JuliánAguirreNació en Buenos Aires el 28 de enero de 1869, y murió en la misma ciudad el 13de agosto de 1924. En él debía encontrar el arte argentino -poco más quenaciente por entonces- una de sus expresiones auténticas, límpidas, personalesy perdurables. Su obra, ni muy numerosa ni muy diversa en sus formas deexpresión, constituye el testimonio viviente e inequívoco de un creador debien definida singularidad: la naturaleza esencialmente musical; el espíritusutil; la cultura profunda; la lucidez invariable; la conciencia acrisolada; lasinceridad nunca desmentida; la seguridad en los objetivos y en los mediosrequeridos; el buen gusto; la autocrítica inflexible y la lógica rigurosapresentes siempre bajo el manto de la espontaneidad. la agudeza-sentido del humor nada común entre nosotros- y la depuración. Todoesto surge de la obra de Julián Aguirre.
Los primeros años de la infancia del futuro músico transcurrieron en la ciudadnatal hasta que la familia viajó a España, donde -en Madrid principalmente-debía completarse una etapa fundamental de su existencia. Allí se manifestóen él la vocación musical, que tropezó con la resistencia de losprogenitores, empeñados en tener un hijo jurisconsulto. Pero la vocación, comoautentica que era, debía imponerse. El Conservatorio de la Corte iba a contarentre su alumnado al joven sudamericano. Aranguren (armonía), Cató (fuga) yArrieta (composición) se contaron entre sus maestros; pero fue Karl Beck, unalemán discípulo de Tausig, quien prestó alas a sus sueños facilitando eleficaz desenvolvimiento de sus dones pianísticos a la vez que le familiarizabacon los exponentes más conspicuos de la música germana, a alguno de cuyosrepresentantes insignes -Roberto Schumann- habría de permanecer Aguirre unidopor profunda admiración. Varios primeros premios señalan el epílogo brillantede esa etapa.
En 1887, el joven músico regresó a la ciudad que le había visto nacer.Algunos contactos con el interior acentuaron sus intuiciones artísticas delpaís natal -de su espíritu, de su clima espiritual, de los ritmos y giros quecaracterizan su acervo sonoro- concretando una posición estética de definidaesencia nacional. A este respecto se impone precisar algunos conceptos. Aguirre,como cuadra a un verdadero artista para el que la libertad creadora ha de sersiempre un elemento fundamental e irrenunciable, no se encerró, rígida yobstinadamente en determinadas normas hechas de dogma ; su nacionalismo, porotra parte, no se orientó por el camino fácil de la transcripción literal demotivos populares, sino que fue mucho más allá, mediante la creaciónverdadera de páginas a las que algunos rasgos determinados, alusiones a veces,otorgan y aseguran un argentinismo esencial, más convincente que el detantísimos otros trabajos en los que predominó la preocupación, a veces untanto pueril, de un realismo folklórico o arqueológico. Por ello quizála denominación, en cierto modo un tanto vaga, pero en otro sentido muyexplícita, de Aires Argentinos adoptada por Aguirre para un número desus obras, puede ser considerada como la más adecuada a la índole de suproducción nacionalista. Ella define esa orientación que va directa ynaturalmente al espíritu, sin preocupación por una literalidad a la que nopareció otorgar importancia alguna (y en la libertad con que hizo uso de lasdenominaciones tradicionales -huella, triste, estilo, etc.- estaría una de laspruebas más concluyentes de la posición aguirreana).
Se ha señalado antes que las formas elegidas por Aguirre para dar estructura asu pensamiento musical eran unas pocas. En efecto, le bastaron dos tipos deconstrucciones, menores -en sus dimensiones- ambas, para dar su mensaje elcontinente requerido. Fueron ellas la canción y la pequeña pieza para piano,su instrumento. Ni las llamadas «grandes formas» -más allá de algunaincursión por la sonata. que, por lo demás. no parecería haberse concretadoen algunas de sus realizaciones definitivas- ni el sinfonismo poemático,pongamos por caso, atrajeron en modo alguno la atención del compositor, porcuya mente -creemos-nunca ha de haber pasado el pensamiento de asumir la paternidad de esos dramaslíricos basados casi siempre en las peripecias de gauchos, indios yconquistadores. Algunas pocas experiencias en el ámbito de la orquesta noautorizan a hablar de un Aguirre sinfonista. Debieron, en este sentido, serotros músicos, uno de ellos europeo, quienes advirtiendo la potencialidadsinfónica latente en algunas de esas páginas emprendieron las transcripcionescorrespondientes, haciendo con ello posible la presencia del autor en losrepertorios de las orquestas. Ernest Ansermet, el eminente director suizo tanestrecha y positivamente ligado a la vida artística bonaerense, fue el primerode ellos, y el resultado felicísimo de su noble empeño fue esa joya musicalque es la versión de «Huella y Gato», justamente conceptuada como un«clásico» en la literatura orquestal del país; el otro fue Juan José Castro-yerno de Aguirre, además de culto compositor y autorizado director deorquesta- a quien se debe una afortunada transcripción de dos de los AiresNacionales.
La producción de Aguirre, según lo hace notar Roberto García Morillo en unamplio y consistente estudio de su obra, puede ser dividida en dos etapas; laprimera, que abarca hasta el opus 36 y cuya manifestación más importante ha deencontrarse en los admirables Tristes; la segunda, que abarca hasta el final desu existencia, incluye lo más sustancioso de su producción y parece conducir,según se ha dicho con acierto, «hacia un nuevo estilo, en el que habríaAguirre condensado los diversos aspectos de su individualidad en una armoniosasíntesis y que su muerte le impidió concretar». Esa tercera y definitivaetapa, se vio truncada por una muerte premura.
Se ha aludido ya a sus dones de pianista. Aunque escasas, sus presentaciones ledepararon un renombre que perdura. Más intensa resultó su acción pedagógica,consecuencia de una vocación indudable y de sus grandes aptitudes. Muchosjóvenes destinados a brillar en el panorama musical del país tuvieron enAguirre al guía comprensivo, respetuoso de la personalidad del discípulo; alauténtico maestro, destinado siempre a ejercer una gravitación decisiva en laformación de sus discípulos. Otra tarea hacia la que se sintió atraído y queejerció con autoridad y penetración realmente superiores fue la crítica. Enlas páginas de la revista El Hogar ha quedado la mayor parte de susescritos. Modelos de cultura, de seguridad en el gusto y en el concepto, deequilibrio y, a la vez, de buena prosa, esos escritos, cuyo interés desborda almotivo circunstancial, merecen ser conservados, leídos y meditados entre otrasrazones para tener una idea exacta de la distancia inconmensurable que separa aese tipo de crítica inteligente y constructiva, de la negativa. Si a vecesalguna ironía asoma ha de ser siempre elegante, sutil, nunca amarga nihiriente, como cuadra al señorío que en Aguirre fue virtud natural.
En Julián Aguirre coexistieron admirablemente dos facetas de una personalidad.En otras palabras, que el artista estuvo ala altura del hombre y viceversa. Fuela suya, repetimos, una bella personalidad humana. «Julián Aguirre o ladiscreción» es el título de un hermoso estudio que Marcos Victoriapublicó, en 1.933, en la página literaria de La Nación. Así fue queen su entorno florecieron siempre el efecto y el respeto. Cuanto la vida puedeofrecer de bello -repetimos el vocablo. insustituible- le atrajo y le interesó.Fue cordial con sus semejantes y se mostró sensible a todo aquello que laNaturaleza y el espíritu han aportado a fin de que la existencia pueda ser másnoble, útil y agradable; lo mismo un paisaje que un buen libro, un cuadrointeresante o el juguetear rumoroso de un niño. Uno de esos niños que, andandoel tiempo, cantaría esas singulares canciones escolares en los que resplandeceel estro de Aguirre; o, simplemente, una de esas partidas de ajedrez -su«hobby» diríamos, empleando un término que por entonces no se usaba- a lasque dedicó largas horas. La música sobre todo, junto al afecto hogareño, enesa familia de la que Margarita del Ponte, hija del famoso pianista y pedagogoitaliano incorporado a lavida musical argentina, desempeñó el inimitable papel de la grancompañera.
El catálogo de la producción musical de Julián Aguirre incluye las páginasque a continuación se indica :
Para piano: AiresNacionales Argentinos (4 volúmenes) ; Idilio, Huella, Romanza, La danza deBelkis, Intimas Nº 1 y 2.
Para Canto: CancionesArgentinas, Las mañanitas, Serenata campera, Rosas orientales, Caminito, Elnido ausente, Huella, Chansons pour elle, Jardins, y un álbum que contiene Lalune, Le ciel est transi, Ton image, La rose, Berceuse y Llorando yo en elbosque.
Para coros sin acompañamiento: Matinal, Emblema, La clase, Pasional (a4 voces) y Madrigal (a 5 voces).
Canciones escolares: Fábulas (2 cuadernos), Luna blanca,Las banderas. Bajaron los ángeles. Los reyes magos. Al borde del agua.Duérmete niño. Fiesta en la aldea. Era un ratoncito. La tosa y la mosquita (a2 voces). Don Gato, La princesita. Arre caballito. El zorzal, Balada de DoñaRata.
Para violín y piano: Sonata, Nocturno, Balada y Berceuse.
Para violonchelo y piano: Sonata, Soneto del Petrarca.
Para orquesta: Preámbulo,triste y gato. De mi país (suite). Además, y quizás en primer lugar, debenmencionarse las transcripciones referidas: Huella y Gato (Ernest Ansermet) y DosAires Nacionales (Juan José Castro).
Existe además gran número de transcripciones de páginas de Aguirre efectuadaspor diferentes músicos, para diversos instrumentos o combinacionesinstrumentales.
En el Rosedal de Palermo, un busto, obra de Agustín Riganelli, perpetúamaterialmente la figura de Julián Aguirre, «un Aguirre más robusto yarrogante que el original, como conviene cuando se nace de nuevo y parasiempre» (Marcos Victoria). Fue inaugurado, en solemne ceremonia, el 14 deagosto de 1927. Allí los habitantes de la ciudad, su ciudad, que llegan enbusca de un poco de calma y de solaz como paréntesis a la vida febril, agitaday tantas veces desorientada. se encuentran frente al artista. engrandecido porel tiempo. y es seguro que, como alguna vez dijera en ese mismo lugar JoséAndré, generaciones sucesivas seguirán comprendiendo «que su alma de poetacontenía la ternura de un niño y los refinamientos de un espíritu superior,que su sensibilidad musical poseía el raro secreto de conmover a la infancia ya los más exigentes, que su generosidad y su bondad le llevaron, a menudo, aabdicar de su propia persona, que su palabra en la crítica y sus consejos en laenseñanza perduran como fuente fecunda de meditación. La perspectiva deltiempo realiza con justicia su obra», y que, en consecuencia, sabrán valoraren él a uno de esos seres que honran a un país.
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Buenos Aires tiene mucho arte para disfrutar. Desde música hasta pintura, también baile y canto, así como muchos centros turísticos y de atracción.
ResponderBorrarEstuve en un alquiler temporario Palermo Viejo que me encantó, y planeo volver en mis próximas vacaciones!
Saludos