Los Turcos Mercachifles.
Recorriendo los campos en carro, a caballo y hasta a pie, los llamados “turcos mercachifles” se pueden considerar que eran el delívery de esta época.
Eran llamados turcos, pues entraban en el país con pasaportes de esa nacionalidad por pertenecer al Imperio Otomano, pero en realidad la mayoría de ellos eran o sirios o libaneses.
Con un castellano atravesado, generalmente convertían la “p” en “b”, tenían sin embargo esa habilidad innata para el comercio que traían en sus genes desde los antiguos mercados persas.
En esa época los viajes a las poblaciones se hacían muy esporádicamente y este personaje traía en sus valijas o lienzos todo lo que el hombre de campo necesitaba, desde un almanaque hasta un cuchillo, ropas, tanto de varón como mujer, agua de colonia, carmín, jabones, peines, mates, bombillas, etc.
Conocedores puntuales de la zona elegida para su derrotero arreglaba sus paradas nocturnas generalmente en las grandes estancias donde sabía que contaría con la proverbial hospitalidad gaucha y encontraría buen pasto y agua para sus caballos y un lugar en la cocina de peones para, al lado del fogón, “bolacear” un rato y por qué no jugarse alguna partida de truco o mus.
En cuanto al pago de la mercadería que le compraban, no había problema, si no tenía efectivo el comprador, daba lo mismo cambiarlo por plumas de avestruz, crines de caballo, un fardo de lana, huevos y hasta una jaula con pollos o gallinas que él comercializaría aumentado sus ganancias cuando volviera al pueblo.
Ya de viejos, estos negociantes innatos, se convertirían muchos en grandes acopiadores de frutos del país (lanas, cueros, cerdas y plumas), mientras que otros acabarían sus vidas en mercerías y tiendas ubicadas generalmente en las orillas de los pueblos, siendo reemplazados en los viajes a la campaña por vendedores venidos de las provincia del noroeste (catamarqueños, santiagueños y tucumanos).
Recordando una anécdota escuchada de chico de uno de estos turcos que tenía su recorrido por la zona de Castelli surgieron las siguientes décimas (este personaje cuando llegaba la época de las Fiestas Patrias, 25 de mayo y 9 de julio) llegaba a las escuelas rurales, donde se festejaban con asados, carreras de sortijas y cuadreras y baile, con su carro y sus conocidos caballos, pero agregaba, como cadenero, un rocín , como dijera Cervantes en su don Quijote, lleno de barro, clinudo y con abrojos, pero que debajo de esa pinta escondía sangre de puro de carrera.
Llegado el momento de los desafíos, el turco lo desprendía del carro consiguiendo siempre con argucias alguna ventaja, ganando por “muerte” cualquier carrera que se le presentara.
El Turco Mercachifle
Vos sos “sirio” o “libanés”,
más, por turco, conocido
y tenés clientes y amigos
en el lugar que parés.
Será quizás que traes
en lienzos y valijones
“las mil y una ocasiones”
para comprar bien barato,
en tu viejo carromato
tira´o por tres mancarrones.
Una caja de Pandora,
es al abrir tus valijas,
porque allí hay para que elija
el patrón o la señora.
Atendés a toda hora
y si no hay plata genuina
lo mismo huevos o clina,
que en tu carro te cargás
o en las palomas colgás
algún jaulón de gallinas.
A veces de cadenero,
traes atado a tu carro,
lleno de abrojos y barro
un mestizo parejero.
Tan desgarbado y tan fiero,
que pedís lo más tranquilo,
de ventaja, algunos kilos
si copás una cuadrera,
pero al caer la “bandera”,
¡ Tu pingo es un refucilo!
Hoy el campo está cambiado,
modificó su paisaje
y vos te fuiste de viaje
porque el progreso ha ganado.
Con tu carro bien cargado
con amargura y tristeza,
sin dar vuelta tu cabeza,
obedeciste al destino,
y así emprendiste el camino
del que jamás se regresa.
Carlos Ernesto Pieske
En la foto: "El Turco y su carromato". Escultura en madera de cedro.
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