GAUCHOS Y TRADICIONALISTAS.
Hay veces que me pregunto por que existen peleas o discusiones entre dos partes que según mi entender, deberían luchar por lo mismo: “mantener viva la Tradición”. Unos desde la experiencia y el trabajo diario, o
Hay veces que me pregunto por que existen peleas o discusiones entre dos partes que según mi entender, deberían luchar por lo mismo: “mantener viva la Tradición”. Unos desde la experiencia y el trabajo diario, o
tros desde la investigación, colecciones de fotos, documentos, libros, “pìlchas”, carruajes y otras prendas del pasado, algunas costosísimas y que sin el aporte de un bolsillo poderoso, se perderían para siempre.
La verdad es que nunca logré darme una respuesta. ¿Será que las diferencias son tan grandes y profundas que no se pueden arreglar? Yo creo que no, a veces pienso que simplemente se trata de intransigencia por parte de ambos y que a veces se acercan al absurdo.
Yo creo que un tambero, un resero o un soguero es tan gaucho y defensor de nuestras tradiciones que aquellos historiadores que en una biblioteca investigaron, leyeron y hurgaron en la historia, quizás robando horas a su descanso, hasta lograr, por ejemplo, la reivindicación de Juan Manuel de Rosas, a quien, ahora todo aquel que se precie de ser gaucho lo tiene por un héroe, cuando hace unos años atrás se lo defenestraba como el “sangriento dictador”. ¿Gracias a quién se produjo “ese milagro”?
¿ Es más gaucho aquellos que hoy manejan un tractor, día y noche sembrando los campos de la Patria los que trabajan en corrales, mangas y embarcaderos de cualquier Sociedad Rural del país que los escritores José Hernández, Güiraldes o López Osornio que nos legaron esos dechados de Tradición y Patria con sus célebres escritos. Y hasta me atrevería a poner a esa altura a Guillermo Hudson quién, pese a ser inglés y haber escrito estos libros en su patria, en su “Tierra Purpúrea” o “Allá Lejos y Hace Tiempo”, nos brindó excepcionales descripciones, de personajes, fauna y flora de nuestra pampa como jamás lo hizo nadie.
¿ Es más gaucho un alambrador o un molinero que aquel platero que investiga en libros, láminas, pinturas y museos para mantener viva esa tradición de nuestro pueblo gaucho, que es la platería campera?
¿ Es más gaucho un puestero que se levanta a la mañana bien temprano para recorrer el campo que algún tejendero de esos que hasta viajan al sur de nuestro país y se pasan meses aprendiendo las viejas técnicas del telar, para luego dar forma a esas expresiones de nuestra cultura que de otra manera se perderían ?
En fin, se me ocurren decenas de ejemplos para sumarlos a estos, pintores, dibujantes, escultores. Todas personas que luchan por lo mismo. Y querer la Tradición no significa ponerse las pilchas y pararse ladeando una cadera o caminando como si aun no se hubiese bajado del caballo.
Muchas veces me preguntan en las exposiciones que hago y en las charlas que doy, porque yo no visto de paisano.
Si bien de chico lo hice, hoy de grande siento un gran respeto por esas pilchas y a veces pienso que si las usara, estaría mintiendo.
Recuerdo que una vez para contestar esa pregunta, escribí una octavilla que decía:
El honrar la Tradición
no es vestirse de paisano,
ni con un poncho en la mano,
revolear sin ton ni son.
Es el sentir emoción
con nuestras cosas camperas
y es abrir bien las tranqueras
del alma y el corazón.
Nadie puede negar, que hay cantores sureros muy buenos y aquí quizás me traicione el aprecio que siento por él, pero si alguien ha hecho con su música, sus letras y sus libros, tradición, es mi querido y dilecto amigo Héctor del Valle. Investigando, leyendo y buscando datos en las Iglesias, Juzgados de Paz y cuanto archivo histórico encuentre en pueblitos y ciudades para luego redactar y poner música a hechos de nuestra historia.
Y precisamente de su puño y letra a escrito esta milonga y que la considero el mejor ejemplo de lo que estoy diciendo y pido, por favor, que se lea con atención, ya que en ella Héctor reconoce sus falencias como gaucho, cosa que de inguna manera desmerece su valor e importancia en el criollismo y la Tradición.
En mi rancho podrá ver
si lo observa con cuida’o
pilchas y armas que he colga’o,
pertenencias del ayer.
Es un campero placer
ver colga’os unos cinchones,
culeros con patacones
y algunos viejos fusiles
a más de algunos candiles
que alumbran las Tradiciones.
Aunque no soy tomador
tengo un chifle bien carga’o
que perteneció a un solda’o
que se hizo desertor.
Dos limetas flor y flor,
Rememoran el pasa’o,
Un medio frasco arrumba’o
Del “terne” aquel que al dentrar
A Fierro quiso apurar
Diciendo: “Beba cuña’o.
De plata un buen arriador,
aunque yo tampoco arreo,
lo guardo como un trofeo
de un porteño cuarteador.
También tengo un maneador
y un par de riendas lujosas,
dos californias famosas
por la audacia de un cuatrero
y un trabuco naranjero
de aquellos tiempo de Rosas.
Aunque tampoco he bolea’o
tengo unas avestruceras
que son de la vieja era
de un tiempo lindo pasa’o.
Un buen cuchillo afila’o
que jamás a un duelo entró
y que siempre se lució
como pilcha de un campero,
es recuerdo de un carrero
que una vez me lo obsequió.
Una buena selección
de cencerros navarreros,
frenos, bozales, taleros
y ponchos de colección.
Tijeras a discreción,
aunque no aprendí a tusar,
varias marcas pa’ marcar
y un viejo estribo machazo
y trenza’o de seis un lazo
que no lo se ni agarrar.
Mi rancho hay Tradición
y aunque no es un museo
es en donde me recreo
y endulzo mi corazón.
Unas guitarras que son,
dulzura de camoatí
con las que yo me lucí
y a las que tanto me aferro,
con el viejo Martín Fierro
y estilos de Abel Fleurí.
En la foto, cuando enterado de una charla que daba yo en el Museo Pampeano de Chascomús, se vino desde su Punta Indio querido y, sin cobrar un peso, deleitó a mas de 300 personas durante casi una hora con su simpatía y su capacidad artística. Un verdadero amigazo.
La verdad es que nunca logré darme una respuesta. ¿Será que las diferencias son tan grandes y profundas que no se pueden arreglar? Yo creo que no, a veces pienso que simplemente se trata de intransigencia por parte de ambos y que a veces se acercan al absurdo.
Yo creo que un tambero, un resero o un soguero es tan gaucho y defensor de nuestras tradiciones que aquellos historiadores que en una biblioteca investigaron, leyeron y hurgaron en la historia, quizás robando horas a su descanso, hasta lograr, por ejemplo, la reivindicación de Juan Manuel de Rosas, a quien, ahora todo aquel que se precie de ser gaucho lo tiene por un héroe, cuando hace unos años atrás se lo defenestraba como el “sangriento dictador”. ¿Gracias a quién se produjo “ese milagro”?
¿ Es más gaucho aquellos que hoy manejan un tractor, día y noche sembrando los campos de la Patria los que trabajan en corrales, mangas y embarcaderos de cualquier Sociedad Rural del país que los escritores José Hernández, Güiraldes o López Osornio que nos legaron esos dechados de Tradición y Patria con sus célebres escritos. Y hasta me atrevería a poner a esa altura a Guillermo Hudson quién, pese a ser inglés y haber escrito estos libros en su patria, en su “Tierra Purpúrea” o “Allá Lejos y Hace Tiempo”, nos brindó excepcionales descripciones, de personajes, fauna y flora de nuestra pampa como jamás lo hizo nadie.
¿ Es más gaucho un alambrador o un molinero que aquel platero que investiga en libros, láminas, pinturas y museos para mantener viva esa tradición de nuestro pueblo gaucho, que es la platería campera?
¿ Es más gaucho un puestero que se levanta a la mañana bien temprano para recorrer el campo que algún tejendero de esos que hasta viajan al sur de nuestro país y se pasan meses aprendiendo las viejas técnicas del telar, para luego dar forma a esas expresiones de nuestra cultura que de otra manera se perderían ?
En fin, se me ocurren decenas de ejemplos para sumarlos a estos, pintores, dibujantes, escultores. Todas personas que luchan por lo mismo. Y querer la Tradición no significa ponerse las pilchas y pararse ladeando una cadera o caminando como si aun no se hubiese bajado del caballo.
Muchas veces me preguntan en las exposiciones que hago y en las charlas que doy, porque yo no visto de paisano.
Si bien de chico lo hice, hoy de grande siento un gran respeto por esas pilchas y a veces pienso que si las usara, estaría mintiendo.
Recuerdo que una vez para contestar esa pregunta, escribí una octavilla que decía:
El honrar la Tradición
no es vestirse de paisano,
ni con un poncho en la mano,
revolear sin ton ni son.
Es el sentir emoción
con nuestras cosas camperas
y es abrir bien las tranqueras
del alma y el corazón.
Nadie puede negar, que hay cantores sureros muy buenos y aquí quizás me traicione el aprecio que siento por él, pero si alguien ha hecho con su música, sus letras y sus libros, tradición, es mi querido y dilecto amigo Héctor del Valle. Investigando, leyendo y buscando datos en las Iglesias, Juzgados de Paz y cuanto archivo histórico encuentre en pueblitos y ciudades para luego redactar y poner música a hechos de nuestra historia.
Y precisamente de su puño y letra a escrito esta milonga y que la considero el mejor ejemplo de lo que estoy diciendo y pido, por favor, que se lea con atención, ya que en ella Héctor reconoce sus falencias como gaucho, cosa que de inguna manera desmerece su valor e importancia en el criollismo y la Tradición.
En mi rancho podrá ver
si lo observa con cuida’o
pilchas y armas que he colga’o,
pertenencias del ayer.
Es un campero placer
ver colga’os unos cinchones,
culeros con patacones
y algunos viejos fusiles
a más de algunos candiles
que alumbran las Tradiciones.
Aunque no soy tomador
tengo un chifle bien carga’o
que perteneció a un solda’o
que se hizo desertor.
Dos limetas flor y flor,
Rememoran el pasa’o,
Un medio frasco arrumba’o
Del “terne” aquel que al dentrar
A Fierro quiso apurar
Diciendo: “Beba cuña’o.
De plata un buen arriador,
aunque yo tampoco arreo,
lo guardo como un trofeo
de un porteño cuarteador.
También tengo un maneador
y un par de riendas lujosas,
dos californias famosas
por la audacia de un cuatrero
y un trabuco naranjero
de aquellos tiempo de Rosas.
Aunque tampoco he bolea’o
tengo unas avestruceras
que son de la vieja era
de un tiempo lindo pasa’o.
Un buen cuchillo afila’o
que jamás a un duelo entró
y que siempre se lució
como pilcha de un campero,
es recuerdo de un carrero
que una vez me lo obsequió.
Una buena selección
de cencerros navarreros,
frenos, bozales, taleros
y ponchos de colección.
Tijeras a discreción,
aunque no aprendí a tusar,
varias marcas pa’ marcar
y un viejo estribo machazo
y trenza’o de seis un lazo
que no lo se ni agarrar.
Mi rancho hay Tradición
y aunque no es un museo
es en donde me recreo
y endulzo mi corazón.
Unas guitarras que son,
dulzura de camoatí
con las que yo me lucí
y a las que tanto me aferro,
con el viejo Martín Fierro
y estilos de Abel Fleurí.
En la foto, cuando enterado de una charla que daba yo en el Museo Pampeano de Chascomús, se vino desde su Punta Indio querido y, sin cobrar un peso, deleitó a mas de 300 personas durante casi una hora con su simpatía y su capacidad artística. Un verdadero amigazo.
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