“Y claro... nada menos que “El Padre de la Patria”, el general D José de San Martín, decía allá por 1814, que unos arrieros, conve
rtidos en milicianos, daban guerra sin cuartel a los realistas. Esos gauchos, los del general Martín Miguel de Güemes, ganan fama, gloria y de allí a la leyenda, tan solo un paso.
El salteño es orgulloso heredero de aquellos gauchos de grandes guardamontes en el apero, de ponchos colorados con lista negra y el corbatín, señal de respetuoso y permanente duelo por la muerte del heroico caudillo.
El apero salteño, está compuesto por la silla de pelo de cochucho (fagara-coco, de madera noble y blanda, liviana y de múltiples aplicaciones en carpintería), retobada con cuero de potro y reforzada por dentro con planchuelas de hierro. El arzón delantero es alto y en arco, mientras que la parte posterior es en forma de peineta, al mejor estilo español antiguo.
Sorprenden las caronas: una de suela ricamente labrada o repujada, o de vacuno con todo el pelo; la otra lujosísima de yaguareté (jaguar). La primera remata en pronunciadas puntas; la otra, algo más corta y de punta roma, ancha cincha de “trencitas” de cuero crudo, estribe ras del mismo material, de las que penden los característicos estribos trompa de chancho o estribos de baúl (por sus formas), realizados en madera de tala.
Otra prenda muy particular de este apero es la lonja pescuecera o lonja cogotera, una pieza de cuero crudo, maceteado, bien graneado, que va colocada en el pecho del montado –yeguarizo o mular- a manera de gran corbata. Tiene buen lazo, y con ese gran escudo que son los guardamontes, protectores y linajudos, estos centauros norteños, literalmente cubierto de cuero desde la cabeza a los pies, montados en sus vistosos caballos de sobre paso o machos mulos, en arduos trabajos rurales entran y salen de los espinosos montes naturales con la habilidad que no podría igualar ningún otro jinete provinciano.
Para ir cerrando... la blandura de la silla la proporcionan tres pellones o cojinillos, coronando un sobrepuesto de miquilo que recuerda las propiedades frescas de esa piel. En general tiene buenas sogas de cuero flor, bien graneado o de cuero de anta, frenos de candado o mulero. Los patrones de estancia o mayordomos suelen ensillar con prendas de plata, botas de descarne y, permanentemente calzadas, las espuelas más bien chicas, de metal, de corto pihuelo y rodajas también chicas...
Puedo asegurar que por el ruido que produce la cabalgadura en su marcha y sordo acompañamiento de sus “sogas”, no pasa desapercibido ningún jinete salteño, cuando en un “marchao parejo” (movimiento entre paso y trote) de su pasuco o charandela con público o sin él, se le representará a usted una postal de los albores de la Independencia de nuestra Patria... no lo dude”, expresa Galarza.
El salteño es orgulloso heredero de aquellos gauchos de grandes guardamontes en el apero, de ponchos colorados con lista negra y el corbatín, señal de respetuoso y permanente duelo por la muerte del heroico caudillo.
El apero salteño, está compuesto por la silla de pelo de cochucho (fagara-coco, de madera noble y blanda, liviana y de múltiples aplicaciones en carpintería), retobada con cuero de potro y reforzada por dentro con planchuelas de hierro. El arzón delantero es alto y en arco, mientras que la parte posterior es en forma de peineta, al mejor estilo español antiguo.
Sorprenden las caronas: una de suela ricamente labrada o repujada, o de vacuno con todo el pelo; la otra lujosísima de yaguareté (jaguar). La primera remata en pronunciadas puntas; la otra, algo más corta y de punta roma, ancha cincha de “trencitas” de cuero crudo, estribe ras del mismo material, de las que penden los característicos estribos trompa de chancho o estribos de baúl (por sus formas), realizados en madera de tala.
Otra prenda muy particular de este apero es la lonja pescuecera o lonja cogotera, una pieza de cuero crudo, maceteado, bien graneado, que va colocada en el pecho del montado –yeguarizo o mular- a manera de gran corbata. Tiene buen lazo, y con ese gran escudo que son los guardamontes, protectores y linajudos, estos centauros norteños, literalmente cubierto de cuero desde la cabeza a los pies, montados en sus vistosos caballos de sobre paso o machos mulos, en arduos trabajos rurales entran y salen de los espinosos montes naturales con la habilidad que no podría igualar ningún otro jinete provinciano.
Para ir cerrando... la blandura de la silla la proporcionan tres pellones o cojinillos, coronando un sobrepuesto de miquilo que recuerda las propiedades frescas de esa piel. En general tiene buenas sogas de cuero flor, bien graneado o de cuero de anta, frenos de candado o mulero. Los patrones de estancia o mayordomos suelen ensillar con prendas de plata, botas de descarne y, permanentemente calzadas, las espuelas más bien chicas, de metal, de corto pihuelo y rodajas también chicas...
Puedo asegurar que por el ruido que produce la cabalgadura en su marcha y sordo acompañamiento de sus “sogas”, no pasa desapercibido ningún jinete salteño, cuando en un “marchao parejo” (movimiento entre paso y trote) de su pasuco o charandela con público o sin él, se le representará a usted una postal de los albores de la Independencia de nuestra Patria... no lo dude”, expresa Galarza.
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