Juan Manuel de Rosas (
Buenos Aires;
30 de marzo de
1793 –
Southampton,
Hampshire;
14 de marzo de
1877) fue un
militar y
político argentino, que en
1829, tras derrotar al general
Juan Lavalle, accedió al gobierno de la
provincia de Buenos Aires. Logró constituirse en el principal dirigente de la denominada
Confederación Argentina (
1835-
1852).
Nacimiento, familia y primeros años
Casa donde nació Rosas, actual calle Sarmiento entre las calles San Martín y Florida.
Conocido como
Juan Manuel de Rosas, fue bautizado como
Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas y López de Osornio. Era hijo del militar
León Ortiz de Rozas y la
estanciera Agustina López de Osornio. Pertenecía al
linaje de los
Ortiz de Rozas, que tiene origen en el pueblo de
Rozas,
Valle de Soba,
Cantabria,
España.
Nació en el solar que había habitado su abuelo materno
Clemente López de Osornio,
situado en la calle que en ese entonces se denominaba Santa Lucía,
actual calle Sarmiento entre las calles Florida y San Martín, en la
ciudad de Buenos Aires.
Ingresó a los ocho años de edad en el colegio privado que dirigía
Francisco Javier Argerich,
si bien desde joven demostró vocación por las actividades rurales.
Interrumpió sus estudios para participar, contando con trece años de
edad, en la Reconquista de Buenos Aires en
1806 y posteriormente se enroló en la compañía de niños del Regimiento de
Migueletes, combatiendo en la Defensa de Buenos Aires en
1807, ambos hechos durante las
invasiones inglesas, donde fue distinguido por su valor.
Más tarde, retirado al campo, se convirtió en un gran
estanciero de la
pampa bonaerense.
El joven Rosas, quien contaba con 17 años, se mantuvo al margen de los sucesos que culminaron con la
Revolución de Mayo de
1810.
En
1813, pese a la oposición materna —que venció al hacer creer a su madre que la joven estaba embarazada— se casó con
Encarnación Ezcurra, con quien tuvo tres hijos: Juan, María, muerta de niña, y
Manuelita, nacida en
1817, que luego sería su compañera inseparable.
Poco después, debido a un entredicho que tuvo con su madre, devolvió a
sus padres los campos que administraba para formar sus propios
emprendimientos ganaderos y comerciales. Además se cambió el apellido
"Ortiz de Rozas" por "Rosas", cortando simbólicamente la dependencia de
su familia.
Fue administrador de los campos de sus primos
Nicolás y
Tomás Manuel de Anchorena;
este último ocuparía cargos importantes dentro de su gobierno, ya que
Rosas siempre le tuvo un especial respeto y admiración. En sociedad con
Luis Dorrego —hermano del coronel
Manuel Dorrego— fundó un
saladero;
era el negocio del momento: la carne salada y los cueros eran casi la
única exportación de la joven nación. Acumuló una gran fortuna como
ganadero y
exportador de
carne vacuna, distante de los acontecimientos emergentes que conducirían al
virreinato del Río de la Plata a la
emancipación del dominio español en
1816.
Por esos años conoció al doctor
Manuel Vicente Maza,
quien se convirtió en su patrocinador legal, en especial en una causa
que sus propios padres habían entablado contra él. Más tarde sería un
excelente consejero político.
En
1818, por presión de los abastecedores de carne de la capital, el director
Juan Martín de Pueyrredón
tomó una serie de medidas en contra de los saladeros. Rápidamente,
Rosas cambió de rubro: se dedicó a la producción agropecuaria en
sociedad con Dorrego y los Anchorena, que también le encargaron la
dirección de su estancia "Camarones", al sur del
río Salado.
Al año siguiente compró la estancia "Los Cerrillos", en
San Miguel del Monte. En su estancia en la laguna de
Monte organizó una compañía (aumentada al poco tiempo a regimiento) de caballería, los "
Colorados del Monte", para combatir a los
indígenas de la zona pampeana. Fue nombrado su comandante, y alcanzó el grado de
teniente coronel.
Por esos años escribió sus famosas "Instrucciones a los mayordomos de
estancias", en la que detallaba con precisión las responsabilidades de
cada uno de los administradores, capataces y peones. Allí demostraba su
capacidad para administrar simultáneamente varias explotaciones, con
métodos muy efectivos, en un anticipo de su futura capacidad para
administrar el estado provincial.
Los inicios en la política
Hasta
1820 se dedicó a sus actividades privadas. Desde ese año hasta su caída producida en la
batalla de Caseros, en
1852, consagraría su vida a la actividad política, liderando —ya en el gobierno o fuera de él— la
provincia de Buenos Aires, que contaba no sólo con el territorio productivo más rico de la naciente
Argentina,
sino con la metrópolis más importante la ciudad de Buenos Aires- y el
puerto que concentraba el comercio exterior de las restantes
provincias, así como el control de la
aduana. En relación a estos recursos se desarrollaron gran parte de los conflictos institucionales y las guerras civiles del
siglo XIX en la Argentina, controlados hasta la caída de Rosas por la provincia de Buenos Aires.
En 1820 concluyó la etapa del
Directorio con la renuncia de
José Rondeau a consecuencia de la
Batalla de Cepeda. Fue en esa época que Rosas comenzó a involucrarse en la política, al contribuir a rechazar la invasión del
caudillo Estanislao López al frente de sus “Colorados del Monte”. Participó en la victoria de Dorrego en
Pavón, pero junto a su amigo
Martín Rodríguez se negó a continuar la invasión hacia
Santa Fe, donde Dorrego fue derrotado completamente en la
Batalla de Gamonal.
Con apoyo de Rosas y otros estancieros fue electo
gobernador su colega el general
Martín Rodríguez. El 1ro de octubre estalló una revolución, dirigida por el coronel
Manuel Pagola,
que ocupó el centro de la ciudad. Rosas se puso a disposición de
Rodríguez, y el día 5 inició el ataque, derrotando completamente a los
rebeldes. Los cronistas de esos días recordaron la disciplina que
reinaba entre los gauchos de Rosas,
1 que fue ascendido al grado de coronel. Con Rodríguez, el grupo de los estancieros empezó a tener un papel público.
También fue parte de las negociaciones que concluyeron con el
Tratado de Benegas,
que ponía fin al conflicto entre las provincias de Santa Fe y Buenos
Aires. Fue el responsable del cumplimiento de una de las cláusulas
secretas del mismo: entregar al gobernador Estanislao López 30.000
cabezas de ganado como reparación de los daños causados por las tropas
bonaerenses en su territorio. La cláusula era secreta, para no "manchar
el honor" de Buenos Aires. Así se iniciaba la alianza permanente que
tendría esta provincia con la de Buenos Aires hasta 1852.
Los primeros años después de la disolución de los poderes nacionales
fueron un período de paz y prosperidad en Buenos Aires, principalmente
debido a que Buenos Aires usufructuó en su exclusivo provecho las rentas
de la Aduana, una fuente inagotable de riqueza que la provincia decidió
no compartir con sus hermanas ni con ejércitos exteriores.
Entre
1821 y
1824 compró varios campos más, especialmente la estancia que había sido del virrey
Joaquín del Pino y Rozas (conocida como Estancia del Pino, en el partido de
La Matanza), a la que llamó San Martín en honor del general
José de San Martín.
También aprovechó la ley de
enfiteusis promovida por el ministro
Bernardino Rivadavia
para aumentar sus campos. En lugar de ayudar a los pequeños hacendados,
esta ley terminó dejando en propiedad de unos pocos grandes
terratenientes cerca de la mitad de la superficie de la provincia.
Los desórdenes producidos por la
Anarquía del Año XX habían dejado desguarnecida la frontera sur, por lo que habían recrudecido los
malones.
Martín Rodríguez dirigió entonces tres campañas al desierto, usando una
extraña mezcla de diálogos de paz y guerra con los indígenas. En
1823 fundó
Fuerte Independencia, la actual ciudad de
Tandil. En casi todas estas campañas lo acompañó Rosas, que también participó de una expedición en que el agrimensor
Felipe Senillosa delineó y estableció planos catastrales de los pueblos del sur de la provincia. El jefe nominal de esa campaña era el coronel
Juan Lavalle.
Durante la
guerra del Brasil,
el presidente Rivadavia lo nombró comandante de los ejércitos de
campaña a fin de mantener pacificada la frontera con la población
indígena de la región pampeana, cargo que volvió a ejercer después,
durante el gobierno provincial del coronel Dorrego.
En
1827, en el contexto previo al inicio de la guerra civil que estallaría en
1828, Rosas era un dirigente militar, representante de la
aristocracia rural, socialmente
conservadora. Estaba alineado a la corriente
federalista, adversa a la influencia foránea y a las iniciativas de corte liberal preconizadas por la tendencia
unitaria.
La revolución de diciembre
Terminada la guerra del Brasil, el gobernador
Manuel Dorrego fue obligado —por una intensa presión diplomática y financiera— a firmar la paz y la independencia de
Uruguay,
y la libre navegación de los ríos; lo que fue visto por los miembros
del ejército en operaciones como una traición. En respuesta, la
madrugada del 1 de diciembre de
1828, el general unitario Juan Lavalle tomó el
Fuerte de Buenos Aires y reunió a los unitarios en la
iglesia de San Francisco,
donde —a nombre del pueblo— fue elegido gobernador Lavalle, utilizando
un concepto restrictivo del término "pueblo". Siguiendo la misma lógica,
disolvió la
legislatura.
Dorrego se retiró al interior de la provincia y buscó la protección
del comandante de campaña, Rosas. Éste lo ayudó a reunir un pequeño
ejército pero fueron atacados sorpresivamente en la
batalla de Navarro, siendo derrotados.
Rosas aconsejó a Dorrego que huyera hacia Santa Fe pero el gobernador
se negó. Cuando Rosas le criticó su falta de previsión ante la
revolución unitaria, Dorrego respondió:
Señor don Juan Manuel: que usted me quiera dar lecciones de
política, es tan avanzado como si yo me propusiera enseñar a usted cómo
se gobierna una estancia.
Rosas lo abandonó, marchándose hacia la provincia de Santa Fe, mientras Dorrego se refugiaba en
Salto, en el regimiento del coronel
Ángel Pacheco. Pero, traicionado por dos oficiales de éste —
Bernardino Escribano y
Mariano Acha—
fue enviado prisionero a Lavalle. Éste, influido por el deseo de
venganza de los ideólogos unitarios, fusiló a Dorrego y se hizo cargo de
toda la responsabilidad. En su última carta, escrita a Estanislao
López, Dorrego pedía que su muerte no fuera causa de derramamiento de
sangre. Pese a este pedido, su fusilamiento dio paso a una larga
guerra civil, la primera en que estuvieron simultáneamente implicadas casi todas las provincias argentinas.
A principios de enero de
1829, el general
José María Paz, aliado de Lavalle, iniciaba la invasión de la
provincia de Córdoba, donde derrocaría al gobernador
Juan Bautista Bustos. De ese modo se generalizó la
guerra civil en todo el país.
Lavalle envió ejércitos en todas direcciones, pero varios pequeños
caudillos aliados de Rosas organizaron la resistencia. Los jefes
unitarios recurrieron a toda clase de crímenes para aplastarla. No se ha
difundido la memoria de estos hechos, pues ocurrieron en el campo y sus
víctimas fueron gauchos y personas pertenecientes a clases sociales más
humildes.
2
El gobernador intruso envió al coronel
Federico Rauch hacia el sur, y una de sus columnas, al mando del coronel
Isidoro Suárez,
derrotó y capturó al mayor Mesa, que fue enviado a Buenos Aires y
ejecutado. Al frente del grueso de su ejército, Lavalle avanzó hasta
ocupar
Rosario.
Pero, poco después, López dejó sin caballos a Lavalle, que se vio
obligado a retroceder. López y Rosas persiguieron a Lavalle hasta cerca
de Buenos Aires, derrotándolo en la
batalla de Puente de Márquez, librada el 26 de abril de 1829.
Mientras López regresaba a Santa Fe, Rosas sitió la ciudad de Buenos
Aires. Allí crecía la oposición a Lavalle (a pesar de que los aliados de
Dorrego habían sido expulsados), sobre todo por el crimen sobre el
gobernador. Lavalle aumentó la persecución sobre los críticos, lo que le
llevaría mucho apoyo a Rosas, en la ciudad que siempre fue la capital
del unitarismo.
Lavalle, desesperado, se lanzó a hacer algo insólito: se dirigió,
completamente solo, al cuartel general de Rosas, la Estancia del Pino.
Como éste no se encontraba, se acostó en su catre de campaña a
esperarlo. Al día siguiente, 24 de junio, Lavalle y Rosas firmaron el
Pacto de Cañuelas,
que estipulaba que se llamaría a elecciones, en las que sólo se
presentaría una lista de unidad de federales y unitarios, y que el
candidato a gobernador sería
Félix de Álzaga.
Lavalle presentó el tratado con un mensaje que incluía una inesperada opinión sobre su enemigo:
“Mi honor y mi corazón me imponen remover por mi parte todos los
inconvenientes para una perfecta reconciliación...Y sobre todo ha
llegado el caso de que veamos, tratemos y conozcamos de cerca de Juan
Manuel de Rosas como a un verdadero patriota y amante del orden.”
Pero los unitarios presentaron la candidatura de
Carlos María de Alvear,
y al precio de treinta muertos ganaron las elecciones. Las relaciones
quedaron rotas nuevamente, obligando a Lavalle a un nuevo tratado, el
pacto de Barracas,
del 24 de agosto. Pero, ahora más que antes, la fuerza estaba del lado
de Rosas. A través de este pacto se nombró gobernador a
Juan José Viamonte. Éste llamó a la legislatura derrocada por Lavalle, allanándole a Rosas el camino al poder.
Primer gobierno
La Legislatura de Buenos Aires proclamó a Juan Manuel de Rosas como
Gobernador de Buenos Aires el 6 de diciembre de 1829, honrándolo además
con el título de
"Restaurador de las Leyes e Instituciones de la Provincia de Buenos Aires" y en el mismo acto le otorgó
"todas las facultades ordinarias y extraordinarias que creyera necesarias, hasta la reunión de una nueva legislatura". No era algo excepcional: las facultades extraordinarias ya les habían sido conferidas a
Manuel de Sarratea y a Rodríguez en 1820, y a los gobernadores de muchas otras provincias en los últimos años; también Viamonte las había tenido.
El mismo día en que juró su cargo, declaró al diplomático uruguayo
Santiago Vázquez:
«Creen que soy federal; no señor, no soy de partido alguno sino de la
Patria... En fin, todo lo que yo quiero es evitar males y restablecer
las instituciones, pero siento que me hayan traído a este puesto.»
Lo primero que hizo Rosas fue realizar un extraordinario funeral,
trayendo los restos de Dorrego a la capital; con eso se captó la
voluntad de los seguidores del fallecido líder del partido federal,
sumando automáticamente el apoyo del pueblo humilde de la capital al que
ya tenía de la población rural.
3
Para ganar apoyo político pronunció su frase en 1829, que resumiría toda su plataforma política, sus objetivos claramente
nacionalistas y
autoritarios y la esperanza de un gobierno largo:
4
«El rey es como un padre: amar, castigar y recompensar».
La guerra civil en el interior
El general
José María Paz había ocupado
Córdoba y había derrotado a
Facundo Quiroga.
Rosas envió una comisión a mediar entre Paz y Quiroga, pero éste fue
derrotado y se refugió en Buenos Aires. Rosas le hizo dar un
recibimiento triunfal —como si hubiese sido el vencedor— aunque el
caudillo consideraba que la guerra había terminado para él.
Paz aprovechó la victoria para invadir las provincias de los aliados
de Quiroga, colocando en ellos gobiernos unitarios. Los bandos quedaban
definidos: las cuatro provincias del litoral, federales; las nueve del
interior, unitarias y unidas desde agosto de
1830 en una
Liga Unitaria, cuyo "supremo jefe militar" era Paz.
A los pocos meses, en enero de
1831, Rosas y Estanislao López impulsaron el
Pacto Federal entre Buenos Aires, Santa Fe y
Entre Ríos. Éste, que sería uno de los "pactos preexistentes" mencionados en la
Constitución de la Nación Argentina, tenía como objetivo poner un freno a la expansión del unitarismo encarnado en el general Paz.
Corrientes se adheriría más tarde al Pacto, porque el diputado correntino
Pedro Ferré
intentó convencer a Rosas de nacionalizar los ingresos de la aduana de
Buenos Aires e imponer protecciones aduaneras a la industria local. En
este punto, Rosas sería tan inflexible como sus antecesores unitarios:
la fuente principal de la riqueza y del poder de Buenos Aires provenía
de la aduana.
El caudillo
santiagueño Juan Felipe Ibarra,
refugiado en Santa Fe, logró que López iniciara acciones contra
Córdoba. Serían acciones guerrilleras, porque en ese tipo de acciones
tenía ventaja sobre las disciplinadas tropas de Paz. A principios de
1831, el ejército porteño inició también las operaciones, al mando de
Juan Ramón Balcarce; pero el ejército porteño nunca llegó a unirse al santafesino.
Cuando el coronel Ángel Pacheco derrotó a
Juan Esteban Pedernera en la
batalla de Fraile Muerto, Paz decidió hacerse cargo personalmente del frente oriental.
Por su lado, Quiroga decidió volver a la lucha. Pidió fuerzas a
Rosas, pero éste sólo le ofreció los presos de las cárceles. Quiroga
instaló un campo de entrenamiento y, cuando se consideró listo, avanzó
sobre el sur de Córdoba. En el camino, Pacheco le entregó los pasados de
Fraile Muerto: con ellos conquistó
Cuyo y
La Rioja en poco más de un mes.
La inesperada captura de Paz por un tiro de
boleadoras de un soldado de López, el 10 de mayo, provocó un repentino cambio:
Gregorio Aráoz de Lamadrid se hizo cargo del ejército unitario, con el que se retiró hacia el norte y fue vencido por Quiroga en la
batalla de La Ciudadela, el 4 de noviembre, junto a la ciudad de
Tucumán, con lo cual la Liga del Interior fue disuelta.
Convención de Santa Fe
En los meses siguientes, las provincias restantes se irían adhiriendo al Pacto Federal:
Mendoza, Córdoba,
Santiago del Estero y
La Rioja en 1831. Al año siguiente, Tucumán,
San Juan,
San Luis,
Salta y
Catamarca.
En cuanto terminó la guerra, los representantes de varias provincias
anunciaron que, con la pacificación interior, había llegado la ocasión
esperada para la organización constitucional del país. Pero Rosas
argumentaba que primero se tenían que organizar las provincias y luego
el país, ya que la constitución debía ser el resultado escrito de una
organización que debía darse primero. Aprovechó una acusación del
diputado correntino
Manuel Leiva para acusarlo de tener
ideas anárquicas y retirar su representante de la convención de Santa Fe. En agosto de
1832, la convención quedaba disuelta, y la oportunidad de organizar constitucionalmente el país se pospuso por otros veinte años.
Por el momento, el país quedaba dividido en tres áreas de influencia:
Cuyo y el noroeste, de Quiroga; Córdoba y el litoral, de López; y
Buenos Aires, de Rosas. Por unos años, este triunvirato virtual
gobernaría el país, aunque las relaciones entre ellos nunca fueron muy
buenas.
5
El gobierno de la provincia
El primer gobierno de Rosas fue un gobierno de orden; no fue una
tiranía despótica, aunque más tarde los historiadores harían extensivas a
su primer gobierno algunas características del segundo. En este primer
momento, se apoyó en algunos de los dirigentes del "Partido del Orden"
de la década anterior, lo cual ha permitido que fuera acusado de ser el
continuador del Partido Unitario, aunque con el tiempo se distanciaría
de ellos.
Entre los hechos negativos se le atribuye responsabilidad en la invasión inglesa de las
islas Malvinas, aunque este hecho ocurrió el 3 de enero de
1833,
durante el gobierno de Balcarce que había sucedido a Rosas, que estaba
emprendiendo su campaña al desierto. Estas islas, que habían sido objeto
de disputa entre España e Inglaterra, se encontraban en posesión de
España al momento de declararse la Independencia argentina, e Inglaterra
implícitamente reconoció la continuidad jurídica de los derechos
argentinos sobre las posesiones españolas al celebrar el tratado de
Amistad, Comercio y Navegación, firmado en Buenos Aires el 2 de febrero
de
1825, a
pocos años de la Independencia argentina y ratificado por el gobierno
británico en el mes de mayo de ese mismo año. Además, las Islas Malvinas
habían sido pobladas por el Gobierno de Buenos Aires y se había
designado un gobernador.
Este primera administración de Rosas fue, también, un gobierno
progresista: se fundaron pueblos, se reformaron el Código de Comercio y
el de Disciplina Militar, se reglamentó la autoridad de los jueces de
paz de los pueblos del interior y se firmaron tratados de paz con los
caciques, con lo que se obtuvo una cierta tranquilidad en la frontera.
No obstante, la supremacía lograda no estuvo asociada a un apoyo
incondicional de toda la población. Rosas debió enfrentar, por el
contrario, una dura resistencia durante el curso de su gobierno.
Interregno
A fines de
1832,
la legislatura reeligió a Rosas. Se dijo durante muchos años que
rechazó su reelección porque no se le concedían las facultades
extraordinarias, lo que no es exacto: no se sentía capaz de gobernar -ni
quería hacerlo- sin la unanimidad de la opinión pública en su favor.
Esperaría que lo llamaran desesperadamente, mientras buscaba la forma de
hacerse imprescindible.
En su lugar fue electo
Juan Ramón Balcarce,
importante militar de la época de la guerra de independencia y jefe de
un grupo federal no totalmente rosista, a quien Rosas entregó el
gobierno el 18 de diciembre de 1832.
Campaña al desierto
La
llanura pampeana bonaerense había estado sometida al dominio blanco apenas en una franja estrecha junto al
río Paraná y el
río de la Plata,
por lo menos hasta la década de 1810. Desde entonces, la "frontera con
el indio" se había adelantado hasta una línea que pasaba aproximadamente
por las actuales ciudades de
Balcarce, Tandil y
Las Flores.
En cuanto bajó del gobierno, coordinó la campaña con los de Mendoza,
de San Luis y de Córdoba para hacer una batida general, que además sería
acompañada por otra que realizara el general
Manuel Bulnes en
Chile.
La comandancia general le fue ofrecida a Facundo Quiroga, pero éste no
participó en ella. Rosas concentró y adiestró la tropa en su estancia de
Los Cerrillos, en San Miguel del Monte, y partieron de allí en marzo de
1833.
La columna oeste, al mando de
José Félix Aldao, recorrió un territorio que había sido "limpiado" de aborígenes recientemente, por lo que se limitó a llegar al
río Colorado. La del centro venció al cacique
ranquel Yanquetruz
y regresó rápidamente. La que hizo la mayor parte de la campaña fue la
del este, al mando del propio Rosas. Éste se estableció a orillas del
río Colorado —cerca de la actual localidad de
Pedro Luro— y envió cinco columnas hacia el sur y hacia el oeste, que consiguieron derrotar a los
caciques
más importantes. A continuación firmó tratados de paz con otros,
secundarios hasta entonces, que se convirtieron en útiles aliados. Al
año siguiente se sumaría el más importante de ellos,
Calfucurá.
Durante los primeros años de su segundo gobierno, la política de
Rosas para con los indígenas alternaría tratados de paz y donaciones con
campañas de exterminio. Sólo después de la crisis que comenzó en
1839 la cambió por una política de paz permanente.
La campaña también incorporó científicos que reunieron información
sobre la zona recorrida, pero las regiones desérticas quedaron en manos
de los indígenas. Recibió además la visita del científico
Charles Darwin, quien en su diario de viaje describió parte de la campaña:
...Los indios formaban un grupo de unas 110 personas (hombres,
mujeres y niños); casi todos fueron hechos prisioneros o muertos, pues
los soldados no dan cuartel a ningún hombre. Los indios sienten
actualmente un terror tan grande, que ya no se resisten en masa; cada
cual se apresura a huir por separado, abandonando a mujeres e
hijos.(...)Sin disputa, esas escenas son horribles, ¡pero cuánto mas
horrible aún es el hecho cierto de que se da muerte a sangre fría a
todas las indias que parecen tener mas de veinte años! Y cuando yo, en
nombre de la humanidad protesté, se me replicó: "Sin embargo ¿que otra
cosa podemos hacer? ¡Tienen tantos hijos esas salvajes!"6
Se aseguró la tranquilidad para los campos y pueblos ya formados, y
se logró un relativo avance en el sudoeste de la provincia, pero los
adelantos de la frontera fueron mucho menos espectaculares que los
logrados en la
Conquista del Desierto emprendida muy posteriormente por el general
Julio Argentino Roca en
1879.
Lo más importante que logró Rosas fue poner de su lado al ejército, a
los estancieros y la opinión pública. Y el agradecimiento de las
provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe, que se vieron
libres de saqueos importantes por muchos años. Sin embargo, el único
grupo de indios que no fue totalmente dominado, los ranqueles, siguieron
siendo vistos como un problema para los habitantes de estas provincias.
El precio a pagar por la paz fue sostener a las tribus amigas con
entregas anuales de ganado, caballos, harina, tejidos y aguardiente. A
partir de este momento, las tribus cazadoras dependieron de las entregas
de alimentos, y fueron considerados por los bonaerenses como costosos
parásitos del erario público, olvidando que —desde el punto de vista de
Rosas— los pagos eran un precio a pagar por el uso de territorios que
ellos consideraban suyos. Esta actitud pacificadora, y el cumplimiento
de los pactos celebrados, le ganaron a Rosas el respeto de algunos de
los jefes de los
indios amigos. Cuando este asumió por segunda vez la gobernación de la provincia, el cacique
Catriel en
Tapalqué declaró:
Juan Manuel es mi amigo. Nunca me ha engañado. Yo y todos mis indios
moriremos por él. Si no hubiera sido por Juan Manuel no viviríamos como
vivimos en fraternidad con los cristianos y entre ellos. Mientras viva
Juan Manuel todos seremos felices y pasaremos una vida tranquila al lado
de nuestras esposas e hijos. Todos los que están aquí pueden atestiguar
que lo que Juan Manuel nos ha dicho y aconsejado ha salido bien.7
Años después de la caída de Rosas, el mismo Catriel señalaba:
Nuestro hermano Juan Manuel indio rubio y gigante que vino al
desierto pasando a nado el Samborombón y el Salado y que jineteaba y
boleaba como los indios y se loncoteaba con los indios y que nos regaló
vacas, yeguas, caña y prendas de plata, mientras él fue Cacique General
nunca los indios malones invadimos, por la amistad que teníamos por Juan
Manuel. Y cuando los cristianos lo echaron y lo desterraron, invadimos
todos juntos
Más tarde, el propio Rosas dirigió la redacción de una
Gramática de la lengua pampa.
En esta campaña se destacaron algunos oficiales que formarían la siguiente generación de militares porteños:
Pedro Ramos, Ángel Pacheco,
Domingo Sosa,
Hilario Lagos,
Mariano Maza,
Jerónimo Costa,
Pedro Castelli y
Vicente González (el
Carancho del Monte).
La Revolución de los Restauradores
Mientras Rosas estaba en su campamento del río Colorado, los desacuerdos internos del
partido federal iban en aumento. Una de las fracciones era ideológicamente
liberal, y deseaba la organización constitucional; en sus filas militaban el gobernador Balcarce y sus ministros
Enrique Martínez y
Félix Olazábal. Sus adversarios, leales a Rosas, los llamaban
lomos negros,
debido a que el reverso de la lista en la cual se postulaban era de
color negro. En el partido de Rosas figuraban estancieros, militares y
comerciantes minoristas.
El enfrentamiento se condujo principalmente en la prensa, dividida en
dos bandos, que se atacaban escandalosamente; el gobierno decidió
procesar a varios periódicos opositores y uno o dos oficialista.
Entonces se puso en acción Encarnación Ezcurra, esposa y consejera de
Rosas, que reunía diariamente a sus aliados en su casa, y organizaba las
manifestaciones y agresiones contra los opositores.
Cuando se anunció el juicio a los periódicos, uno de ellos era
llamado "El Restaurador de las Leyes". Encarnación hizo empapelar la
ciudad con la noticia de que iba a ser enjuiciado el Restaurador, lo que
la gente interpretó como un juicio al jefe del partido federal. Se
produjo una gran manifestación, y sus participantes se reunieron en las
afueras de la ciudad; en su ayuda vino el general
Agustín de Pinedo, que puso a sitio a la ciudad, provocando unos días más tarde la renuncia de Balcarce.
En su lugar fue nombrado el general
Juan José Viamonte, y en los días siguientes abundaron las agresiones de los partidarios de Rosas, organizados en la
Sociedad Popular Restauradora, formada por las clases medias de la ciudad y parte de los oficiales de origen humilde. Su brazo armado era
la Mazorca,
un grupo de agitadores que atacaba las casas de los opositores a Rosas,
causando desmanes y agresiones físicas a quienes eran considerados
opositores. Hubo unos pocos crímenes, pero por el momento no tuvieron la
extensión que tendría en el futuro.
Unos meses después llegaba Rosas de regreso a Buenos Aires, y
Viamonte se vio obligado a renunciar. En su lugar fue elegido Rosas,
pero no aceptó porque no se le concedían las
facultades extraordinarias. No se sentía capaz de gobernar —ni le interesaba hacerlo— bajo las limitaciones de un
estado de derecho. Fue electo gobernador su amigo
Manuel Vicente Maza, presidente de la legislatura.
Segundo gobierno
Bandera militar argentina usada por los regimientos federales.
Al estallar un conflicto que se había suscitado entre Salta y
Tucumán, Rosas logró que Manuel Vicente Maza enviara como mediador al
general Facundo Quiroga, que residía en Buenos Aires. En el trayecto,
éste fue emboscado y asesinado en
Barranca Yaco, provincia de Córdoba, el 16 de febrero de
1835 por Santos Pérez, un
sicario vinculado a los
hermanos Reynafé, que gobernaban Córdoba.
La muerte de Quiroga provocó una clima de inestabilidad y violencia
por lo que Maza presentó su renuncia el 7 de marzo de ese año. La
legislatura llamó a Rosas para que se hiciera cargo del gobierno
provincial. Rosas condición su aceptación a que se le otorgase la
"suma del poder público",
por la cual la representación y ejercicio de los tres poderes del
estado recaerían en el gobernador, sin necesidad de rendir cuenta de su
ejercicio. La legislatura aceptó esta imposición, dictando ese mismo día
la correspondiente ley.
La suma del poder público se le otorgó con el compromiso de:
- Conservar, defender y proteger la religión Católica Apostólica Romana.
- Sostener la causa nacional de la Federación.
- El ejercicio de la suma del poder público duraría "todo el tiempo que el Gobernador considere necesario".
No disolvió la legislatura ni los tribunales; por el momento, la suma
del poder aparecía como la sanción legal del carácter excepcional que
tenía su mandato. La naturaleza dictatorial de esa institución política
afloraría más tarde, cuando Rosas hiciera uso de todo ese poder.
Por otro lado este asesinato le dio a Rosas la oportunidad única de
no compartir el mando del partido federal, que hasta entonces se había
repartido con Quiroga y López. Éste, en tanto que protector de los
Reynafé, quedó muy debilitado; y moriría a mediados de
1838. Incluso los caudillos con poder propio cayeron en su órbita, como
Juan Felipe Ibarra, de Santiago del Estero, y
José Félix Aldao, de Mendoza.
Debido a que el país no contaba por entonces con una
constitución propia —su caída sería, en
1853, condición necesaria para
su sanción— los poderes de los que gozó Rosas en su segundo mandato han sido superiores a los de un
presidente de facto, ya que dentro de éstos incluyó el de administrar justicia. Gran parte de la
historiografía argentina sigue considerando a Rosas un
dictador o un
tirano, mientras que la
corriente revisionista le niega tal carácter, considerándolo un defensor de la soberanía nacional.
Antes de asumir como gobernador, el Restaurador exigió que se realizara un
plebiscito
que confirmara el apoyo popular a su elección. El plebiscito se realizó
entre los días 26 y 28 de marzo de 1835 y su resultado fue 9.713 votos a
favor y 7 en contra. Por esos tiempos la provincia de Buenos Aires
contaba con 60.000 habitantes, de los cuales no accedían al
sufragio las mujeres ni los niños.
La Sala de Representantes nombró gobernador a Juan Manuel de Rosas el
día 13 de abril de 1835 por el quinquenio que comprendía de 1835 a
1840.
El discurso que pronunció Rosas en el Fuerte, sede del gobierno
provincial, al momento de la asunción de su segundo mandato como
gobernador caracterizaría su posición frente a sus opositores:
¡Que de esa raza de monstruos no quede uno entre nosotros y que su
persecución sea tan tenaz y vigorosa que sirva de terror y de espanto a
los demás que puedan venir en adelante!9
Rosas asumió su nuevo gobierno con la suma del poder público que
utilizó para hostigar a sus disidentes fueran éstos federales o
unitarios.
No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar.
Debo decirlo en obsequio de la verdad histórica, nunca hubo un gobierno
más popular, y deseado, ni más bien sostenido por la opinión. Los
unitarios que en nada habían tomado parte, lo recibían al menos con
indiferencia, los federales lomos negros, con desdén, pero sin
oposición; los ciudadanos pacíficos lo esperaban como una bendición y un
término a las crueles oscilaciones de dos largos años; la campaña, en
fin, como el símbolo de su poder y la humillacion de los cajetillas de la CIUDAD. [...]
"[...] Concibese como ha podido suceder que en una provincia de cuatrocientos mil habitantes, según lo asegura la Gaceta,
sólo hubiese tres votos contrarios al gobierno? Seria acaso que los
disidentes no votaron? Nada de eso! No se tiene aún noticia de ciudadano
alguno que no fuese a votar; los enfermos se levantaron de la cama a ir
a dar su asentimiento, temerosos de que sus nombres fueran inscritos en
algún negro registro; porque así se había insinuado.
El terror estaba ya en la atmósfera, y aunque el trueno no había
estallado aún, todos veían la nube negra y torva que venía cubriendo el
cielo." Domingo Faustino Sarmiento10
En este sentido, un retrato vívido de esa época ha sido el legado por la pluma de
Esteban Echeverría en
El matadero,
cuento precursor del realismo rioplatense que transcurre en la provincia de Buenos Aires durante los
años '30.
Desde la óptica opositora, Echeverría describió las contiendas entre
unitarios y federales, y las figuras del caudillo Juan Manuel de Rosas y
sus seguidores, atribuyendo a estos últimos cualidades brutales y
sanguinarias.
En cuanto asumió, Rosas ordenó la captura de Santos Pérez y los
Reynafé, y tras un juicio que tardó años, fueron condenados a muerte y
ejecutados. El juicio le dio a Rosas una autoridad nacional en un ámbito
inesperado: su provincia tenía un tribunal penal de autoridad nacional.
Esa autoridad no era legal pero era real, y aportó cierta unidad a la
administración nacional.
Eliminó de todos los cargos públicos a sus opositores: expulsó a
todos los empleados públicos que no fueran federales "netos", y borró
del escalafón militar a los oficiales sospechosos de opositores,
incluyendo a los exiliados. A continuación hizo obligatorio el lema de
"Federación o muerte", que sería gradualmente reemplazado por
"¡Mueran los salvajes unitarios!", para encabezar todos los documentos públicos; e impuso a los empleados públicos y militares el uso del
cintillo punzó, que pronto sería usado por todos.
Por oposición, más tarde los unitarios llevarían divisas celestes, lo que tuvo un resultado inesperado: la
bandera argentina
era, hasta ese momento, de color azul y blanco. Los ejércitos de Rosas
la empezaron a usar con un color azul oscuro, casi violeta; para
diferenciarse, los unitarios la utilizaron de color celeste y blanco.
11
Para conseguir sus objetivos políticos Rosas contó también con el
apoyo de la Sociedad Popular Restauradora, con la cual en esa época se
vinculaba especialmente su esposa Encarnación, integrada por el grupo
más leal de sus partidarios. Y a través del cuerpo parapolicial de la
Mazorca, que volvió a actuar en la persecución de sus adversarios.
Una vez que logró consolidar su poder impuso los criterios federales y
formó alianzas con los líderes de las demás provincias argentinas,
logrando el control del comercio y de los asuntos exteriores de la
Confederación.
La Ley de Aduanas
El gobernador de Corrientes,
Pedro Ferré, realizó un enérgico planteo reclamando medidas
proteccionistas para los productos de origen local, cuya
producción se deterioraba debido a la
política de libre comercio de Buenos Aires.
El 18 de diciembre de 1835, Rosas sancionó la Ley de Aduanas en
respuesta a ese planteo, que determinaba la prohibición de importar
algunos productos y el establecimiento de aranceles para otros casos. En
cambio mantenía bajos los impuestos de importación a las máquinas y los
minerales que no se producían en el país. Con esta medida buscaba
ganarse la buena voluntad de las provincias, sin ceder lo esencial, que
eran las entradas de la Aduana. Estas medidas impulsaron notablemente el
mercado interno y la producción del interior del país. Sin embargo,
Buenos Aires continuó siendo la principal ciudad.
Se nacía de un impuesto básico de importación del 17% y se iba
aumentando para proteger a los productos más vulnerables. Las
importaciones vitales, como el acero, el latón, el carbón y las
herramientas agrícolas pagaban un impuesto del 5%. El azúcar, las
bebidas y productos alimenticios el 24%. El calzado, ropas, muebles,
vinos, coñac, licores, tabaco, aceite y algunos artículos de cuero el
35%. La cerveza, la harina y las papas el 50%.
El efecto inesperado, pero que Rosas había considerado correctamente,
era que disminuyeron las importaciones, pero el crecimiento del mercado
interno compensó esa caída. De hecho, los impuestos por importación
aumentaron significativamente. Más tarde, bajo el efecto de los
bloqueos, se redujeron estas tasas de importación, pero nunca volvieron a
ser tan bajas como en la época de Rivadavia, ni tanto como serían
después de su caída.
Simultáneamente pretendió obligar a
Paraguay
a incorporarse a la Confederación Argentina ahogándola económicamente,
para lo cual impuso una fuerte contribución al tabaco y los cigarros.
Como temía que entraran de contrabando por Corrientes, esos impuestos
alcanzaron también a los productos correntinos. La medida contra el
Paraguay fracasó, pero tendría graves consecuencias respecto de
Corrientes.
Su política económica fue decididamente conservadora: controló los
gastos al máximo, y mantuvo un equilibrio fiscal precario sin emisiones
de moneda ni endeudamiento. Tampoco pagó la deuda externa contraída en
tiempos de Rivadavia, salvo en pequeñas sumas durante los pocos años en
que el Río de la Plata no estuvo bloqueado. El papel moneda porteño
mantuvo muy estable su valor y circuló por todo el país, reemplazando a
la moneda metálica boliviana, con lo cual contribuyó a la unificación
monetaria del país. El Banco Nacional fundado por Rivadavia estaba
controlado por comerciantes ingleses y había provocado una grave crisis
monetaria con continuas emisiones de papel moneda, continuamente
depreciado. En
1836, Rosas lo declaró desaparecido, y en su lugar fundó el
Banco de la Provincia de Buenos Aires.
n 1
Su administración era sumamente prolija, anotando y revisando
puntillosamente los gastos e ingresos públicos, y publicándolos casi
mensualmente. Incluso, cuando más tarde castigó a sus enemigos con
embargos de sus bienes —no realizó confiscaciones, a diferencia de lo
que hizo Lavalle antes que él, o
Valentín Alsina y
Pastor Obligado después— hizo que se les entregaran a los parientes de los así castigados recibos detallados de todo lo embargado.
Entre los funcionarios separados de su cargo por orden del gobernador estuvo el Decano del Superior Tribunal de Justicia,
Miguel Mariano de Villegas, por no merecer la confianza del gobierno.
La política exterior
En el norte, las ambiciones del dictador boliviano
Andrés de Santa Cruz, que dominaba la recién fundada
Confederación Perú-Boliviana y quiso invadir Jujuy y Salta con el apoyo de algunos emigrados unitarios, llevaron a una
guerra entre esos países y Argentina.
La guerra estuvo a cargo del "protector" Heredia, gobernador de
Tucumán. Éste era el último de los caudillos federales que hizo alguna
sombra a Rosas, pero el Restaurador logró disciplinarlo por medio de la
financiación de esta guerra. A fines de
1838,
con el asesinato de Heredia a manos de uno de sus oficiales, se
paralizaron las operaciones y desapareció su último competidor federal;
tal vez por eso mismo al año siguiente aparecieron enemigos internos
decididamente no federales.
Las relaciones con
Brasil fueron muy malas, pero nunca se llegó a la guerra, por lo menos hasta la crisis que desembocaría en la
Batalla de Caseros. Nunca hubo problemas con
Chile,
aunque en ese país se refugiaban muchos opositores, que llegaron a
lanzar algunas expediciones desde allí contra las provincias argentinas.
El Paraguay
proclamó su independencia
y la anunció oficialmente a Rosas, que respondió que no estaba en
condiciones de reconocer ni desconocer esa declaración. En la práctica,
su pretensión era reincorporar la antigua provincia del Paraguay a la
Confederación, por lo cual mantuvo el bloqueo de los ríos interiores, a
fin de forzar al Paraguay a negociar. El Paraguay respondio aliándose e
los enemigos de Rosas, pero nunca hubo enfrentamiento alguno entre ambos
ejércitos ni escuadras.
En
Uruguay, el nuevo presidente
Manuel Oribe se libró de la tutoría de su antecesor
Fructuoso Rivera. Pero éste, con apoyo de unitarios de Montevideo (entre ellos Lavalle) y de los imperiales
brasileños establecidos en
Río Grande del Sur, formó el
partido “colorado” (al que Oribe le opuso el
partido "blanco") y se lanzó a la revolución iniciándose la llamada
Guerra Grande. A mediados de 1838 comenzó el sitio de parte de los
colorados al gobierno, resguardado tras los muros de
Montevideo.
Los colorados tuvieron desde el primer momento el apoyo de la flota
francesa y el protectorado brasileño. Ante esto, Oribe renunció en
octubre de 1838, dejando en claro que lo había obligado una flota
extranjera y se retiró a Buenos Aires.
El bloqueo francés
Los peores problemas empezaron con
Francia: la política exterior francesa había permanecido en un perfil bajo por dos décadas, hasta que el rey
Luis Felipe
intentó recuperar para Francia su papel de gran potencia, obligando a
varios países débiles a hacerle concesiones comerciales y, cuando era
posible, reducirlos a protectorados o colonias. Ese fue el caso de
Argelia,
por sólo citar un ejemplo. Desde 1830, Francia buscaba aumentar su
influencia en América Latina y, especialmente, lograr la expansión de su
comercio exterior. Consciente del poder inglés, en 1838 el rey Luis
Felipe exponía ante el parlamento que “solo con el apoyo de una poderosa
marina podrían abrirse nuevos mercados a los productos franceses…”.
Al ver que la Argentina no estaba organizada constitucionalmente,
pensaron que podían, al menos, obligarla a concesiones comerciales. En
noviembre de
1837, el vicecónsul francés se presentó al ministro de relaciones exteriores,
Felipe Arana, exigiéndole la liberación de dos presos de nacionalidad francesa, el grabador
César Hipólito Bacle,
acusado de espionaje a favor de Santa Cruz, y el contrabandista Lavié.
También reclamaba un acuerdo similar al que tenía la Confederación
Argentina con
Inglaterra y la excepción del
servicio militar para sus ciudadanos (que en ese momento eran dos).
Arana rechazó las exigencias, y meses más tarde, en marzo de 1838 la
armada
francesa bloqueó “el puerto de Buenos Aires y todo el litoral del río
perteneciente a la República Argentina”. Y lo extendió a las demás
provincias litorales, para debilitar la alianza de Rosas con ellas,
ofreciendo levantar el bloqueo contra cada provincia que rompiera con
él.
También en octubre de 1838, la escuadra francesa atacó la
isla Martín García, derrotando con sus cañones y su numerosa infantería a las fuerzas del coronel
Jerónimo Costa y del mayor
Juan Bautista Thorne.
Debido al desempeño honroso y valiente demostrados por los argentinos,
fueron conducidos a Buenos Aires y dejados en libertad, con una nota del
comandante francés Hipólito Daguenet, haciendo saber tal circunstancia a
Rosas, en los siguientes términos: “... Encargado por el Señor
Almirante Le Blanc,comandante en jefe de la estación del Brasil, y de
los mares del Sud, de apoderarme de la isla de Martín García con las
fuerzas puestas a mi disposición para tal objeto, desempeñé el 14 de
este la misión que me había sido confiada. Ella me ha presentado la
oportunidad de apreciar los talentos militares del bravo coronel Costa,
gobernador de esa isla y de su animosa lealtad hacia su país. Esta
opinión tan francamente manifestada es también la de los capitanes de
corbetas francesas la "Expeditive" y la "Bordelaise", testigos de la
increíble actividad del señor coronel Costa, como de las acertadas
disposiciones tomadas por este oficial superior, para la defensa de la
importante posición que estaba encargado de conservar. Lleno de
estimación por él he creído que no podría darle una prueba mejor de los
sentimientos que me ha inspirado, que manifestando a V. E. su bizarra
conducta durante el ataque dirigido contra él, el 11 del corriente, por
fuerzas muy superiores a las de su mando..."
El bloqueo afectó mucho la economía de la provincia, al cerrar las
posibilidades de exportar. Eso dejó muy descontentos a los ganaderos y a
los comerciantes, muchos de los cuales se pasaron silenciosamente a la
oposición.
Sobre el reclamo particular de Francia, esto es, la eximición del
servicio de armas para sus súbditos, el gobierno de Buenos Aires retrasó
la respuesta por más de dos años. Rosas no se oponía a reconocer a los
residentes franceses en el Río de la Plata el derecho a un trato similar
al que se daba a los ingleses, pero sólo estuvo dispuesto a reconocerlo
cuando Francia envió un ministro plenipotenciario, con plenos poderes
para la firma de un tratado. Eso significaba un trato de igual a igual, y
un reconocimiento de la Confederación Argentina como un estado
soberano.
La generación del '37
En 1837 surgió un grupo de jóvenes intelectuales que comenzó a reunirse en la librería de
Marcos Sastre. Entre ellos se contaban Esteban Echeverría,
Juan Bautista Alberdi,
Juan María Gutiérrez,
José Mármol y
Vicente Fidel López.
Su pensamiento se identificaba con la clase política que había
protagonizado el proceso independentista hasta la organización unitaria
de
1824 y adhería a las ideas del
romanticismo europeo y la
democracia liberal.
Este grupo logró cierta influencia a partir de dos instituciones: el
Salón Literario, luego cerrado por orden de Rosas, y
La Joven Argentina, sociedad secreta fundada por Echeverría en 1838.
Estos jóvenes, constituyentes de la segunda generación criolla,
intentaron ser una alternativa a federales y unitarios, propiciaron una
organización nacional mixta, la modificación de las costumbres sociales y
la necesidad de contar con una literatura nacional. Tanto sus ideas
como sus acciones tendrían gran influencia en la organización nacional y
el proceso constitucional posterior a la caída de Rosas. Por mucho
tiempo fueron considerados próceres civiles, pero posteriormente, los
historiadores
revisionistas
les acusaron de considerar todo lo europeo superior a lo americano o
español, de querer trasplantar Europa a América sin considerar a los
americanos, y de traicionar repetidamente a su propio país al aliarse a
los enemigos extranjeros de su gobierno.
Se pronunciaron en contra de la política de Rosas respecto de las
potencias extranjeras —especialmente de Francia— y fueron perseguidos
por la Mazorca, brazo armado de la Sociedad Popular Restauradora. Si
bien ninguno fue asesinado, todos ellos terminaron por exiliarse. La
gran gran mayoría pasó a Montevideo. Otros, como Domingo Faustino
Sarmiento, emigraron a
Santiago de Chile.
En el exilio se confundieron con los opositores refugiados, los más
antiguos de los cuales eran los unitarios, a los que se habían sumado
los
lomos negros de la época de Balcarce; formarían un grupo más o
menos homogéneo, globalmente llamados "unitarios" por los partidarios
de Rosas.
La guerra civil del '40
En junio de 1838 llegó a Buenos Aires el ministro de gobierno santafesino
Domingo Cullen,
con la misión de obtener un acercamiento entre Rosas y la flota
francesa. Pero al parecer se extralimitó en sus órdenes, y negoció con
el jefe de la flota el levantamiento de la misma para su provincia, a
cambio de ayudar a Francia contra Rosas y suprimir la delegación que su
provincia había hecho de las relaciones exteriores en la de Buenos
Aires. Pero a mitad de la negociación murió el gobernador Estanislao
López, por lo que Cullen huyó a Santa Fe. Allí se hizo elegir
gobernador, pero Rosas y el entrerriano
Pascual Echagüe lo desconocieron como tal, con la excusa de que era español. Fue depuesto y reemplazado por
Juan Pablo López, hermano de su antecesor.
Cullen huyó a
Santiago del Estero y se refugió en casa del gobernador
Ibarra, desde donde logró organizar una invasión a la provincia de Córdoba por parte de los opositores al gobernador
Manuel López.
Éstos fueron derrotados, e Ibarra envió a Cullen preso a Buenos Aires.
Al llegar al límite de la provincia de Buenos Aires, fue fusilado por el
coronel Pedro Ramos en junio de 1839.
Cullen había enviado a su ministro
Manuel Leiva a negociar con el gobernador correntino
Genaro Berón de Astrada
una alianza contra Rosas, que el correntino aceptó. Pero ante la caída
de Cullen, buscó apoyo en el uruguayo Rivera, con quien firmó un tratado
de alianza, que éste nunca cumplió. Y declaró la guerra contra Buenos
Aires y Entre Ríos. El gobernador Echagüe invadió Corrientes y destrozó
al ejército enemigo en la
batalla de Pago Largo, donde Berón pagó la derrota con su vida.
En mayo, con apoyo y dinero porteño, Echagüe invadió Uruguay, con apoyo de gran número de militares "blancos", dirigidos por
Juan Antonio Lavalleja,
Servando Gómez y
Eugenio Garzón. Llegó hasta muy cerca de Montevideo, pero fue derrotado en la
batalla de Cagancha.
El gobierno francés no consiguió mucho con su bloqueo, por lo que
decidió financiar campañas militares contra Rosas, tanto pagando un
fuerte subsidio al gobierno de Rivera, como a los unitarios organizados
en la
Comisión Argentina, dirigida por
Valentín Alsina.
Éstos buscaron un jefe militar prestigioso para dirigir la revolución, y
la elección cayó en Lavalle, a quien Alberdi convenció de ponerse al
frente de las tropas.
All producirse el ataque de Echagüe a Uruguay, Lavalle decidió
aprovechar para invadir Entre Ríos. Como no consiguió apoyo alguno en
esa provincia para su
cruzada contra Rosas, se dirigió a Corrientes, donde el gobernador Ferré lo puso al mando de su ejército.
Lo primero que hizo Ferré fue lanzar contra Santa Fe al fundador de la autonomía provincial,
Mariano Vera, pero éste fue rápidamente derrotado y muerto.
La revolución de los Libres del Sur
En la propia Buenos Aires se gestó un movimiento contra Rosas, cuyo mando militar cayó en al coronel
Ramón Maza, hijo del presidente de la legislatura, Manuel Maza. Y en el sur de la provincia se organizó el grupo llamado de los
Libres del Sur,
formados por ganaderos que, alarmados por la caída de las
exportaciones, planificó una revolución que se extendió rápidamente.
Contaban con el apoyo de Lavalle, que debía desembarcar en la
bahía de Samborombón.
Pero todo salió mal: no pudieron contar con el apoyo de Lavalle quien
se dirigió a Entre Ríos para invadirla, privando a los revolucionarios
de sus tropas. Asimismo el grupo de Maza fue delatado: el examigo de
Rosas fue asesinado en su despacho oficial y su hijo -el propio jefe
militar- fusilado por orden de Rosas en la cárcel. Los
Libres del Sur, descubiertos, se lanzaron a la insurrección pero apenas dos semanas más tarde fueron derrotados por
Prudencio Rosas, hermano del gobernador, en la
batalla de Chascomús. Los cabecillas murieron en la batalla, otros fueron ejecutados o encarcelados y algunos debieron exiliarse.
La Coalición del Norte
Desde la muerte de Heredia, los unitarios del norte se habían ido
organizando y empezaron a controlar los gobiernos de Tucumán, Salta,
Jujuy y Catamarca.
Rosas recordó que tenían en su poder el armamento enviado por él para
la guerra contra Bolivia, y decidió mandar un emisario para quitárselo
antes de que se pronunciaran contra él. La elección fue uno de los más
serios y evidentes errores en toda la carrera del Restaurador: el
general Gregorio Aráoz de La Madrid, líder unitario tucumano de la
década anterior, que al llegar a Tucumán cambió de bando y se unió a los
rebeldes. Éstos se pronunciaron contra Rosas y formaron la
Coalición del Norte, dirigida por el ministro tucumano
Marco Avellaneda. Intentaron extender la alianza seduciendo a los gobernadores
Tomás Brizuela,
de La Rioja, e Ibarra, de Santiago del Estero. Ambos eran federales,
pero al primero lo convencieron dándole el mando militar supremo; Ibarra
se negó.
A fines de
1840,
Lamadrid invadió Córdoba, donde un grupo de liberales derrocó a Manuel
López. Incluso intentaron revoluciones en San Luis y Mendoza, pero ambas
fracasaron.
Campañas de Lavalle
Lavalle invadió Entre Ríos y enfrentó a Echagüe en dos batallas
indecisas. Se refugió en la costa sur de la provincia y se embarcó en la
flota francesa, desembarcando en el norte de la provincia de Buenos
Aires. Esquivó al general Pacheco y se dirigió hacia Buenos Aires,
estableciéndose en
Merlo, y allí esperó que la ciudad se pronunciara a su favor.
Rosas organizó su cuartel general en los
Santos Lugares —actualmente
San Andrés,
Partido de General San Martín— el mismo cuartel que más tarde se haría famoso por los prisioneros recluidos allí y por el fusilamiento de
Camila O’Gorman.
Le cerró el paso hacia la capital, mientras Pacheco lo rodeaba por el
norte. Mientras tanto, el ejército de Lavalle se desarmaba por las
deserciones, y la ciudad apoyó incondicionalmente a Rosas.
Entonces Lavalle retrocedió. Todos los unitarios lo criticaron mucho por esa decisión, pero realmente no podía hacer otra cosa.
La retirada de Lavalle hizo que los franceses firmaran la paz con
Rosas y levantaran el bloqueo. Lavalle, sin apoyo naval, ocupó
Santa Fe,
pero su ejército seguía disminuyendo. Por su parte, Rosas lanzó en su
persecución a Pacheco, y poco después puso a Oribe al mando del ejército
federal.
El terror
Cuando se supo que Lavalle huía, estalló el terror general en la
ciudad: decenas de personas fueron asesinadas, centenares de casas
saqueadas y las calles quedaron vacías. Los antiguos partidarios de los
unitarios fueron perseguidos, y también los que fueran sospechosos de
serlo, por cualquier razón. Los símbolos de los unitarios, y hasta los
objetos de colores identificados con los unitarios - celeste y verde -
fueron destruidos. Las casas, la ropa, los uniformes, todo lo que
pudiera colorearse fue pintado de color rojo.
Rosas no hizo nada para detener la masacre, y posiblemente no hubiera
podido controlarla. Sólo a fines de ese año, cuando estuvo seguro de
que iba a ser obedecido, anunció que a cualquiera que se lo descubriera
violando una casa, robando o asesinando sería pasado por las armas. La
violencia se detuvo ese mismo día.
El terror del año '40 fue la culminación del uso político de la
violencia por parte de Rosas y su partido. Algunos historiadores
extienden la imagen de esas semanas de violencia a todo su gobierno,
mientras que otros sostienen que no fue así. Hubo varios períodos en los
que los opositores fueron perseguidos, pero los crímenes de todos los
días sólo ocurrieron a fines de 1840. De hecho, Rosas usó más el terror
como idea para presionar las conciencias que para eliminar personas.
12
En
1842, Rosas se autoproclamó
Tirano ungido por Dios para salvar a la patria.
13 14
Final de la guerra civil
Lavalle se retiró hacia la provincia de Córdoba pero al entrar en ella fue derrotado en la
batalla de Quebracho Herrado,
lo que lo obligó a retirarse a Tucumán. Allí se reunió y se separó
nuevamente de Lamadrid, que marchó a invadir Cuyo. El jefe de su
vanguardia,
Mariano Acha (el que había entregado a Dorrego en manos de Lavalle), venció a
José Félix Aldao en la
batalla de Angaco, pero fue rápidamente derrotado
batalla de La Chacarilla y ejecutado al poco tiempo. Unas semanas más tarde, Lamadrid se hacía nombrar gobernador de Mendoza, munido de las
facultades extraordinarias tan criticadas,
n 2 sólo para ser pronto derrotado en
Rodeo del Medio. Los sobrevivientes emigraron a Chile.
Lavalle esperó a Oribe en Tucumán, y allí fue derrotado en la
batalla de Famaillá, en septiembre de
1841. Su aliado Marco Avellaneda fue ejecutado, y el mismo Lavalle murió en un tiroteo casual en
San Salvador de Jujuy. Sus restos fueron llevados a
Potosí, donde también se refugiaron los últimos unitarios del norte.
Los antirrosistas, sin embargo, tuvieron un éxito inesperado en
Corrientes, donde el general Paz destrozó el ejército de Echagüe en
Caaguazú.
Desde allí invadió Entre Ríos (simultáneamente con Rivera) y se hizo
nombrar gobernador. Un conflicto con Ferré le obligó a huir, dejando sus
fuerzas en manos de Rivera.
Por esa época hizo algunas campañas navales el futuro héroe nacional
italiano Giuseppe Garibaldi, que en los ríos argentinos y uruguayos asoló las poblaciones y caseríos; y aunque el almirante
Guillermo Brown resaltó la valentía del italiano,
15 consideró la actuación de sus subordinados pirática.
n 3
En Santa Fe, Juan Pablo López se pasó al bando contrario después de
la derrota de la Coalición del Norte, de modo que Oribe regresó y lo
derrotó fácilmente en abril de
1842. Se refugió junto a Rivera, en el este de Entre Ríos, donde Oribe los derrotó en
Arroyo Grande, en diciembre de 1842.
Muchos de los prisioneros de estas batallas fueron ejecutados por
orden de Oribe o de Rosas. Al menos, por el momento, la guerra civil
había terminado en la Argentina.
La década final
La historiografía liberal decimonónica argentina, que tuvo a
Bartolomé Mitre y a
Vicente Fidel López
como sus máximos exponentes y difusores, suele atribuir grandes cambios
y transformaciones a los años que siguieron a la caída de Rosas, cuyo
gobierno habría sido un largo período de estancamiento, imagen derivada
más bien de posturas ideológicas que de un examen atento de los hechos.
La Ley de Aduanas de 1836 tuvo una aplicación variable, y se derogó y
volvió a aplicar según las necesidades y los bloqueos. La combinación
de ambos procesos llevó a un gran crecimiento económico en las
provincias interiores, siendo el caso de Entre Ríos muy claro, pero no
exclusivo.
Si bien hubo una fuerte inmigración europea, sus características
fueron completamente distintas de la masiva inmigración posterior a su
caída. Llegaron inmigrantes de
Irlanda,
Galicia, el
País Vasco e incluso de
Inglaterra.
Pero no se afincaron en colonias agrícolas sino que debieron integrarse
en una sociedad controlada por los criollos. Muchos irlandeses y vascos
se dedicaron a la cría de ganado ovino, y en pocos años lograron
convertirse en propietarios. La ganadería exclusivamente vacuna fue
reemplazada por otra, dominada por las ovejas, y en la cual el principal
renglón de las exportaciones fue, cada vez más, la lana. Eso llevó a
aumentar la dependencia económica respecto de Inglaterra, principal
compradora de lana del mundo.
La sociedad argentina quedó libre de toda disidencia. Quienes no se
unieron al partido gobernante debieron emigrar o, en muchos casos,
fueron muertos. En el interior del país, la adhesión automática a Rosas
fue impuesta por los ejércitos porteños o por los caudillos locales.
Muchos de estos habían surgido como emanaciones de la voluntad de Rosas,
como
Nazario Benavídez en San Juan,
Mariano Iturbe en Jujuy,
Manuel Saravia en Salta,
Pablo Lucero en San Luis.
Incluso fue obra de Rosas la llegada al poder de
Justo José de Urquiza
en Entre Ríos, pero era un caso distinto: éste era el general más capaz
del bando federal, sólo comparable a Pacheco. Después de Arroyo Grande,
los triunfos más importantes los había obtenido él, con tropas
entrerrianas y algunos refuerzos porteños. En segundo lugar, era un
hombre muy rico, y aprovechó su situación de poder para enriquecerse aún
más. Por último, por su posición militar, Rosas se vio obligado a hacer
la vista gorda cuando el entrerriano permitía el contrabando desde y
hacia Montevideo.
Política religiosa
Las relaciones con la Iglesia Católica fueron bastante complicadas:
Rosas era un católico ferviente, pero siempre reclamó la continuidad del
Patronato de Indias sobre la Iglesia en la Argentina.
Recibió a los
jesuitas en
1836 y les devolvió algunos de sus bienes. Pero como éstos se declararan fieles al
Papado
en relación al patronato y se negaran a apoyar públicamente a Rosas en
su iglesia, pocos años más tarde se enfrentaron al gobernador y hacia
1840 estaban enfrentados al Restaurador y terminaron exiliándose en
Montevideo.
En todas las otras iglesias, los curas apoyaron públicamente a Rosas,
celebraron misas en agradecimiento a sus éxitos y en desagravio a sus
fracasos; los santos llevaban insignias de color punzó y el retrato de
Rosas figuraba entre los altares a los santos.
Rosas toleró al obispo
Mariano Medrano,
electo durante el gobierno de Viamonte, pero no habría aceptado ningún
otro que no contara con su aprobación. Esto es, se consideraba
continuador del patronato eclesiástico que habían tenido los reyes de
España.
Uno de los hechos más famosos de su gobierno fue la aventura de amor de
Camila O’Gorman y el cura
Ladislao Gutiérrez, que se escaparon juntos para formar una familia. Azuzado por la prensa unitaria desde Montevideo y Chile,
n 4
por los propios federales, e incluso por el padre de la joven, el
gobernador ordenó inesperadamente fusilarlos, lo que se cumplió en el
campamento de
Santos Lugares.
El sitio de Montevideo y una nueva rebelión correntina
Después de la victoria de Arroyo Grande, Oribe todavía tenía una
cuenta que saldar: atacó a Rivera en el Uruguay, y se instaló frente a
Montevideo, a la que le
puso sitio
con el apoyo de varios regimientos argentinos. Apoyado por Francia,
Inglaterra y posteriormente Brasil, y defendido por refugiados
argentinos y mercenarios europeos, Rivera logró que la ciudad resistiera
hasta
1851.
La flota porteña del almirante Guillermo Brown estableció el bloqueo
del puerto, lo que hubiera significado la inmediata caída de la ciudad
pero la escuadra anglo-francesa al mando del Comodoro Purvis, logró
alejar a las embarcaciones de Buenos Aires y mantener así una vía
abierta para abastecer a la población.
Rivera fue expulsado de la ciudad, pero Oribe nunca logró capturarla.
Durante todo ese tiempo, las mejores tropas de Buenos Aires quedaron
inmovilizadas en el Uruguay. En la historia uruguaya, este período es
conocido como la
Guerra Grande.
Corrientes se volvió a alzar contra Rosas en
1843, bajo el mando de los hermanos
Joaquín y
Juan Madariaga, pero no lograron exportar su rebelión a las demás provincias.
16
Tras más de cuatro años de resistencia, el nuevo gobernador entrerriano Justo José de Urquiza los venció en dos batallas, en
Laguna Limpia y en
Rincón de Vences. A fines de
1847, la Argentina quedó uniformemente alineada detrás de Rosas.
El bloqueo anglo-francés
El gobierno de Rosas había prohibido la navegación por los ríos
interiores a fin de reforzar la Aduana de Buenos Aires, único punto por
el que se comerciaba con el exterior. Durante largo tiempo, Inglaterra
había reclamado la libre navegación por los ríos
Paraná y
Uruguay
para poder vender sus productos. En cierta medida, esto hubiera
provocado la destrucción de la pequeña producción local, pero la única
provincia beneficiada por esa política fue la de Buenos Aires, ya que se
prohibía comerciar por los puertos fluviales.
Debido a esta disputa, el 18 de septiembre de
1845
las flotas inglesas y francesas bloquearon el puerto de Buenos Aires e
impidieron que la flota porteña apoyara a Oribe en Montevideo. De hecho,
la escuadra del almirante Guillermo Brown fue capturada por la flota
británica.
La flota combinada avanzó por el río Paraná, intentando entrar en
contacto con el gobierno rebelde de Corrientes y con Paraguay, cuyo
nuevo presidente,
Carlos Antonio López,
pretendía abrir en algo el régimen cerrado heredado del doctor Francia.
Lograron vencer la fuerte defensa que hicieron las tropas de Rosas,
dirigidas por su cuñado
Lucio Norberto Mansilla en la batalla de
Vuelta de Obligado pero meses más tarde fueron derrotados en la
batalla de Quebracho. Esas batallas hicieron demasiado costoso el triunfo, por lo que no se volvió a intentar semejante aventura.
Al saber las noticias sobre la defensa de la soberanía argentina en el Plata, el general
José de San Martín,
que vivía en Francia, escribió: “... Sobre todo, tiene para mí el
general Rosas que ha sabido defender con toda energía y en toda ocasión
el pabellón nacional. Por esto, después del combate de Obligado, tentado
estuve de mandarle la espada con que contribuí a defender la
independencia americana, por aquel acto de entereza, en el cual, con
cuatro cañones, hizo conocer a la escuadra anglofrancesa, que pocos o
muchos, sin contar los elementos, los argentinos saben siempre defender
su independencia.” Ernesto Quesada,
La época de Rosas. Ediciones Del Restaurador, Buenos Aires, 1950, pág. 63.
Ya en su testamento redactado el 23 de enero de
1844 —un poco más de un año y medio antes de Obligado— ya había legado su
sable corvo, la espada más preciada que tenía, la que había usado en
Chacabuco y
Maipú, al gobernador Rosas, el que la recibirá después del fallecimiento del libertador.
"El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia
de la América del Sud, le será entregado al General de la República
Argentina don Juan Manuel de Rosas como una prueba de la satisfacción
que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el
honor de la República contra las injustas pretensiones de los
extranjeros que trataban de humillarla."17 n 5
Gran Bretaña levantó el bloqueo en
1847, aunque recién en
1849,
con el tratado Arana-Southern, no se concluyó definitivamente este
conflicto. Francia tardó un año más, hasta la firma del tratado
Arana-Lepredour. Estos tratados reconocían la navegación del río Paraná
como
una navegación interna de la Confederación Argentina y sujeta
solamente a sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del río Uruguay en
común con el Estado Oriental.
Véase también: Batalla de la Vuelta de Obligado y Batalla de Quebracho
La caída
Después de la retirada de Francia y
Gran Bretaña, Montevideo sólo dependía del
Imperio del Brasil
para sostenerse. Éste, que era garante de la independencia de Uruguay,
había abusado de esa condición en provecho propio. Rosas consideró
inevitable una guerra con Brasil, y pretendió aprovecharla para
reconquistar las
Misiones Orientales. Declaró la guerra al Imperio y nombró comandante de su ejército a Justo José de Urquiza.
Varios personajes del partido federal acusaron a Rosas de lanzarse a
esta nueva aventura sólo para eternizar la situación de guerra que éste
usaba como excusa para no convocar una convención constituyente.
Los más inteligentes de sus opositores se convencieron de que no se
podía vencer a Rosas sólo con los unitarios. El general Paz, por
ejemplo, creía que alguno de sus caudillos subalternos era quien lo iba a
derribar; y pensó en Urquiza.
Urquiza no sentía ningún anhelo de libertad diferente del de Rosas,
aunque su estilo era distinto en varios aspectos. Pero a fines del año
1850,
Rosas le ordenó que cortara el contrabando desde y hacia Montevideo,
que había beneficiado enormemente a Entre Ríos en los años anteriores.
n 6
Afectado económicamente, ya que el paso obligado por la Aduana de
Buenos Aires para comerciar con el exterior era un problema económico de
magnitud para su provincia, Urquiza se preparó a enfrentar a Rosas.
Pero no pretendió derrotar a un enemigo tan poderoso a la manera de
los unitarios, lanzándose a la aventura; tras varios meses de
negociaciones, acordó una alianza secreta con Corrientes y con el
Brasil. El gobierno imperial se comprometió a financiar sus campañas y
transportar sus tropas en sus buques, además de entregar enormes sumas
de dinero al propio Urquiza para su uso personal, podemos creer que
destinado a fines políticos.
El 1º de mayo de
1851, lanzó su
Pronunciamiento,
por el que reasumió la conducción de las relaciones exteriores de su
provincia, aceptando inesperadamente la renuncia que todos los años
Rosas hacía de las mismas.
n 7
Urquiza tampoco se lanzó directamente sobre su enemigo, sino que
primero atacó a Oribe en Uruguay. Lo obligó a capitular con él y
entregar el gobierno a una alianza de los disidentes de su partido con
los
colorados de Montevideo. A continuación se apoderó del
armamento argentino que formaba parte de las fuerzas de Oribe… y de sus
soldados, que fueron incorporados al
Ejército Grande de Urquiza como si fueran ganado.
Sólo entonces, Urquiza se trasladó a Santa Fe, derrocó allí a Echagüe
y atacó a Rosas. Tras la defección de Pacheco, Rosas asumió el comando
de su ejército,
n 8 al frente del cual fue derrotado en la
batalla de Caseros, el 3 de febrero de
1852.
Tras la derrota, Rosas abandonó el
campo de batalla
— acompañado sólo por un ayudante — y firmó su renuncia en el "Hueco de
los sauces" (actual Plaza Garay de la ciudad de Buenos Aires):
" Creo haber llenado mi deber con mis conciudadanos y compañeros. Si
más no hemos hecho en el sostén de nuestra independencia, nuestra
identidad, y de nuestro honor, es porque más no hemos podido."
Muchos años más tarde, Urquiza declararía, en una correspondencia particular:
"Toda mi vida me atormentará constantemente el recuerdo del inaudito
crimen que cometí al cooperar, en el modo en que lo hice, a la caída del
General Rosas. Temo siempre ser medido con la misma vara y muerto con
el mismo cuchillo, por los mismos que por mis esfuerzos y gravísimos
errores, he colocado en el poder."18
Exilio y muerte
Tumba de Rosas en el Cementerio de la Recoleta.
Rosas se refugió en el consulado británico, la tarde del día siguiente, protegido por el cónsul británico
Robert Gore, partió hacia Inglaterra en el
buque de guerra británico
Conflict. Se instaló en las afueras de Southampton.
n 9
Allí vivió en una granja obsequiada por el gobierno inglés, donde
intentó reproducir algunas de las características de una estancia de la
pampa. Fue otra de las tantas contradicciones de su vida, al buscar
refugio en un país con el que estuvo repetidamente en conflicto.
En su exilio recibió muy pocas visitas, pero escribió un buen número
de cartas a quienes habían sido sus amigos. En general, trataban de su
situación económica, de testimonios sobre su propia vida y en algunos
casos tocaba temas de política actual.
Complicando aún más su propia imagen, ya bastante controvertida,
escribió a Mitre que lo que le convenía a Buenos Aires era separarse del
resto del país y establecerse como una nación independiente.
n 10 Nunca aprendió a hablar inglés ni ningún otro idioma.
n 11
Murió en el
exilio el 14 de marzo de
1877, acompañado por su hija Manuelita, en su finca de Southampton, Inglaterra.
Cuando la noticia de su muerte llegó a Buenos Aires, el gobierno
prohibió hacer ningún funeral ni misa en favor de su alma, y organizó un
inusual responso por las víctimas de su "tiranía".
Memorial en
Southampton en el Old Cemetery (Cementerio antiguo).
Sus restos fueron repatriados a la Argentina el 1 de octubre de
1989 y reposan actualmente en el panteón familiar del
Cementerio de la Recoleta en la Ciudad de Buenos Aires.
Después de Rosas
Después de la caída de Rosas, Urquiza se apresuró a reunir el
Congreso Constituyente de Santa Fe, que sancionó la
Constitución Argentina de 1853, del 1° de mayo de ese año. Y al año siguiente asumió como
presidente
de la Argentina. Pero la provincia de Buenos Aires, dominada por los
unitarios (y muchos antiguos colaboradores de Rosas) se negó a
participar en esa Constitución y se separó del país.
Este fracaso, y las largas guerras civiles que siguieron, por lo menos hasta
1880 (en las cuales participaron miembros del partido federal hasta
1873),
justificaron el descreimiento de Rosas en la esperada acción
pacificadora y modernizadora de la constitución que había combatido.
Tampoco hubo un cambio significativo en las costumbres políticas ya
que los gobernantes que lo sucedieron, que se habían opuesto a su
régimen quejándose de las persecuciones sufridas, hostigaron con extrema
crueldad a sus opositores, a quienes negaron los derechos más
elementales, ejecutando a muchos de ellos con la excusa de que no eran
partidarios en armas, sino simples bandidos.
Los críticos más emblemáticos de Rosas y su gobierno fueron políticos
de ideología liberal como Alberdi (aunque este luego cambiaría en parte
su opinión), Mitre y Sarmiento. Éstos habían debido emigrar en ese
período hacia otros países, como Uruguay y Chile. Tras la batalla de
Caseros, todos ellos regresaron juntamente con los cientos de exiliados a
causa del rosismo. El pensamiento de Alberdi y su obra
Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, conjuntamente con el modelo
estadounidense, y las constituciones argentinas anteriores fueron la génesis de la nueva Constitución Nacional.
Los restos de Rosas recién fueron repatriados en el año
1989 y poco después se construyó su primer monumento en Buenos Aires, en la Plaza Intendente Seeber, en
Palermo.
Algunos pueblos de la Argentina (e incluso una avenida de
San Carlos de Bariloche)
recuerdan al Restaurador, pero en la ciudad de Buenos Aires no existe
ninguna calle con su nombre, ni tampoco hay pueblo alguno que lo lleve.
En la localidad de
Morón (Buenos Aires)
existe la calle Ortiz de Rosas, cercana al Cementerio de Morón, y
también, la avenida Brigadier General Juan Manuel de Rosas, siendo la
avenida donde se encuentra ubicado el único shopping de la zona.
Actualmente, el Estado Argentino manifiesta el reconocimiento a la
figura de Rosas incluyendo su imagen en los billetes de 20
pesos de curso legal.
Véase también
Notas
- ↑ Es
sintomático que la historia mencione a Rivadavia como fundador del
Banco, cuando Rosas lo disolvió y lo reemplazó por otro con una
estructura y una distribución accionaria completamente distinta.
- ↑ No
fue el único caso, ya que en cada crisis se le concedieron a casi todos
los gobernadores, como Martín Rodríguez, Paz, Avellaneda y muchos
otros. Lo que nadie había otorgado hasta entonces había sido la suma del poder público.
- ↑ El almirante Brown, textualmente: "La
conducta de estos hombres, excelentísimo señor, ha sido bien de
piratas, pues que han saqueado y destruido cuanta casa o criatura caía
en su poder." Parte del combate naval de Punta Brava, publicado en
La Gaceta Mercantil del 20 de septiembre de 1842. Citado en Adolfo
Saldías, Historia de la Confederación Argentina, reeditado parcialmente como Por qué se produjo el bloqueo anglofrancés, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1974, pág. 27.
- ↑ Un
claro ejemplo fue una carta escrita por puño y letra de Sarmiento, el
cual difamó públicamente la imagen de Rosas, aduciendo que "la tiranía
de Rosas era cuplable de corromper la moral de la mujer argentina",
inquiriéndole que "fusile a Camila O'Gorman, y a su prohibido amor, un
sacerdote de nombre Ladislao Gutiérrez", por haber tenido una relación
mal vista socialmente.
- ↑ Rosas, a su vez, habría de legar su propio sable a Francisco Solano López en una disposición testamentaria del 17 de febrero de 1869, con estas palabras: "Su
excelencia el generalísimo, Capitán General don José de San Martín, me
honró con la siguiente manda: la espada que me acompañó en toda la
guerra de la Independencia será entregada al general Rosas por la
firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de la Patria. Y
yo, Juan Manuel de Rosas, a su ejemplo, dispongo que mi albacea entregue
a su Excelencia el señor Gran Mariscal, Presidente de la República
Paraguaya y Generalísimo de sus ejércitos, la espada diplomática y
militar que me acompañó durante me fue posible defender esos derechos,
por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido y sigue sosteniendo los
derechos de su Patria".
- ↑ José
María Rosa afirma que el verdadero beneficiario del contrabando era
Urquiza, no su provincia, y que la mayor parte de ese contrabando era
financiado por éste. Véase El Pronunciamiento de Urquiza, 1960.
- ↑ Esta
renuncia periódica de la representación de las provincias en el
exterior estaba destinada a ratificar el poder del gobernador de Buenos
Aires.
- ↑ Fue
un terrible error: Rosas era un gran político y un buen estratega
militar, pero como táctico en una batalla no era en absoluto capaz de
enfrentar a Urquiza, uno de los más destacados militares de la historia
argentina.
- ↑ Actualmente, el sitio —entonces un pueblo separado de la ciudad— se encuentra dentro de la ciudad de Southampton.
- ↑ José
María Rosa observa que esta repudiable actitud quizá haya hecho sin
querer un gran servicio a su país: los dirigentes porteños se empeñaban
en hacer lo contrario de lo que hubiera hecho Rosas; este consejo,
viniendo de Rosas, puede haber influido en la decisión de no separar
formalmente el Estado de Buenos Aires de la Confederación.
- ↑ A mediados del siglo XX, Fermín Chávez
creyó descubrir una novelita romántica en francés escrita por Rosas. El
uso de este idioma, el tema casi feminista que trataba y el ambiente
puramente europeo del texto parecen desmentir tajantemente la
autenticidad del mismo.
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- Sulé, Jorge Oscar, Rosas y sus relaciones con los indios. Ed. Corregidor, Bs. As., 2007.
Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Juan Manuel de Rosas.
- Wikisource contiene obras originales de Juan Manuel de Rosas.
- Wikiquote alberga frases célebres de o sobre Juan Manuel de Rosas.
- Biografía de Rosas por Felipe Pigna.
- saber.golwen.com.ar/elrgimen.htm (“El régimen de Juan Manuel de Rosas (1829-1832 y 1835-1852)”, por Patricia Sepúlveda).
- Ar.Geocities.com/PaginaJoseMariaRosa (“En torno a Rosas”, por José María Rosa).
- ODonnell-Historia.com.ar/Anecdotario/JuanMdeRosasParte%20I.htm (“Juan Manuel de Rosas, el maldito de la historia oficial”, por Pacho O'Donnell).
- Gobierno de Juan M. de Rosas (1835 - 1952).
- - SAN MARTÍN, ROSAS Y PERÓN -
“No nos lloren, crezcan”
“San Martín para poder organizar su ejército en Mendoza, debió vencer muchas veces el sabotaje y los ataques insidiosos de los traidores que llegaron a destituirlo de su cargo de Gobernador Intendente de Cuyo. A lo largo de su vida fue siempre perseguido por los agentes de la traición, al punto de verse obligado a vivir la mitad de ella en el destierro. Es curioso que Bernardino Rivadavia, su peor enemigo, haya sido quien contrató el primer empréstito en Londres.
El Gobierno del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas es, sin duda, la elocuencia más evidente de esa sorda lucha. El debió enfrentar, no solo el ataque de las escuadras inglesa y francesa, sino también a los traidores de adentro aliados a los enemigos externos de la Patria, hecho que hiciera reclamar al general San Martín, que ni el sepulcro podría borrar para ellos semejante infamia y que lo impulsara a donar su espada a Rosas como reconocimiento de argentino a su labor en defensa de la dignidad e integridad de la Patria, no solo contra los enemigos externos sino también contra los traidores emboscados (de esta carta seguro se hizo eco Rosas, con “ Viva la Santa Federación, mueran los salvajes unitarios”).
La dictadura (Aramburu/Rojas), ha invocado la “Línea Mayo-Caseros” que manifiesta seguir. Es indudable que su confección es real. Ellos como Alzaga, Alvear, etc, los enemigos de Rosas, tienen su línea indiscutible; la de la traición a la Patria. (…) Caseros no es una derrota de una concepción política sino la circunstancial de un hombre. Se triunfó militarmente sobre un gobernante (Rosas), pero se reinició al país en el camino de la tragedia (…), Caseros no fue la liberación de la dictadura sino la declinación del sentido nacional de personalidad y soberanía. No fue el triunfo de una doctrina nuestra, sino la imposición por la fuerza de un espíritu formado en filosofías e intereses extraños. No fue una revolución interna, sino una conjuración extranjera que persiguió el debilitamiento argentino y que explotó hábilmente las ambiciones políticas de segundones y adversarios.
Urquiza había de ser el brazo ejecutor de la intriga contra la Patria, asumiendo una aptitud que la historia no puede juzgar con indulgencia (…) las fuerzas brasileñas entraron en Buenos Aires desplegando la bandera imperial el 20 de febrero, aniversario de Ituzaingó. Las fuerzas brasileñas desfilaron por las calles porteñas festejando la victoria.
En Caseros, se inició el proceso de declinación política, económica y moral que abrió al país una etapa dramática de anarquía y desconcierto. La conciencia que triunfó en Caseros fue extraña a la continuidad histórica de la Nación.”
Fragmento de “Los Vendepatria”, Juan D. Perón