miércoles, 2 de enero de 2013

¡ Amalgama !



¡ Amalgama !

Pareciera que a veces quedan dudas sobre nuestra identidad, como que no esta bien en claro de donde venimos, como se formó el ser argentino y fue macerándose con el correr del tiempo, entonces, para encarar este tema, los invito a remontarnos al siglo XVI, que así podemos empezar a darle forma a la cosa.
Tiempos en que nuestro territorio se veía invadido por distintos colonialismos europeos. Sin desviarnos del tema ante el avasallamiento nativo, pero sí destacando la cruza que se formara entre ambos continentes.
Sabido es que ya no quedan Querandíes, Charrúas, Onas, Huarpes, Comechingones, etc. pero por suerte si hay Mocovíes, Guaraníes y otras etnias. En fin solamente quise traerlos a la memoria para poder aclarar esta fusión.
Son demasiados los autores, viajeros, que nos dejaron su testimonio, en aquel entonces aquellos colonialistas eran en su mayor parte hombres, y sabemos que el primer trato con los nativos fue bueno.
De tal forma que ha llegado a llamarse por los mismos europeos como “el paraíso de Mahoma”.
¿Pero que pasaba con aquellos niños nacidos de esta cruza? (Madre aborigen con Padre europeo) valla uno a saber como ha sido el trato, de todos modos, en todas partes se cuecen habas.
Recordemos que: según el ingeniero francés Alfredo Ebelot en los datos tomados en su viaje por estos pagos a mediado del 1800 nos cuenta en su libro La Pampa : “Y ¡miren un poco cuántas complicaciones de besos furtivos y de chanzas inesperadas ocurren en los fenómenos de la creación de una raza! El tal cacique no era de sangre pura; su padre fue un francés quien habiéndose ganado la simpatía del cacique anterior, había solicitado y conseguido la más bonita de sus mujeres.”
Dice Samuel Haigh en Bosquejos de Buenos Aires, Chile y Perú en 1818 refiriéndose a los malones de indios: “Matan todos los hombres, viejas y niños, y se llevan consigo las jóvenes que tienen la suerte de agradar a su fantasía,(...)”.
Según Acarette en su libro Viaje al Río de La Plata y al Perú en sus dos viajes 1657 – 1659 y 1660 – 1663.
“Los negros provienen de la Guinea; los mulatos son hijos de un español con una negra; los mestizos son nacidos de un español y una india; los zambos de un indio y una mestiza: todos se pueden distinguir por su color y sus cabellos.” (...) “De esta suerte, los españoles, los portugueses y sus hijos (entre los cuales los nacidos en el país son llamados criollos, para distinguirlos de los nativos de España) y algunos mestizos, forman la milicia, ...”.
Concolorcorvo o sea: (Calixto Bustamante Carlos Inca) en El Lazarillo de ciegos caminantes en 1773 hace mención de mestizos en el “RESUMEN DEL NÚMERO DE ALMAS QUE EXISTÍAN” en el año 1770 en la ciudad de la Santísima Trinidad y puerto de Santa María de Buenos Aires nos cuenta que: “también hay 8 compañías de indios y mestizos, de a 50 hombres, ídem.”
Cuenta Yuyú Guzman (Nedy Beatriz Guzman de Toscano) en su libro Estancias de Azul que según Alfredo Vitón en “El Río de sangre” que son las memorias de los primeros pobladores de San Serapio Mártir del Arroyo Azul (Estancia San Luis) aclara : “E indica que no puede referirse al campo legendario de antaño, sin mencionarse a las antiguas peonadas.” (...)

“Estos peones aindiados, cruza de blanco con indio, eran domadores, peones de arreos y de tropas, peones de campo, de a caballo, y llegaron a ser buenos puesteros,” (...).
Emeric Essex Vidal en Ilustraciones Pintorescas de Buenos Aires y Montevideo en 1819 sostiene: “Por lo general, estos pastores son robustos y sanos, especialmente los mestizos, o sea los hijos de españoles e indios. Nunca se les oye exhalar ni la más mínima queja cuando estan enfermos, ni aun cuando sufren los más horribles dolores”.
Así se refiere Ventura R. Lynch en Folklore Bonaerense 1806 – 1831: “Este gaucho, que puede decirse el descendiente de dos razas, la blanca y la cobriza, sentía correr por sus venas la ardiente sangre de los andaluces y la belicosa de los querandíes. (...) Valiente, atrevido y generoso, sacrificaba en aras de su lealtad hasta sus más sagradas afecciones”.
Mario A. López Osornio en su libro Viviendas en La Pampa manifiesta: “El gaucho constituyó un ente especial dentro de la etnografía americana. Hijo de españoles e indios heredó de ambas corrientes distintas características mejoradas en el mestizaje. Fue audaz, valiente y despierto. Su imaginación fue tan activa como flexible fue su cuerpo adaptado al medio. No tuvo vinculaciones con sus ascendientes genealógicos”.
Cuenta Alejandro Magariños Cervantes en Estudios históricos, políticos y sociales sobre el Río de la Plata en 1854: “el gaucho reúne en su carácter mucho de la energía independiente de la raza guaraní, y mucho de la fortaleza de hierro y extraordinario valor de los primeros conquistadores.”.
Roberto B. Cunninghame Graham en El Río de La Plata 1870 nos relata las charlas de fogón: “Los hombres que en estos decires se entretenían eran por lo general altos, cenceños y nervudos, con no pequeña dosis de sangre india en sus enjutos y musculosos cuerpos.”
Afirma Martiniano Leguizamón en su libro póstumo, La cuna del gaucho en 1939: (...), el gaucho en que se mezcló la sangre ardorosa del español con la brava del indio, supo domar su fiereza salvaje con la boleadora y con la daga de hoja toledana que el conquistador trajo pendiente del cinto, (...) .
Según Pablo Emilio Pizarro de su libro Afirmación Gaucha en 1943: “Entendemos, por eso, que los rasgos señalados del “Gaucho” pueden derivarse, pero sólo en parte, de la herencia puramente biológica o de la sangre, por medio de la cual el caudal y el vigor instintivo, la resistencia, la sobriedad y la especial riqueza vital impulsiva de la sangre india y española se trasmitieran acopladas,”.
Dice Hugo Chumbita en un artículo publicado en “El Federal” 5/5/06 “Manuel Belgrano, por la rama materna, y Juan Manuel de Rosas por ambas ramas, descendían de los hijos de madres guaraníes que trajo Garay desde Asunción para refundar Buenos Aires.”
Y de Don Atahualpa Yupanqui traemos la cuarta estrofa de “El payador perseguido”:

Eso lo llevo en la sangre
dende mi tartarabuelo.
Gente de pata en el suelo
fueron mis antepasados,
criollos de cuatro provincias
y con indios misturaos.

Y ahora si, se pueden imaginar, yo soy de apellido Cuenca, y cuando suena un paso doble, se me van las patas. Pero si reviso la memoria, cuando yo era niño, mientras esperaba sentado a que mi madre trajera la comida, golpeaba con los dedos índice sobre la mesa, un ritmo que nadie me había enseñado, y que curioso con el tiempo descubro que ese ritmo era loncomeo.

Néstor Cuenca
…………………………………………………………………nestor-cuenca.blogspot.com

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