EL LARGO DE LA COLA EN EL CABALLO
Todos conocemos la historia que el caballo fue traído a América por los conquistadores españoles.
Debemos comenzar con una pregunta. ¿Qué tipo de caballo era el que trajeron?
Desde ya podemos decir que nada tenían que ver con el actual caballo andaluz.
Se podría decir que era un tipo de caballo que se denomina ibérico, fruto de la cruza de caballadas africanas y españolas, sin sangre de las razas pesadas centro europeas ni influencia del caballo árabe.
Este caballo había surgido en las guerras de cuatrocientos años entre moros y españoles.
Quienes son afectos a películas de género histórico ecuestre habrán visto que a dichos animales se les dejaba una cola larga y tupida, como así la crinera, detalle que está también presente en los cuadros de esa época.
Esto no representaba ningún problema, dado que los movimientos de la época en la vieja Europa se hacían sobre caminos, algunos hasta empedrados, herencia de la vieja conquista europea realizada por el Imperio Romano.
Alguna vez escribía sobre el tema del cambio tanto en la fauna como en la flora con que se encontraron los conquistadores en su llegada a estos parajes.
Se debía andar en campo virgen, con una vegetación salvaje y por lo general de baja altura y de tipo espinoso. Abundaban abrojos y el denominado “cuerno del diablo” que producía en colas y crineras verdaderas “madejas” que debían ser arregladas y que traían un esfuerzo considerable.
Por ello surgió la costumbre de hacer un nudo en la cola de los animales a fin de evitar eso.
Ese caballo, fundamentalmente, abandonados por Pedro de Mendoza luego de la fallida 1º Fundación de Buenos Aires en las llanuras de nuestra Patria, sufrió una selección natural que obligó a su adaptación al medio y generó lo que llamamos caballo criollo.
Esa selección natural lo hizo longevo, rústico y con una resistencia sin igual.
Modificó su altura y seleccionó naturalmente sus pelajes, quedando aquellos que se mimetizaban en la geografía pampeana, moros, gateados, lobunos, bayos y toda la gama de overos.
Cuando en 1580 Juan de Garay baja desde Asunción a repoblar Buenos Aires existían numerosas manadas de yeguarizos y como a quienes lo acompañaban no les podía ofrecer oro, plata, y ni siquiera indios en encomienda, la caza de dichos baguales fue la recompensa ofrecida.
Y ese será el caballo del que se servirán la génesis del gaucherío (Gauderios, changadores y camiluchos) no solo para su transporte sino también para las célebres “vaquerías” hecho que surgió luego que aquellas vacas que se le escaparan a Juan de Garay, dieran lugar a gran cantidad de hacienda vacuna dispersa por la pampa.
Esos animales poseían la riqueza del momento, el cuero.
Esas vaquerías, de las que hay un sinnúmero de descripciones ofrecían un espectáculo realmente sangriento. Decenas y decenas de animales era “desjarretados” y cuereados por día. La sangre se mezclaba con el barro y hacían un fango sanguinolento y “apestoso que se pegaba a la cola de los caballos, como solución apareció la costumbre de cerdear la cola de los animales a la altura de la “canilla”, es decir entre el garrón y el nudo.
Este hábito perdura por muchos años. Cuando el general José de San Martín crea el Regimiento de Granaderos a Caballo, tanto los cuarteles como las caballerizas estaban ubicados en la zona del actual Retiro.
Por la noche, los amigos de lo ajeno “cuatrereaban” esos caballos y dos por tres San Martín recibía la noticia de la falta de algunos animales elegidos para el uso de los Granaderos.
Como una manera de detener esos robos, dio la orden de acortar un poco más las colas y así el largo ahora se hacía a la altura de lo que denomina el paisano, corva de la pata, una cuarta arriba del garrón.
Esta fue una medida sumamente efectiva, pues una cola puede cortarse en un instante, pero tarda en crecer y así los robos se terminaron.
Esta medida fue aceptada por el resto de los Regimientos patriotas y permaneció vigente durante muchos años.
En la época que se dio en llamar Reorganización Nacional (luego de la batalla de Caseros) comenzó a tomar auge la agricultura y ello exigió la necesidad e importación de caballos más frisones, aptos para la tira de arados, cosechadoras y pesados carros.
Surgió también la novedad de una intensa y fluida inmigración humana, quienes, menos jinetes que nuestro gaucho, se movilizaban en carruajes tirados por animales de pecho y se trajeron caballos más livianos para esos coches, fundamentalmente de raza hackney. Era costumbre, para evitar el enredo con tiros y riendas, que esos animales llevaran la cola bien corta, costumbre que copia nuestro paisano y que es hábito frecuente en la pampa húmeda, más al sur del río Salado.
Esta es una pequeña síntesis de los cortes de cola del yeguarizo en nuestro país.
Todos conocemos la historia que el caballo fue traído a América por los conquistadores españoles.
Debemos comenzar con una pregunta. ¿Qué tipo de caballo era el que trajeron?
Desde ya podemos decir que nada tenían que ver con el actual caballo andaluz.
Se podría decir que era un tipo de caballo que se denomina ibérico, fruto de la cruza de caballadas africanas y españolas, sin sangre de las razas pesadas centro europeas ni influencia del caballo árabe.
Este caballo había surgido en las guerras de cuatrocientos años entre moros y españoles.
Quienes son afectos a películas de género histórico ecuestre habrán visto que a dichos animales se les dejaba una cola larga y tupida, como así la crinera, detalle que está también presente en los cuadros de esa época.
Esto no representaba ningún problema, dado que los movimientos de la época en la vieja Europa se hacían sobre caminos, algunos hasta empedrados, herencia de la vieja conquista europea realizada por el Imperio Romano.
Alguna vez escribía sobre el tema del cambio tanto en la fauna como en la flora con que se encontraron los conquistadores en su llegada a estos parajes.
Se debía andar en campo virgen, con una vegetación salvaje y por lo general de baja altura y de tipo espinoso. Abundaban abrojos y el denominado “cuerno del diablo” que producía en colas y crineras verdaderas “madejas” que debían ser arregladas y que traían un esfuerzo considerable.
Por ello surgió la costumbre de hacer un nudo en la cola de los animales a fin de evitar eso.
Ese caballo, fundamentalmente, abandonados por Pedro de Mendoza luego de la fallida 1º Fundación de Buenos Aires en las llanuras de nuestra Patria, sufrió una selección natural que obligó a su adaptación al medio y generó lo que llamamos caballo criollo.
Esa selección natural lo hizo longevo, rústico y con una resistencia sin igual.
Modificó su altura y seleccionó naturalmente sus pelajes, quedando aquellos que se mimetizaban en la geografía pampeana, moros, gateados, lobunos, bayos y toda la gama de overos.
Cuando en 1580 Juan de Garay baja desde Asunción a repoblar Buenos Aires existían numerosas manadas de yeguarizos y como a quienes lo acompañaban no les podía ofrecer oro, plata, y ni siquiera indios en encomienda, la caza de dichos baguales fue la recompensa ofrecida.
Y ese será el caballo del que se servirán la génesis del gaucherío (Gauderios, changadores y camiluchos) no solo para su transporte sino también para las célebres “vaquerías” hecho que surgió luego que aquellas vacas que se le escaparan a Juan de Garay, dieran lugar a gran cantidad de hacienda vacuna dispersa por la pampa.
Esos animales poseían la riqueza del momento, el cuero.
Esas vaquerías, de las que hay un sinnúmero de descripciones ofrecían un espectáculo realmente sangriento. Decenas y decenas de animales era “desjarretados” y cuereados por día. La sangre se mezclaba con el barro y hacían un fango sanguinolento y “apestoso que se pegaba a la cola de los caballos, como solución apareció la costumbre de cerdear la cola de los animales a la altura de la “canilla”, es decir entre el garrón y el nudo.
Este hábito perdura por muchos años. Cuando el general José de San Martín crea el Regimiento de Granaderos a Caballo, tanto los cuarteles como las caballerizas estaban ubicados en la zona del actual Retiro.
Por la noche, los amigos de lo ajeno “cuatrereaban” esos caballos y dos por tres San Martín recibía la noticia de la falta de algunos animales elegidos para el uso de los Granaderos.
Como una manera de detener esos robos, dio la orden de acortar un poco más las colas y así el largo ahora se hacía a la altura de lo que denomina el paisano, corva de la pata, una cuarta arriba del garrón.
Esta fue una medida sumamente efectiva, pues una cola puede cortarse en un instante, pero tarda en crecer y así los robos se terminaron.
Esta medida fue aceptada por el resto de los Regimientos patriotas y permaneció vigente durante muchos años.
En la época que se dio en llamar Reorganización Nacional (luego de la batalla de Caseros) comenzó a tomar auge la agricultura y ello exigió la necesidad e importación de caballos más frisones, aptos para la tira de arados, cosechadoras y pesados carros.
Surgió también la novedad de una intensa y fluida inmigración humana, quienes, menos jinetes que nuestro gaucho, se movilizaban en carruajes tirados por animales de pecho y se trajeron caballos más livianos para esos coches, fundamentalmente de raza hackney. Era costumbre, para evitar el enredo con tiros y riendas, que esos animales llevaran la cola bien corta, costumbre que copia nuestro paisano y que es hábito frecuente en la pampa húmeda, más al sur del río Salado.
Esta es una pequeña síntesis de los cortes de cola del yeguarizo en nuestro país.
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