Danza Si convenimos que la danza es un ‘hecho cultural’, vale destacar que desde los tiempos más remotos el ser humano la utilizó como medio de expresión y de constante crecimiento espiritual; de ahí que algunos la consideran un ‘arte’ innato del hombre previo a la cultura. Se puede establecer que la danza nació como primera respuesta de tipo propiciatorio, como forma de relación entre el humano y algo superior más poderoso del cual dependía.
por Héctor Aricó
Danza
Si
 convenimos que la danza es un ‘hecho cultural’, vale destacar que desde
 los tiempos más remotos el ser humano la utilizó como medio de 
expresión y de constante crecimiento espiritual; de ahí que algunos la 
consideran un ‘arte’ innato del hombre previo a la cultura.
Se
 puede establecer que la danza nació como primera respuesta de tipo 
propiciatorio, como forma de relación entre el humano y algo superior 
más poderoso del cual dependía.
Ahora
 bien, también nos parece necesario disponer de una definición que 
refleje nuestro criterio y a tal efecto proponemos la siguiente: ‘Danza 
es movimiento rítmico expresivo efectuado por algún propósito 
comunicacional de trascendente utilidad’.
Ante
 la infinidad de enfoques de las definiciones ya existentes, ésta 
concibe al lenguaje danza como un motivo vincular dentro de los 
contextos sociocultural y témporo-espacial.
Por
 otra parte, coincidimos con las palabras de Anya Peterson Royce cuando 
señala: “Las definiciones se hacen para que los otros entiendan, pero 
esto va a depender de los códigos y categorías que manejan esos otros. 
En danza, dependerá de la forma de danza que practican esos otros; nunca
 una definición será universal”. Y más adelante agrega: “Hay una 
cuestión alrededor del fenómeno danza y es saber si es una actividad 
humana exclusivamente o si también se le puede adjudicar a los 
no-humanos”.
Recordemos
 que el musicólogo Curt Sachs (1881-1959) habla sobre danza de aves y 
otros animales, y tomando estos ejemplos se plantea la diferencia entre 
la actividad ‘innata’ o la ‘adquirida’, es decir, las formas de 
movimiento rítmico y la danza.
taxonomía de la danza
Todo
 proceso de clasificación exige la determinación de un ‘criterio’ (regla
 para conocer la verdad) que será constante hasta haber agotado toda 
posibilidad de ordenamiento; recién entonces se aplicará otro criterio 
distinto, y luego otro. Ello significa que el empleo de los diferentes 
criterios será logísticamente sucesivo y no variará hasta haberse 
aplicado cada uno de modo exhaustivo.
Respecto
 del fenómeno danza es indispensable tener en cuenta todos sus rasgos: 
intérpretes, coreografía, localización geográfica, cronología, función, 
acompañamiento musical, oportunidad de su práctica, contenido y 
peculiaridades. A partir de ellos los distintos autores establecieron 
categorías de danzas con sus denominaciones y de este modo surgieron las
 diferentes clasificaciones.
El
 Dr. Curt Sachs presenta un profundo análisis sobre las danzas del 
mundo. Su importante obra fue el punto de partida de muchos autores que 
posteriormente abordaron el tema. La clasificación que propone la enfoca
 desde cuatro criterios que hacen a los aspectos propios de la danza: 
según los ‘movimientos’, los ‘temas y tipos’, las ‘formas’ y la 
‘música’. Desde los ‘movimientos’ dice que las danzas pueden ser ‘en 
desarmonía con el cuerpo’ (convulsivas puras y convulsivas atenuadas) y 
‘en armonía con el cuerpo’ (de expansión o abiertas y cerradas [de 
asiento, de giro y de torsión]).
Desde
 los ‘temas y tipos’ las divide en ‘danzas sin imagen o danza abstracta’
 (medicinales, de fertilidad o fecundidad, de iniciación, nupciales, 
fúnebres y de trofeo, y guerreras), ‘danzas de imagen’ (animales, de 
fecundidad, de iniciación, fúnebres y de armas) y ‘mezcla de ambos 
tipos’ (de fertilidad, de armas, de iniciación, astrales y de máscara). 
En cuanto a las ‘formas’ dice que pueden ser ‘individuales’, ‘corales’ o
 ‘de pareja’. Y respecto de la ‘música’ determina los ‘sonidos 
naturales’, el ‘acompañamiento rítmico’ y ‘la melodía y su relación con 
la danza’.
Gertrude
 Kurath, en 1949, escribe un artículo en el cual categoriza catorce 
ocasiones en que la danza puede servir a una función particular: 
iniciación, pubertad, amistad, cortejo, boda, oficios, culto vegetal, 
imitación animal, caza, danzas astronómicas, curación, muerte, guerreras
 y danzas humorísticas, aunque reconoce que la desventaja de usar 
categorías de danzas es la comparación entre ellas y la muy relativa 
posibilidad de definir los límites de cada una.
Anya
 Peterson Royce cita al antropólogo Anthony Shay quien en 1971 presentó 
una clasificación cuyo criterio es la ‘tipología general’ y desde esa 
postura establece seis calidades de danza:
1. como reflexión y valorización de la organización social (pubertad, cortejo...)
2. como vehículo de expresión popular (mundana) o religiosa-ritual (boda, muerte...)
3. como diversión social o actividad recreativa (tradicional, folklórica)
4. como descarga psicológica (catarsis, ej.: movimientos desenfrenados del ‘rock’)
5. como reflexión de valores estéticos o actividad estética en sí misma (ballet)
6. como reflexión de modelo de subsistencia o actividad económica en sí misma
Norma
 Inés Cuello, basándose en los trabajos de Joann Wheeler Kealiinohomoku y
 Félix Hoerburger, enfoca la función de la danza como un ‘sistema de 
comunicación’ y desde ese concepto establece tres tipos de danza en la 
cultura argentina: la social (comunicación al mismo nivel entre los 
bailarines: cada miembro de la comunidad es un participante potencial), 
la artística (comunicación en diferentes niveles: el del bailarín y el 
del espectador) y la ritual (comunicación con lo sagrado).
El
 que esto escribe propone una clasificación desde la tipología universal
 del ‘propósito’ y al respecto determina tres clases de danzas: ‘de 
invocación’, ‘de esparcimiento’ y ‘de exhibición’.
Algunos
 especialistas se limitan a clasificar las danzas sólo en dos 
categorías: la ‘danza social’ en la cual incluyen a las de recreación 
popular y las ceremoniales, y la ‘danza artística’. Esta postura que 
parece tan sencilla, se torna compleja de acuerdo al enfoque con que se 
la analice y así lo señala Gertrude Kurath con estas palabras: “La 
dicotomía entre ‘danza étnica’ y ‘danza artística’ se disuelve si se las
 observa no como una descripción o reproducción de una particular clase o
 tipo de danza sino como el lugar que ocupa esa danza en la vida del 
hombre, es decir, como una rama de la antropología”.
Pasemos
 ahora a los autores argentinos que elaboraron propuestas taxonómicas 
sobre nuestras danzas. Siguiendo un orden cronológico, el primero que 
presentó su clasificación fue el músico Arturo Berutti (1862-1938) quien
 habla de ‘aires nacionales’ y los divide en ‘bailes’ y ‘canciones’. 
Asimismo, dentro de los ‘bailes’ menciona dos formas generadoras, el 
Gato y la Zamacueca, de las cuales derivan otros bailes. Dice que toma 
como criterios clasificatorios la semejanza ‘en el ritmo’ y ‘en el modo 
de bailarse’ pero en realidad todas sus descripciones se refieren más al
 ‘espíritu’ de las danzas que a la coreografía y las formas musicales.
La
 siguiente es la de Jorge Furt (1902-1971) cuyo criterio de base es el 
historiográfico. Menciona las ‘danzas de estructura particular’ 
encabezadas por la Chacarera, el Gato y la Zamba que a su vez como 
‘danzas primarias’ originan otras ‘derivadas’.
El
 notable musicólogo Carlos Vega (1898-1966) propone su clasificación 
aplicando el siguiente orden de criterios: la ‘cantidad de bailarines’ y
 el ‘sexo’, el ‘modo de bailar’, la ‘interrelación coreográfica con las 
otras parejas participantes’ y el ‘carácter’.
Para
 la enseñanza sistemática, la Escuela Nacional de Danzas agregó a esta 
clasificación los siguientes criterios académicos secundarios: otros 
‘rasgos coreográficos’ (con figuras de pareja enlazada, con figuras 
interdependientes) y ‘musicales’ (con cambio de dinámica, con cambio de 
ritmo).
A
 propósito, vale recordar que el Profesor Antonio Ricardo Barceló 
(1912-1993) -director fundador de la Escuela Nacional de Danzas 
Folklóricas Argentinas en 1948- fue el impulsor de la sistematización de
 la danza argentina. Para la creación de la ‘metodología estructural’ 
que luego se utilizó en la enseñanza académica, el maestro Barceló contó
 con el valioso aporte de los Profesores Norberto Raúl Marana en danza y
 José Abelardo Lojo Vidal en zapateo.
Isabel Aretz (1909-2005), discípula de Carlos Vega, presenta el material coreográfico recopilado en sus  viajes de estudio basándose en los mismos criterios clasificatorios que su maestro.
La
 próxima clasificación es la de Marta Muñoz. Sus criterios básicos sobre
 la forma de bailar coinciden con los de Vega, excepto la discriminación
 más amplia que la autora plantea respecto del ‘carácter’. Y además 
aporta una interesante subdivisión de las danzas colectivas en 
‘religiosas’ (fiestas patronales o navidad) y danzas ‘de carnaval’.
Finalmente,
 la última clasificación que se ha propuesto (hasta hoy) pertenece al 
autor de este trabajo. Su objeto de estudio son las danzas ‘de 
esparcimiento’ que se bailaron durante el período 1800-1950 y el 
criterio básico es la cantidad de documentación coreográfica publicada 
de difusión masiva, proveniente de las investigaciones y recopilaciones,
 cuya información describe la coreografía completa de cada danza. Desde 
ese criterio divide el repertorio coreográfico argentino en danzas ‘de 
abundante documentación’ y ‘de escasa documentación’.
Además,
 la procedencia y el contenido coincidente de los documentos le permitió
 establecer un criterio secundario: la difusión geográfica; y de acuerdo
 al mismo las danzas ‘de abundante documentación’ se subdividen en 
‘nacionales’ (con difusión en casi todo el país) y ‘regionales’ (con 
difusión en zonas determinadas), mientras que las ‘de escasa 
documentación’ generalmente son locales.
Por
 supuesto que para profundizar acerca de los sustentos de las 
clasificaciones citadas es imprescindible recurrir a las fuentes, donde 
cada autor fundamenta los criterios adoptados.
danza y baile
Aunque
 en la actualidad ambos términos son utilizados como sinónimos, algunos 
autores sostienen que existe diferencia entre ellos.
Por
 ejemplo, Anya Peterson Royce denomina ‘danza’ tanto a la ritual como a 
la artística, y llama ‘baile’ al tradicional y al popular (mundano). 
Anthony Shay, en cambio, dice que ‘danza’ es sólo la ritual, ‘baile’ es 
el tradicional, folklórico o popular y ‘ballet’ es la danza artística.
Luis de Hoyos Sainz y Nieves de Hoyos Sancho, en su obra Manual de folklore
 publicada en Madrid en 1947, señalan: “El propio enunciado de esta 
parte nos plantea un problema, y es la diferencia entre el baile y la 
danza. Nos parece adecuado señalar las diferencias que el pueblo 
encuentra ante estos dos vocablos. Entiéndese por danza a los bailes que
 necesitan una cierta preparación y organización, que se someten a 
reglas casi fijas y que, por tanto, están interpretados por personas 
adiestradas para ello; por eso en muchos pueblos hay danzantes 
dispuestos a ejecutar su danza cuando llega la fiesta del Patrono u otra
 fecha determinada. Mas llega el domingo y en la plaza todos bailan por 
la tarde: los que saben, lo hacen mejor, pero los adolescentes y aun los
 chiquillos bailan a su modo, imitando a los mayores”.
Además
 de éstos pueden citarse muchos otros autores que tratan sobre el tema, 
pero en definitiva cada uno sólo logra explicar lo que él mismo 
interpreta desde su postura. Es muy difícil equilibrar un acuerdo puesto
 que las diferencias y coincidencias se cruzan constantemente y al final
 concluimos otra vez en las palabras de Anya Peterson Royce: “nunca una 
definición será universal”.
De
 todas maneras resulta oportuno finalizar con el rico contenido que 
encierran las palabras de la Dra. Olga Fernández Latour de Botas, en 
“Mayo y la Danza”, al abordar la temática que nos ocupa: “entre los 
griegos la danza poseía su propia Musa: Terpsícore, nombre que significa
 ‘la que goza con la danza’. (...) La danza era un arte con musa y todo,
 mientras que -acotación que los celos me dictan- no ocurría lo mismo 
con las llamadas Bellas Artes que hoy, al menos en nuestro medio, 
excluyen a la interpretación coreográfica, musical y dramática de los 
sillones académicos. De todos modos, las palabras danza y baile, 
sinónimas en la actualidad, han caído del Olimpo a partir de su 
consideración racionalizada como ‘hechos culturales’. Como veremos su 
contacto con las musas sólo se retoma cuando se considera a la danza en 
función definidamente espectacular, como es el caso del ballet”.
denominaciones de la danza argentina
Para
 hablar de danzas ‘populares’, ‘tradicionales’, ‘folklóricas’ y ‘de 
proyección’ es necesario situarnos en un marco teórico establecido por 
la ciencia Folklore en cualquiera de sus posturas.
Y
 al respecto vale recordar que en nuestro país la palabra ‘proyección’ 
fue incorporada a dicha ciencia por el musicólogo Carlos Vega, en 1944.
Ante
 todo, lo más importante es distinguir la ‘moda’ pasajera de la 
trascendencia generacional que se da a través de la tradición, es decir,
 como un mecanismo espontáneo que tiene todo grupo para transmitir los 
bienes a las generaciones siguientes. Cada danza con valor histórico 
para la identidad de un país es una pequeña tradición dentro de una gran
 tradición que es la sociedad total.
Teniendo
 en cuenta las distintas denominaciones de uso habitual intentaremos 
elaborar cada concepto, aunque entremos nuevamente en el controvertido 
terreno de las definiciones particulares.
Las
 danzas ‘populares’ son las que tienen vigencia en el pueblo, lo que 
baila una gran parte del pueblo. Este término se utiliza como sinónimo 
de tradicionales o folklóricas, aunque ello va a depender del marco 
teórico, porque una danza puede considerarse popular desde su práctica 
masiva pero no tradicional desde la insuficiente cantidad de tiempo de 
vigencia, ni folklórica desde su medio cultural.
Las
 danzas ‘tradicionales’ -en uno de los tantos conceptos- son las que 
permanecieron vigentes mediante la transmisión espontánea generacional 
durante un largo espacio de tiempo, lo que indica el arraigo en el grupo
 social. Podemos hablar de bailes tradicionales ‘históricos’ y 
‘vigentes’.
Las
 danzas ‘folklóricas’ son tales de acuerdo al marco teórico en que se 
las encuadre, esto es, que hasta pueden considerarse folklóricas la 
Cumbia y el Cuarteto Cordobés.
Estas
 tres denominaciones incluyen el carácter ‘anónimo’, es decir, el olvido
 de los nombres de los creadores, que no sólo es obra del correr del 
tiempo sino que el mismo grupo social prescinde de ellos porque 
considera que el bien incorporado pertenece a todos.
Las
 danzas ‘de proyección’ folklórica son las creaciones de autores 
conocidos, inspiradas en los patrones coreográficos y musicales 
tradicionales. Comenzaron a aparecer en 1940, o poco antes, y 
constantemente se renuevan (Tuaj, Fortinera...). También se las llama 
danzas ‘originales’ o danzas ‘nuevas’ y su práctica siempre fue 
exclusiva en las ‘peñas folklóricas’ urbanas.
Veamos ahora el aporte que hacen otros autores al tratar las denominaciones.
Nigel
 Allenby Jaffé inicia el prólogo de su libro diciendo: “Por favor, no 
entremos en discusión sobre cual es o no el título más apropiado para 
este libro: danzas folklóricas, tradicionales, étnicas, populares, 
sociales, nacionales, regionales, porque ninguno de ellos sería 
completamente el más ajustado.
Es suficiente con decir que he optado por el de danzas folklóricas, y si me lo permiten, lo dejamos ahí”.
Norma Inés Cuello, en su trabajo antes mencionado,
 habla de las danzas folklóricas ‘parafraseadas’ para referirse a las 
que se efectúan con un fin de espectáculo. Las subdivide en dos 
categorías: ‘adaptaciones’ (las que tienen una mínima adecuación a la 
visión frontal del escenario) e ‘innovaciones’ (se refiere a la danza 
estilizada).
Ercilia
 Moreno Chá, por entonces directora del Instituto Nacional de 
Musicología “Carlos Vega”, fue quien escribió las palabras preliminares 
de la reedición de la obra de Carlos Vega Las danzas populares argentinas tomos I y II,
 y en un pasaje dice: “Otro aspecto interesante es el del adjetivo con 
que Vega califica las danzas argentinas que estudia. En 1936, las tilda 
de criollas; entre 1944 y 1954, aparecen sus folletos de danzas con el término tradicionales; finalmente, en 1956, aparece el término folklóricas,
 que también había sido ya usado en 1944 en ocasión de un ciclo de 
conferencias suyas patrocinado por la Comisión Nacional de Cultura.
Por último, cabe señalar que en esta obra cuyo título ostenta el rótulo de popular, en la Advertencia aparece el de criollas.
Recordemos asimismo que en El origen de las danzas folklóricas aparecen como sinónimos, en el primer acápite, los términos folklóricas y tradicionales.
Tal vez el único término que por entonces era muy frecuente él no usó, fue el de danzas nativas,
 justamente porque -en un sentido general- no las vio como ‘nacidas en’,
 sino como ‘provenientes de’ [Europa] y adaptadas en el país.
Asimismo,
 la Advertencia de la primera edición hace alusión al ‘nuevo título de 
la obra’, refiriéndose seguramente al reemplazo de la palabra tradicionales, con que en todas las monografías en folleto habían aparecido hasta entonces, por el término populares.
 Suponemos que ello se debe a que el segundo tomo anunciado cubriría las
 danzas de pareja enlazada y abrazada, que no se contemplan en el 
primero, y sobre las que jamás llegó a publicar nada.
Evidentemente,
 esta diferencia en los calificativos usados para el mismo tipo de danza
 pone de manifiesto una activa búsqueda conceptual a lo largo de toda su
 vida”.
Para
 concluir, cabe aclarar que en el tratamiento de este tema no incluimos 
el calificativo ‘nativas’ porque consideramos que tiene el mismo 
significado que ‘de proyección’. Este término comenzó a usarse a partir 
de 1940 y estaba relacionado con el movimiento cultural ‘nativista’ que 
promovía las creaciones artísticas de autores conocidos inspiradas en lo
 tradicional, aunque otros también lo usaron desde su significación 
literal, ‘nacidas en’, aludiendo a la adaptación definitiva argentina.
el rescate de las danzas tradicionales argentinas
En
 el pasado los europeos y norteamericanos encararon el rescate de la 
danza poniendo el acento en dos aspectos distintos; los europeos en la forma, utilizando variados sistemas de notación, mientras que los norteamericanos tenían en cuenta la función
 que cumplía esa danza dentro de su entorno cultural. Forma y función 
son perspectivas que producen informaciones muy diferentes; por ello, 
luego se combinaron para todo trabajo de investigación.
Si
 deseamos introducirnos en la recreación coreográfica sistematizada de 
las danzas tradicionales, será necesario aplicar dos caminos 
científicos, los métodos de investigación en Historia y en Folklore.
En
 cuanto a los documentos escritos debemos decir que para ambas ciencias 
poseen fundamental valor en calidad de ‘testimonios’ que oportunamente 
serán calificados y categorizados durante el proceso de análisis 
individual y comparativo.
En
 principio, podemos citar los siguientes tipos: la literatura gauchesca,
 las cartas de los Jesuitas, los diarios de la Capital Federal y otras 
ciudades importantes, los programas de los circos, los programas de los 
teatros, las publicaciones de los investigadores, recopiladores y 
músicos, las obras de los escritores costumbristas, los relatos y cartas
 de los viajeros, las citas en las obras literarias de la época, los 
archivos de las actas del Cabildo y las citas espontáneas de los 
religiosos. Además, otros testimonios valiosos son las obras de la 
‘iconografía costumbrista’.
Para
 las ‘observaciones directas’ o ‘de campo’ dentro de la investigación en
 Folklore, Gertrude Kurath propuso los preceptos de la coreología
 y al respecto manifiesta: “La coreología, o etnología de la danza, 
apenas está naciendo en varios países, cada vez en forma individual, 
puesto que los teóricos tienen menos contacto entre sí que los grupos 
practicantes. Como ciencia, se distingue de los materiales mismos, de 
las danzas practicadas; pero depende de las observaciones. Práctica y 
teoría no son cosas opuestas. Se complementan. Son manifestaciones de un
 mismo organismo.
El coreólogo, si baila o no, se da cuenta del papel antropológico de la coreología.
En
 sus métodos debe aprender algo de la etnología y del folklore, y 
aprovecharse de la madurez de estas ciencias. (...) Al concebir la 
coreología como rama de la antropología, es posible extender su 
contenido hasta la ‘danza moderna’, el ballet, y toda clase de danza en 
su medio cultural”.
Además,
 Kurath plantea el estudio de la danza desde los siguientes niveles: el 
‘coreográfico’ (descripción de la forma, patrones, estilo y estructura),
 el ‘interpretativo’ (relación con todos los factores del entorno 
sociocultural), el ‘psicológico’ (emociones, valores y actitudes) y el 
‘integrativo’ (análisis estilístico para detectar las cuestiones 
etnológicas y para el desarrollo de teorías).
la cuestión coreográfica de las danzas tradicionales argentinas
Las
 coreografías de nuestras danzas tradicionales no debieran ser una 
cuestión, pero esto es inevitable a partir de que la enseñanza académica
 modificó las formas de los patrones coreográficos que aparecen en las 
fuentes de información. Dichas transformaciones se denominaron ‘danzas 
tipo’ (reconstrucción ideal de un fenómeno coreográfico) y aunque su uso
 es una opción más para la enseñanza, el inconveniente se presenta 
cuando pretendemos sustentar tales coreografías desde la Historia o el 
Folklore; es entonces que tambalea la autenticidad ‘tradicional’.
Si
 prestamos atención a los testimonios escritos provenientes de las 
investigaciones y recopilaciones, es muy simple advertir cómo se 
bailaron nuestras danzas.
Cuando en la 1ra edición de mi libro Danzas tradicionales argentinas; una nueva propuesta
 propuse la transmisión sistemática a través de la documentación, 
considerando como ‘coreografía tipo’ de cada danza a la primera versión 
completa publicada de difusión masiva, lo hice con la intención de 
invitar a los docentes a retomar los testimonios olvidados porque ellos 
contienen lo que queremos conocer.
Y
 al hacer un análisis comparativo de todos los documentos, admitiendo 
además las modificaciones que provocan la difusión (mediante el veloz 
mecanismo natural de la imitación) y el paso del tiempo, se percibe que 
las coincidencias geográficas, históricas y de estructura coreográfica 
son casi absolutas, dentro de nuestro país y respecto de los 
antecedentes europeos. Y esta es otra cuestión.
Desde
 siempre hubo personas que renegaron de la influencia coreográfica 
europea en nuestro repertorio tradicional, pero tal vez no pensaron que 
el pueblo nunca analizó la 
procedencia de los bienes culturales, al contrario, tomó todo aquello 
que lo satisfacía, lo adaptó a su medio y automáticamente lo convirtió 
en ‘propio’. Nuestros distintos grupos sociales fueron (y son) muy 
felices con los bienes adoptados y jamás cuestionaron su origen, como 
nos sucede a nosotros tanto que muchos de nuestros padres son europeos y
 no por eso nos sentimos menos argentinos. Además, recordemos que los 
pueblos de Europa corrieron la misma suerte porque cada danza creada 
espontáneamente en un país determinado se difundió más allá de su 
territorio, y cada nuevo lugar que la recibió la adaptó a placer y en 
muchos casos hasta le cambió el nombre. En conclusión, no hay folklore 
en el mundo que no esté influenciado por otra cultura.
No olvidemos que las divisiones políticas no tienen relación con los espacios culturales que justamente, no saben de fronteras.
Al
 hablar de los antecedentes europeos de las danzas tradicionales 
argentinas resulta interesante observar que casi todo el repertorio de 
nuestro acervo bailable deriva de las formas coreográficas de algunas 
danzas históricas; ellas son el branle, la farándula y la estampie de los siglos XII y XIII, el canario de los siglos XVI y XVII, la contradanza inglesa del siglo XVII, el minué, la gavota y el fandango del siglo XVIII y la cuadrilla, el vals, la polka, la mazurka y el chotis del siglo XIX.
Las figuras principales del branle y la farándula,
 danzas de ejecución colectiva, pueden encontrarse en nuestro 
Carnavalito: conductor o bailarín-guía (bastonero), ronda, puente, línea
 serpenteada tomados de las manos y caracol; incluso, los bailarines 
solían desplazarse con ‘paso salto’ y ‘paso arrastrado’.
La estampie
 era una danza de pareja independiente que los bailarines ejecutaban con
 posición para pareja tomada de las manos. Además, podía ser 
interpretada por un varón con dos mujeres, tal cual la forma de nuestro 
Palito.
La coreografía del canario del siglo XVI tenía carácter más picaresco y al igual que el fandango
 eran bailes de galanteo de pareja suelta e independiente en los que 
ambos bailarines se enfrentaban, realizaban avances y retrocesos, 
cambiaban de lugar y hasta hacían pasos golpeando los pies sobre el piso
 como un tipo de zapateado. El fandango
 también incluía la ejecución de las castañuelas y las castañetas. Sin 
duda, estamos frente a los antecedentes de nuestras danzas picarescas.
El canario
 español del siglo XVII en su formato como danza individual zapateada 
puede considerarse un pariente cercano del Malambo antiguo rioplatense.
La contradanza inglesa
 irrumpió en Europa como el baile de conjunto por excelencia y más tarde
 en la región del Río de la Plata dio origen a una de nuestras danzas 
más antiguas y preciadas, el Cielito.
Tal
 fue la trascendencia de esta forma de bailar que a través del tiempo 
enriqueció la antigua coreografía del Carnavalito y a fines del siglo 
XIX su característica figura de ‘cambio de compañeros’ se incluyó en 
algunas danzas de pareja enlazada como el Chotis, el Valseado y la 
Chamarrita.
El minué y la gavota
 una vez instalados en nuestras tierras conjugaron sus formas para 
convertirse en las danzas señoriales que engalanaron todos los salones 
bajo los nombres de Minué o Montonero, Sajuriana, Cuando y Condición.
La cuadrilla
 francesa, danza que compartían dos parejas, arribó a nuestro país hacia
 1818 y de inmediato ejerció su influencia sobre las antiguas picarescas
 que desde entonces también adoptaron la modalidad de bailarse ‘en 
cuarto’.
Y por último, toda la generación de danzas de pareja enlazada que encabezada por el vals llegaron a lo largo del siglo XIX y se difundieron en casi todo el país.
Hasta
 aquí hemos trazado un panorama general que a grandes rasgos nos permite
 visualizar el vínculo morfológico que existe entre los patrones 
coreográficos europeos y sus descendientes en Argentina.
Sólo
 resta decir que desde el mismo instante en que cualquiera de estas 
especies -original o modificada- ingresó a América, comenzó a nutrirse 
del sabor local que le proporcionaba el ambiente a cada paso y este 
proceso natural de transformación dio como resultado las danzas 
‘propias’ argentinas, diferentes de las del resto del mundo... y de 
‘irreconocible origen’ para los mismos europeos.
Retomando
 el inicio de este tema es muy importante resaltar que la documentación 
existente describe con total claridad todas las formas coreográficas de 
nuestros bailes tradicionales. Y si entendemos que lo ‘popular’ es 
sinónimo de ‘sencillo’ -en términos de participación al alcance de 
todos- a nadie se le puede ocurrir que las estructuras coreográficas 
hayan sido muy elaboradas, menos aún cuando su propósito siempre fue el 
esparcimiento. Así lo demuestran los documentos puesto que exceptuando 
las danzas de conjunto que disponían de un conductor y las de pareja 
enlazada o abrazada basadas en la improvisación del recorrido, el resto 
de nuestros bailes -que son la mayoría- no cuentan más que 
aproximadamente una docena de ‘figuras’ elementales que combinadas en 
distinto orden forman cada coreografía particular.
Para
 finalizar y a modo de sugerencia se presenta un cuadro sinóptico que 
contiene todos los elementos necesarios para la correcta reproducción 
escénica o académica de cualquier danza tradicional.
Si
 encerramos a cada uno de ellos entre signos de interrogación y logramos
 obtener toda la información documental al respecto, estaremos en el 
camino adecuado.
Tal
 vez, el más difícil de resolver pero a la vez el más esencial es el 
‘estilo’ o modo de ejecución, porque representa el ‘ser’ de esa danza en
 su medio original y esto es casi imposible de conceptualizar.
Por
 lo tanto, habrá que nutrirse del mayor conocimiento contextual sobre 
las particularidades del grupo social, época, lugar y ambiente en que 
esa danza se practicó (o aún pervive) para que la reproducción se lleve a
 la práctica con el respeto que la tradición argentina se merece.
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MÚSICA 
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melodía: única / variable 
coplas: determinadas / variables / sin canto 
instrumentos: época / lugar / ambiente 
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DANZA 
TRADICIONAL 
ubicación 
histórico-geográfica: 
época, lugar y ambiente (campesino, urbano o salón) de su vigencia 
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COREOGRAFÍA 
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estilo: época / lugar / ambiente 
versión: documental (publicación) 
característica: forma vigente 
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ATUENDO 
nivel 
socioeconómico 
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época: moda general argentina 
ambiente: campesino / urbano / salón 
lugar: atuendo local histórico o vigente 
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Bibliografía
Aretz, Isabel: El folklore musical argentino (Ricordi, Bs. As., 1952)
Aricó, Héctor: Danzas tradicionales argentinas; una nueva propuesta [3ra edición] (Talleres Gráficos Vilko, Bs. As., 2008 [1ra edición: 2002, 2da edición: 2004])
Beltrame, Andrés: Bailes criollos [32 piezas musicales con descripciones coreográficas] (Tierra Linda, Bs. As., 1931 a 1935)
Berutti, Arturo: “Aires Nacionales”, en Mefistófeles - Semanario de Música, Teatros y Novedades, núm. 22, Estanislao Maíz, Bs. As., 29 de julio de 1882
Cuello, Norma Inés: “Acerca del concepto y la práctica de la danza folklórica”, ponencia, Congreso Nacional de Folklore de Laguna Blanca, Formosa, 1979
Fernández Latour de Botas, Olga: Atlas de la cultura tradicional argentina para la escuela (Ministerio de Educación y Justicia, Bs. As., 1986)
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-Fernández Latour de Botas, Olga; Quereilhac de Kussrow, Alicia: Atlas histórico de la cultura tradicional argentina [prospecto] (Oikos, Bs. As., 1984)
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Barreto, Teresa; Campíns, Graciela; Muñoz, Marta; Quereilhac de Kussrow, Alicia: Danzas folklóricas argentinas (Roche, Bs. As., 1979)
Benvenuto, Eleonora: Danzas folklóricas argentinas (Cesarini Hnos., Bs. As., 1965)
Conesa, Elisabet: El nuevo desafío de las danzas folklóricas en la EGB 1ra parte (Grafisur, Río Gallegos, Santa Cruz, 1997)
Durante, Beatriz; Belloso, Waldo: Método para la enseñanza de las danzas folklóricas argentinas (Ricordi, Bs. As., 1968)
Melo, Setembrino; Guzmán, Susana; Gulli, Azucena: Otras 40 danzas argentinas (Ricordi, Bs. As., 1988)
Muñoz, Marta: Argentina y sus danzas (Filmediciones Valero, Bs. As., 1977)
Pérez del Cerro, Haydeé S. B. de; Nelli, Raquel: Compendio de danzas folklóricas argentinas [1ra edición] (Imprenta López, Bs. As., tomo I, 1953; tomo II, 1955)
Zúgaro, Roberto: Guía para la enseñanza de las danzas folklóricas en la escuela primaria (La Obra, Bs. As., 1969)
Muy bueno!Excelente para tener en cuenta
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