24 de agosto: “Día del Lector”
EL GUSTO POR LA LECTURA.
En coincidencia con el aniversario del natalicio del escritor Jorge Luis Borges, en nuestro país, el 24 de agosto se conmemora “El Día del Lector”.
Borges fue quien acuñó aquella famosa frase: “Muchos se vanaglorian de las buenas páginas que han escrito, yo por el contrario lo hago por las buenas páginas que he leído”.
Otros tiempos quizás, dirán algunos y tienen razón. La lectura va perdiendo su interés en el mundo moderno. Todo debe ser rápido y ágil, no se permite un tiempo para el llamado entonces “ocio cultural quizás debido a esa frase que dice: “Time is gold” (El tiempo es oro) y evidentemente estamos en un mundo totalmente mercantilista y veloz.
Ni en la escuela ya, se enseña el gusto por la buena lectura, basta comparar un libro de la década del 40 y uno actual del mismo grado y notar que la cantidad de texto en uno y otro, se ha ido reduciendo de forma drástica.
Antiguamente en la mayoría de los hogares había una biblioteca llena de libros y que se consultaban permanentemente.
Mi padre fue un alemán que vino desde su país natal entre las dos grandes guerras. Cuando subió al “Sierra Morena”, el barco que lo trajo desde su convulsionado terruño, llevaba en una mano una valija con sus pocas pertenencias y en la otra un diccionario alemán-castellano, de aquellos con letra gótica y papel biblia fechado en 1915 que aún se conserva en la familia y ahora está en poder de mi hijo mayor a quien acabo de regalárselo, pues, al partir, no sabía una palabra en español.
Quizás sea que debido a haber aprendido el idioma en un diccionario y leyendo, nunca tenía una falta de ortografía, más aún, mi madre que era maestra y además profesora de literatura cuando dudaba de una palabra se lo preguntaba a él, seguro que la respuesta sería la correcta.
Desde muy chicos, nuestros padres (y digo nuestros, pues involucro en este comentario a mis dos hermanos), nos inculcaron el hábito de la lectura. Tanto mi madre como mi padre adoraban leer.
Con gustos distintos, pero los tres salimos buenos lectores. Nos criamos entre libros, educativos y de aventuras, Salgari con su Sandokán, Edgar Rice Burroughs con Tarzán, Julio Verne con sus aventuras rayando en la ciencia ficción para ese entonces, hacían nuestra delicia y que nuestra imaginación volara de un sitio a otro y formáramos parte de esa aventura.
Recuerdo haber leído en mi niñez y totalmente, una colección: “El Tesoro de la Juventud”, veinte tomos encuadernados en tapas de tela color verde donde la historia se mezclaba con las aventuras, el mundo, la geografía, la ciencia y hasta las matemáticas de la época. Esta colección existía en la mayoría de las escuelas y mi madre en las horas de la siesta de las épocas de receso escolar me permitía ir sacando tomo por tomo para leerlo.
Pero, en fin, como dije al principio, los tiempos cambian y con ellos, sus códigos. Las nuevas generaciones hablan y hasta escriben de una manera distinta y a veces se tornan inentendibles para las generaciones ya mayores.
En esto quizás influyan los mensajes de texto de los celulares, las redes sociales y todos los medios de comunicación modernos, pero el problema mayor es que a causa de esto, a veces no nos entendemos. Y debemos tener cuidado, pues nos está pasando lo que ocurrió cuando el ser humano quiso llegar a los cielos construyendo la Torre de Babel, Dios los castigó haciendo que terminaran hablando en idiomas distintos y a partir de allí, el mundo nunca fue igual.
Agradezco a los amigos que han leído esta nota totalmente, esto demuestra que no todo está perdido.
En la foto, mi padre en su lugar preferido de nuestro hogar, junto al gran ventanal, al sol y con un buen libro en sus manos. El mes pasado hubiese cumplido 108 años.
EL GUSTO POR LA LECTURA.
En coincidencia con el aniversario del natalicio del escritor Jorge Luis Borges, en nuestro país, el 24 de agosto se conmemora “El Día del Lector”.
Borges fue quien acuñó aquella famosa frase: “Muchos se vanaglorian de las buenas páginas que han escrito, yo por el contrario lo hago por las buenas páginas que he leído”.
Otros tiempos quizás, dirán algunos y tienen razón. La lectura va perdiendo su interés en el mundo moderno. Todo debe ser rápido y ágil, no se permite un tiempo para el llamado entonces “ocio cultural quizás debido a esa frase que dice: “Time is gold” (El tiempo es oro) y evidentemente estamos en un mundo totalmente mercantilista y veloz.
Ni en la escuela ya, se enseña el gusto por la buena lectura, basta comparar un libro de la década del 40 y uno actual del mismo grado y notar que la cantidad de texto en uno y otro, se ha ido reduciendo de forma drástica.
Antiguamente en la mayoría de los hogares había una biblioteca llena de libros y que se consultaban permanentemente.
Mi padre fue un alemán que vino desde su país natal entre las dos grandes guerras. Cuando subió al “Sierra Morena”, el barco que lo trajo desde su convulsionado terruño, llevaba en una mano una valija con sus pocas pertenencias y en la otra un diccionario alemán-castellano, de aquellos con letra gótica y papel biblia fechado en 1915 que aún se conserva en la familia y ahora está en poder de mi hijo mayor a quien acabo de regalárselo, pues, al partir, no sabía una palabra en español.
Quizás sea que debido a haber aprendido el idioma en un diccionario y leyendo, nunca tenía una falta de ortografía, más aún, mi madre que era maestra y además profesora de literatura cuando dudaba de una palabra se lo preguntaba a él, seguro que la respuesta sería la correcta.
Desde muy chicos, nuestros padres (y digo nuestros, pues involucro en este comentario a mis dos hermanos), nos inculcaron el hábito de la lectura. Tanto mi madre como mi padre adoraban leer.
Con gustos distintos, pero los tres salimos buenos lectores. Nos criamos entre libros, educativos y de aventuras, Salgari con su Sandokán, Edgar Rice Burroughs con Tarzán, Julio Verne con sus aventuras rayando en la ciencia ficción para ese entonces, hacían nuestra delicia y que nuestra imaginación volara de un sitio a otro y formáramos parte de esa aventura.
Recuerdo haber leído en mi niñez y totalmente, una colección: “El Tesoro de la Juventud”, veinte tomos encuadernados en tapas de tela color verde donde la historia se mezclaba con las aventuras, el mundo, la geografía, la ciencia y hasta las matemáticas de la época. Esta colección existía en la mayoría de las escuelas y mi madre en las horas de la siesta de las épocas de receso escolar me permitía ir sacando tomo por tomo para leerlo.
Pero, en fin, como dije al principio, los tiempos cambian y con ellos, sus códigos. Las nuevas generaciones hablan y hasta escriben de una manera distinta y a veces se tornan inentendibles para las generaciones ya mayores.
En esto quizás influyan los mensajes de texto de los celulares, las redes sociales y todos los medios de comunicación modernos, pero el problema mayor es que a causa de esto, a veces no nos entendemos. Y debemos tener cuidado, pues nos está pasando lo que ocurrió cuando el ser humano quiso llegar a los cielos construyendo la Torre de Babel, Dios los castigó haciendo que terminaran hablando en idiomas distintos y a partir de allí, el mundo nunca fue igual.
Agradezco a los amigos que han leído esta nota totalmente, esto demuestra que no todo está perdido.
En la foto, mi padre en su lugar preferido de nuestro hogar, junto al gran ventanal, al sol y con un buen libro en sus manos. El mes pasado hubiese cumplido 108 años.
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