Salta vive la Fiesta del Milagro: Comenzó el rezo de la Novena
http://bit.ly/NVSldA
Dice la tradición que el dominico fray Francisco Victoria envió desde
España un santo Cristo, como obsequio a la iglesia de Salta. La imagen
llegó flotando en un cajón al puerto de El Callao, Perú, junto a otro
que contenía la imagen de la Virgen del Rosario.
En el puerto de El
Callao acontece el primer prodigio: la gente de la ciudad divisa los
cajones flotando sobre las aguas y encuentra las dos imágenes. Nunca se
supo del navío, ni de la tripulación que los traían. Cuando la comitiva
llegó a Salta, se ubicó la imagen del Cristo en el Altar de las Ánimas.
Pasaron 100 años y el Cristo quedó completamente en el olvido. En
septiembre de 1692 comenzaron los terremotos, la ciudad de Esteco quedó
destruida; pero fueron evidentes los signos de protección para la ciudad
de Salta. La gente desolada se dirigió hacia la plaza y quienes
entraron en el tabernáculo pudieron
observar
la imagen de la Virgen caída de su hornacina, en actitud suplicante. En
ese momento, el padre José Carrión sintió una voz que le decía que
mientras no sacasen en procesión al Santo Cristo abandonado, no cesarían
los terremotos. Con dificultad bajaron la imagen y las campanas
llamaron a la primera procesión en donde una multitud clamó
misericordia, y acabaron los temblores. Entre aquellos primeros hombres y
mujeres, y el Cristo y la Virgen se selló el Pacto de Fidelidad; un
pacto que año tras año renovamos. Los pobladores del interior de la
provincia llegan a pie en procesión desde sus lejanos lugares de origen,
trayendo sus imágenes para participar. El Cristo y la Virgen, luego de
la renovación del Pacto de Fidelidad, regresan a la Catedral, y antes de
entrar una lluvia de pétalos de claveles rojos, blancos y rosados cae
desde el campanario al compás del repique de campanas y los pañuelos
blancos de los fieles las despiden.
Salta vive la Fiesta del Milagro: Comenzó el rezo de la Novena
http://bit.ly/NVSldA Dice la tradición que el dominico fray Francisco Victoria envió desde España un santo Cristo, como obsequio a la iglesia de Salta. La imagen llegó flotando en un cajón al puerto de El Callao, Perú, junto a otro que contenía la imagen de la Virgen del Rosario.
En el puerto de El Callao acontece el primer prodigio: la gente de la ciudad divisa los cajones flotando sobre las aguas y encuentra las dos imágenes. Nunca se supo del navío, ni de la tripulación que los traían. Cuando la comitiva llegó a Salta, se ubicó la imagen del Cristo en el Altar de las Ánimas. Pasaron 100 años y el Cristo quedó completamente en el olvido. En septiembre de 1692 comenzaron los terremotos, la ciudad de Esteco quedó destruida; pero fueron evidentes los signos de protección para la ciudad de Salta. La gente desolada se dirigió hacia la plaza y quienes entraron en el tabernáculo pudieron
http://bit.ly/NVSldA Dice la tradición que el dominico fray Francisco Victoria envió desde España un santo Cristo, como obsequio a la iglesia de Salta. La imagen llegó flotando en un cajón al puerto de El Callao, Perú, junto a otro que contenía la imagen de la Virgen del Rosario.
En el puerto de El Callao acontece el primer prodigio: la gente de la ciudad divisa los cajones flotando sobre las aguas y encuentra las dos imágenes. Nunca se supo del navío, ni de la tripulación que los traían. Cuando la comitiva llegó a Salta, se ubicó la imagen del Cristo en el Altar de las Ánimas. Pasaron 100 años y el Cristo quedó completamente en el olvido. En septiembre de 1692 comenzaron los terremotos, la ciudad de Esteco quedó destruida; pero fueron evidentes los signos de protección para la ciudad de Salta. La gente desolada se dirigió hacia la plaza y quienes entraron en el tabernáculo pudieron
observar
la imagen de la Virgen caída de su hornacina, en actitud suplicante. En
ese momento, el padre José Carrión sintió una voz que le decía que
mientras no sacasen en procesión al Santo Cristo abandonado, no cesarían
los terremotos. Con dificultad bajaron la imagen y las campanas
llamaron a la primera procesión en donde una multitud clamó
misericordia, y acabaron los temblores. Entre aquellos primeros hombres y
mujeres, y el Cristo y la Virgen se selló el Pacto de Fidelidad; un
pacto que año tras año renovamos. Los pobladores del interior de la
provincia llegan a pie en procesión desde sus lejanos lugares de origen,
trayendo sus imágenes para participar. El Cristo y la Virgen, luego de
la renovación del Pacto de Fidelidad, regresan a la Catedral, y antes de
entrar una lluvia de pétalos de claveles rojos, blancos y rosados cae
desde el campanario al compás del repique de campanas y los pañuelos
blancos de los fieles las despiden.
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