 1945 se afilia al Partido Comunista, vínculo que mantendrá hasta el año 1952, fecha en que renuncia al mismo retomando una posición política independiente. Esta afiliación y su actitud crítica ante el gobierno peronista le valdrán un silenciamiento forzoso durante todos esos años. Sus actuaciones fueron prohibidas, no participó en programas radiales, sus grabaciones se interrumpen desde 1947 hasta 1953. Tampoco se permitía la interpretación de sus temas por otros artistas.
Es detenido y encarcelado en ocho oportunidades.
Comienzan en estos años sus retiros en la localidad de Cerro Colorado, en la provincia de Córdoba, donde levanta su casa, y sus viajes por Europa donde obtendrá un reconocimiento excepcional. En 1949 actúa en distintos países de la órbita comunista: Hungría, Checoslovaquia, Rumania y Bulgaria. Recala luego en París, donde se vincula con distintos artistas e intelectuales del momento. Conoce a Edith Piaf quien queda impresionada con su arte y lo invita a participar en sus propios recitales ante el público parisino, en los que obtiene un resonante éxito. En 1950 obtiene el premio de la Academia Charles Cross de París al mejor disco folklórico del año.
A partir de 1953 se levanta su proscripción y vuelve a grabar en forma sostenida: "Tierra querida", "Chacarera de las piedras", "Recuerdos del Portezuelo", "La Tucumanita", "Indiecito dormido", "Lloran las ramas del viento", "La humilde", "Le tengo rabia al silencio", "Luna Tucumana", etc., etc.
Retoma, también, sus actuaciones en Buenos Aires y el interior del país.
En la década del '60 además de sus giras de concierto por Europa, comienza a actuar en el Japón, donde nuevamente obtiene un profundo reconocimiento. Continúa con sus grabaciones: "Los ejes de mi carreta", "Sin caballo y en Montiel", "La alabanza", "Cantor del sur", "El árbol que tu olvidaste", "El payador perseguido" entre muchos otros títulos. Edita, asimismo, uno de sus libros más importantes: "El canto del viento".
En 1967 obtiene el Premio del Festival de Cosquín y en 1968 y 1969 el Premio de la Academia Charles Cross de París al mejor disco extranjero.
De aquí en adelante el reconocimiento de su propio país, América y Europa se ve plasmado en una serie de premios y homenajes: El escenario del Festival Folklórico de Cosquín (el más importante de Argentina) es bautizado con su nombre (1972); es nombrado ciudadano ilustre en el estado de Vera Cruz, México (1973); es condecorado por el gobierno de Venezuela (1978); es nombrado Presidente Honorario de la Asociación de Trovadores de Medellín, Colombia (1979); recibe el Diploma de Honor del Consejo Interamericano de Música de la O.E.A. (1983); recibe el Premio Konex de Platino como autor de folklore (1985); Premio "Caballero de las Artes y Letras" del Ministerio de Cultura de Francia (1986); Doctor Honoris Causa en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina (1990); Ciudadano Ilustre de la ciudad de Buenos Aires (1991).
Recomiendo consultar el libro de Fernando Boasso quien incorpora una extensa lista de premios y distinciones recibidos por el artista. Aquí sólo se han citado algunos ("Tierra que anda ...", pag. 183/185).
Compone en París dos cantatas con música de compositores argentinos: "El sacrificio de Tupac-Amaru" (1971) con música de Enzo Gieco y Raúl Maldonado; y "La Palabra Sagrada" (1989) con música de Juan José Mosalini y Enzo Gieco.
Para completar esta sucinta enunciación de sus obras, cabe recordar aquí sus últimos libros: "Guitarra", "El payador perseguido", "Del algarrobo al cerezo" y "La capataza".
A fines de los '80 concreta la creación de la "Fundación Yupanqui". Cuenta Fernando Boasso: "Por 1987 Don Ata va ultimando los detalles para una fundación, que se concretará en 1989, como Fundación Yupanqui. Declara a 'Clarín' (17 de mayo de 1987): 'Por supuesto, será en Cerro Colorado. Aún no tiene un nombre definido. Será un sitio para los enamorados de la ecología, la naturaleza, la botánica, los idiomas antiguos. En definitiva un hecho cultural en una zona alejada de todo, y un canto de amor muy personal a la tradición. Tengo muchas expectativas de todo esto. Tal vez, cuando yo no esté en el mundo, ese modesto centro centro de ideas continuará de algún modo con mis ideas, con mis afectos'.
(...)'Lo pensamos con mi amigo, el investigador Rex González. Tenía cosas muy valiosas, iba a causar muchos problemas para el hijo tener que conservarlas. Y entonces dejé para la Fundación mi casa de Cerro Colorado. Tenía una casa grande; la regalé con mis libros, los puñales de mi abuelo, ponchos, aperos, regalos que me fue dando la gente en todos estos años de recorrer el mundo...' ". ("Tierra que anda ...", pág. 111).
Encontrará Ud., en más de una oportunidad, la firma de "Pablo del Cerro" en algunas de las canciones interpretadas por Yupanqui. Se trata del seudónimo artístico de quien fue su esposa: Antonieta Paula Pepin Fitzpatrick de Chavero, la que dejó un grupo de aproximadamente 40 composiciones.
Atahualpa Yupanqui falleció en Francia el 23 de mayo de 1992. Sus restos descansan ahora en el Cerro Colorado, Provincia de Córdoba, República Argentina.
martes, 20 de julio de 2010
martes, 22 de junio de 2010
zamba de Vargas
Comentario de Cucho Marquez:
"Después vienen los otros, los que dicen: "Tengo mi mensaje" y han escrito dos zambas, una chacarera y una canción de protesta y a eso le llaman "mensaje". Eso es falso. Mensaje es una vida. Mensaje es Tagore, mensaje es Cristo, mensaje son setenta y cinco años de Chazarreta tocando danzas y nunca hablando de mensaje; pero lo dejó..."
Esto decía Yupanqui de Don Andrés Chazarreta, quien realizó una labor muy importante de recopilación del cancionero argentino. A él se debe esta versión publicada en 1906 de la que podríamos llamar la madre de todas las zambas. El tema es ya conocido por versiones posteriores: el enfrentamiento de Felipe Varela con el general Taboada en la batalla de Pozo de Vargas, en las cercanías de La Rioja. Zamba al estilo tradicional, con cuatro largas estrofas y sin estribillo. Atahualpa Yupanqui se lamentaba antes de morir que "dentro de cincuenta años, ningún niño argentino va a saber cómo era la Zamba de Vargas". Para remediarlo, Juan Carlos Saravia y sus Chalchaleros nos han vuelto a enseñar lo bien que suena hoy este canto, en su album cincuentenario:"Una Leyenda", en el que sólo se echa en falta la bella introducción compuesta por Ernesto Cabeza.
Z A M B A D E V A R G A S
Letra: Domingo Lombardi
Música: Andrés Chazarreta
Forman los riojanos
en Pozo 'e Vargas;
los manda Varela,
firme en batallas.
Contra los santiagueños,
con gran denuedo, van a pelear;
ya Don Manuel Taboada
alza su espada: se ve brillar.
Atacó Varela,
con gran pujanza:
tocando a degüello,
a sable y lanza.
Se oyen los alaridos,
en el estruendo de la carga
y ya pierden terreno
los santiagueños de Taboada
"Bravos santiagueños
-dijo Taboada-
vencer o la muerte
vuelvan su cara.
Por la tierra querida,
demos la vida para triunfar"
Y ahí no más a la banda
la vieja zamba mandó a tocar.
En el entrevero
se alzó esta zamba,
llevando en sus notas
bríos al alba.
Y el triunfo consiguieron
los santiagueños y este cantar
para eterna memoria,
Zamba de Vargas siempre será.
‘e: (Contracción) de, he de.
riojano: natural de o relativo a la Rioja, capital y provincia de la zona andina
santiagüeño: natural de o relativo a Santiago del Estero
entrevero: (arg) confusión, desorden
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"Después vienen los otros, los que dicen: "Tengo mi mensaje" y han escrito dos zambas, una chacarera y una canción de protesta y a eso le llaman "mensaje". Eso es falso. Mensaje es una vida. Mensaje es Tagore, mensaje es Cristo, mensaje son setenta y cinco años de Chazarreta tocando danzas y nunca hablando de mensaje; pero lo dejó..."
Esto decía Yupanqui de Don Andrés Chazarreta, quien realizó una labor muy importante de recopilación del cancionero argentino. A él se debe esta versión publicada en 1906 de la que podríamos llamar la madre de todas las zambas. El tema es ya conocido por versiones posteriores: el enfrentamiento de Felipe Varela con el general Taboada en la batalla de Pozo de Vargas, en las cercanías de La Rioja. Zamba al estilo tradicional, con cuatro largas estrofas y sin estribillo. Atahualpa Yupanqui se lamentaba antes de morir que "dentro de cincuenta años, ningún niño argentino va a saber cómo era la Zamba de Vargas". Para remediarlo, Juan Carlos Saravia y sus Chalchaleros nos han vuelto a enseñar lo bien que suena hoy este canto, en su album cincuentenario:"Una Leyenda", en el que sólo se echa en falta la bella introducción compuesta por Ernesto Cabeza.
Z A M B A D E V A R G A S
Letra: Domingo Lombardi
Música: Andrés Chazarreta
Forman los riojanos
en Pozo 'e Vargas;
los manda Varela,
firme en batallas.
Contra los santiagueños,
con gran denuedo, van a pelear;
ya Don Manuel Taboada
alza su espada: se ve brillar.
Atacó Varela,
con gran pujanza:
tocando a degüello,
a sable y lanza.
Se oyen los alaridos,
en el estruendo de la carga
y ya pierden terreno
los santiagueños de Taboada
"Bravos santiagueños
-dijo Taboada-
vencer o la muerte
vuelvan su cara.
Por la tierra querida,
demos la vida para triunfar"
Y ahí no más a la banda
la vieja zamba mandó a tocar.
En el entrevero
se alzó esta zamba,
llevando en sus notas
bríos al alba.
Y el triunfo consiguieron
los santiagueños y este cantar
para eterna memoria,
Zamba de Vargas siempre será.
‘e: (Contracción) de, he de.
riojano: natural de o relativo a la Rioja, capital y provincia de la zona andina
santiagüeño: natural de o relativo a Santiago del Estero
entrevero: (arg) confusión, desorden
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Libellés :
atahualpa yupanqui,
folhlore,
guitarra
domingo, 6 de junio de 2010
Atahualpa Yupanqui - obra completa para guitarra.zip
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viernes, 4 de junio de 2010
Atahualpa Yupanqui - Entrevista en A Fondo de TVE - DVDRip.avi
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