LOS PAYADORES
Fueron en los siglos XVIII y XIX verdaderos juglares o trovadores de la pampa. Los primeros payadores que aparecieron en el Río de la Plata datan de la época de la colonia y fueron casi todos anónimos, se recuerda entre otro
Fueron en los siglos XVIII y XIX verdaderos juglares o trovadores de la pampa. Los primeros payadores que aparecieron en el Río de la Plata datan de la época de la colonia y fueron casi todos anónimos, se recuerda entre otro
s al fraile José B. Macel que en 1780 empleó la frase “aquí me pongo a cantar” y que luego José Hernández inmortalizaría en el Martín Fierro, también Pantaleón Rivarola cantó en sus versos la epopeya de las Invasiones Inglesas.
Santos Vega, Gabino Ezeisa, son representantes indiscutibles de este modo de cantar.
Estos payadores improvisaban con versos octosílabos arreglados en cuartetas, sextillas o décimas.
Payadores avezados tenían sus contrapuntos a pié forzado, es decir se debía comenzar la contestación rimando con el último pié dado por el contendor.
A partir de la segunda década del 1800 proliferan cantores en las pulperías que narran las hazañas de sus caudillos preferidos defendiendo así sus ideas, ya federales o unitarias.
Si bien estos no improvisaban, poco a poco, este simple canto de los poetas de la pampa se fue transformando y convirtiéndose en una suerte de “justa” donde la improvisación y originalidad daban a uno de ellos en ganador.
Los temas al principio fueron patrióticos, la independencia, las luchas civiles, las proezas de los caudillos y las tareas camperas. Más tarde giraron sobre temas más abstractos llegando a tratar sobre filosofía y ética.
“Esto parece indicar una elevada cultura de los payadores del siglo pasado, pero no era así, sin embargo pues había muchos analfabetos y los más, se dedicaban a leer superficialmente algo para poner en aprietos al contendor ocasional con nombres, fechas o citas de diversa índole. Esto parece una crítica, es en cambio un elogio a sus condiciones naturales de inteligencia que les permitía a veces extraordinarias improvisaciones en verso.” M.A.Castagnino.
Los payadores recorrían los boliches brindando sus canciones y cuando dos de ellos se encontraban se armaban las famosas payadas
Una anécdota jugosa.
A mediados de 1948 visitó nuestro país el célebre literato español Juan Ramón Giménez, autor del conocido “Platero y yo”. Entre muchos homenajes que se le realizaron le invitaron a un asado en una estancia a fin de que escuchara también nuestra música y como parte de ella el canto payadoril.
Una vez degustado el asado los payadores comienzan su improvisación con saludos al honorable huésped. Las décimas rimadas se suceden pero, hete aquí, que el invitado no prestaba la mínima atención manteniendo una animada charla con la gente que lo rodeaba.
Disgustado por este hecho, otro payador presente, que si no me contaron mal, se llamaba García Morel pidió una guitarra y sentándose frente al invitado de honor y haciendo vibrar las cuerdas dijo con voz potente: -“Ahora voy a cantar yo”, y se mandó una improvisación sobre la historia de España desde la invasión mora, su dominación y cultura, describió con pelos y señales la Alhambra continuó con la época de la inquisición para concluir con la monarquía y el reinado de Fernando VII.
Estuvo cantando más de una hora en el que no dejó de improvisar y de mirar fijamente a su interlocutor.
Cuando terminó, se puso de pie y dijo a Giménez: -Señor, usted que es poeta e intelectual, lo invito a que cante la historia de vuestra tierra en versos improvisados como lo acabo de hacer yo.”
El autor de Platero no sabía dónde meterse y por supuesto no le quedaron muchas ganas de seguir charlando.
Al poco rato dio sus excusas y se retiró de lugar
Santos Vega, Gabino Ezeisa, son representantes indiscutibles de este modo de cantar.
Estos payadores improvisaban con versos octosílabos arreglados en cuartetas, sextillas o décimas.
Payadores avezados tenían sus contrapuntos a pié forzado, es decir se debía comenzar la contestación rimando con el último pié dado por el contendor.
A partir de la segunda década del 1800 proliferan cantores en las pulperías que narran las hazañas de sus caudillos preferidos defendiendo así sus ideas, ya federales o unitarias.
Si bien estos no improvisaban, poco a poco, este simple canto de los poetas de la pampa se fue transformando y convirtiéndose en una suerte de “justa” donde la improvisación y originalidad daban a uno de ellos en ganador.
Los temas al principio fueron patrióticos, la independencia, las luchas civiles, las proezas de los caudillos y las tareas camperas. Más tarde giraron sobre temas más abstractos llegando a tratar sobre filosofía y ética.
“Esto parece indicar una elevada cultura de los payadores del siglo pasado, pero no era así, sin embargo pues había muchos analfabetos y los más, se dedicaban a leer superficialmente algo para poner en aprietos al contendor ocasional con nombres, fechas o citas de diversa índole. Esto parece una crítica, es en cambio un elogio a sus condiciones naturales de inteligencia que les permitía a veces extraordinarias improvisaciones en verso.” M.A.Castagnino.
Los payadores recorrían los boliches brindando sus canciones y cuando dos de ellos se encontraban se armaban las famosas payadas
Una anécdota jugosa.
A mediados de 1948 visitó nuestro país el célebre literato español Juan Ramón Giménez, autor del conocido “Platero y yo”. Entre muchos homenajes que se le realizaron le invitaron a un asado en una estancia a fin de que escuchara también nuestra música y como parte de ella el canto payadoril.
Una vez degustado el asado los payadores comienzan su improvisación con saludos al honorable huésped. Las décimas rimadas se suceden pero, hete aquí, que el invitado no prestaba la mínima atención manteniendo una animada charla con la gente que lo rodeaba.
Disgustado por este hecho, otro payador presente, que si no me contaron mal, se llamaba García Morel pidió una guitarra y sentándose frente al invitado de honor y haciendo vibrar las cuerdas dijo con voz potente: -“Ahora voy a cantar yo”, y se mandó una improvisación sobre la historia de España desde la invasión mora, su dominación y cultura, describió con pelos y señales la Alhambra continuó con la época de la inquisición para concluir con la monarquía y el reinado de Fernando VII.
Estuvo cantando más de una hora en el que no dejó de improvisar y de mirar fijamente a su interlocutor.
Cuando terminó, se puso de pie y dijo a Giménez: -Señor, usted que es poeta e intelectual, lo invito a que cante la historia de vuestra tierra en versos improvisados como lo acabo de hacer yo.”
El autor de Platero no sabía dónde meterse y por supuesto no le quedaron muchas ganas de seguir charlando.
Al poco rato dio sus excusas y se retiró de lugar
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