sábado, 26 de enero de 2013

“LO BUENO, SI BREVE, DOS VECES BUENO”


Para la reflexión del sábado
“LO BUENO, SI BREVE, DOS VECES BUENO”

Recuerdo en mi época de estudiante, teníamos una profesora de Literatura de aquellas inolvidables y que dejaba su huella en todos y cada uno de sus alumnos.
Ella decía que el mundo se manejaba por el idioma y su importancia en la vida del ser humano, así aseguraba que el idioma de lo legal era el italiano, no de balde en la facultad de Derecho se estudiaba “Derecho Romano” como una de sus materias primeras; el de la tecnología era el alemán debido a la capacidad de sus técnicos y científicos; el de la diplomacia, el francés; el del comercio el inglés y el de la Literatura, el castellano.
Se basaba esto último en la existencia de una palabra para cada concepto. Todos hemos escuchado alguna vez sobre la diferencia entre oír y escuchar; ver y mirar y lo que más importa entre el hablar y el decir.
Los que conocen de mi trabajo saben que hace 20 años viajo permanentemente con exposiciones de mis obras y doy charlar sobre temas, fundamentalmente tradicionalistas, por la provincia de Buenos Aires.
Estas charlas me han servido de mucho pero fundamentalmente para darme cuenta cuando, dando una charla, la gente entra a aburrirse o cansarse. Se escucha una tos por aquí, otra por allá; un corrimiento de silla, las posturas comienzan a cambiar, etc. Son todos estos síntomas que uno ha comenzado a cansarlos y entonces la atención se dispersa. Lo que uno dice, pierde valor.
Si sabía de esto Winston Churchill, quien siendo Primer Ministro de Inglaterra durante la 2º Guerra Mundial, cuando era llamado por las Cámaras y los opositores lanzaban largos y aburridos discursos para que explicara cosas que él no podía decir por ser Secretos de Estado, preparaba uno de sus “puros” y se ponía a fumar desesperadamente hasta que se formara bastante ceniza en su punta, luego lo dejaba quieto en su mano. Los asistentes a la reunión, aburridos con la perorata comenzaban a calcular cuando se le iba a caer esa ceniza sobre sus papeles, lo que no ocurría. Mientras tanto perdían de escuchar, entretenidos en esto, los argumentos de los adversarios del Primer Ministro. Lo que ocurría era que Churchill había preparado su ”puro” atravesando un alambre lo que hacía que la ceniza no se cayera nunca. Cosas de zorro, como quien le dice.
De cualquier manera, nuestro idioma está preparado para decir mucho, hablando poco.
Una frase, solo una frase de un largo, pero largo discurso, suele ser la que queda tintineando en quienes escuchan…y esa es la importante, la de peso, la de valor.
Muchas veces esa sola frase, sola, vale por mil palabras.
Julio César en la Guerra de las Galias, cuando sus tropas habían perdido entusiasmo ante la batalla que se venía, simplemente dijo: “¡Iré, aunque sea acompañado solamente de mi sombra!”. Lo que fue suficiente para tocar la fibra más íntima del último de sus soldados.
Otra arenga inolvidable fue la de Napoleón previo a su combate con los mamelucos en Egipto. Simplemente dijo a sus soldados: “¡Desde lo alto de estas Pirámides, 40 siglos os contemplan!”.
A pesar que Abraham Lincoln afirmara que “El mundo no recordará por mucho tiempo lo que decimos los políticos”, acuñó una frase que aun hoy es repetida hasta el cansancio y se ha incorporado a la mayoría de los textos constitucionales: “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra”…
Cuando se inauguró el cementerio a los héroes, luego de la batalla de Geetysburg, en la guerra de la Secesión estadounidense Edgard Everett, un personaje de la cultura, preparó un discurso conteniendo 13.609 palabras y tardó dos horas en pronunciarlo, nadie recuerda que dijo. Lincoln sesudamente habló durante dos o tres minutos utilizando solamente 300 palabras, son las que quedaron en la historia.
Para traer también un ejemplo más nuestro, no olvidemos una de las máximas que dejó el general San Martín para la crianza de su hija: “Hablar poco y lo preciso”.
También tenemos varios ejemplos de sabiduría popular en los dichos: “En boca cerrada, no entran moscas” o “Para decir mucho, no es necesario hablar mucho”…
En fin, para reflexionar, las palabras se gastan, no las perdamos de gusto… ¿Ustedes, que opinan?
Y a quien le quepa el sayo; ¡Que se lo ponga!

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